No había filas, conglomerados de gente, ni dificultades para estacionar el automóvil. El recinto de votación ubicado en una iglesia del noroeste de Miami pasaba casi inadvertido, salvo por unos cinco activistas políticos que con carteles con los nombres de los candidatos a gobernador esperaban ansiosos que entraran votantes para entregarles panfletos propagandísticos, en su mayoría republicanos.
Cuando Luz López bajó de su automóvil con sus dos hijos, se acercó a una activista republicana que llevaba una camiseta blanca con los colores azul y rojo en el pecho, pero la nicaragüense-estadounidense le dijo que era una electora independiente. En Estados Unidos no está prohibido hacer proselitismo el día de las elecciones, y tampoco existe una veda de publicidad política en los medios de comunicación.
No había ningún votante más a la vista, los comercios y los bancos estaban abiertos y la gente transitaba normalmente.
“No quiero que nadie elija por mí. Por eso vine a votar”, expresó a The Associated Press López, una cajera de hotel de 31 años. “Quisiera que hicieran la reforma migratoria”. Tiene unos 10 primos y sobrinos que permanecen en este país de manera ilegal.
Unos tres millones de personas votaron de manera anticipada durante dos semanas hasta el domingo pasado y enviaron sus votos también de manera adelantada por correo, dos posibilidades que ofrecen las normativas para aquellos que no quieran o no puedan acudir a las urnas en un día laboral a votar por gobernador, legisladores nacionales y estatales.
Los analistas coinciden en que los votantes hispanos de la Florida representan un grupo clave para cualquier candidato que aspire a ser elegido en los comicios. NALEO proyecta que 1,1 millón de latinos acudirá a las urnas en Florida para las elecciones de noviembre, poco más de la mitad de los registrados.
La importancia de los votantes hispanos quedó de relieve cuando las campañas de los dos principales partidos colocaron en sus boletas a dos latinos como candidatos a vicegobernadores: el republicano Carlos López Cantera, de ascendencia cubana; y Annette Taddeo, quien nació en Colombia.
Consientes de esa importancia, mientras transcurría la votación, algunos grupos de activistas de inmigración golpeaban puertas en vecindarios latinos con la esperanza de movilizar a los votantes a que acudieran a las urnas.
“Muchos piensan que nuestras comunidades no van a votar estas elecciones, y por eso estamos haciendo un gran esfuerzo para asegurarnos de que nuestras voces sean escuchadas en las urnas”, dijo Francesca Menes, coordinadora de participación electoral de la Coalición de Inmigrantes de Florida.
La votación se realizaba sin inconvenientes en escuelas públicas, bibliotecas, centros comunales e iglesias, entre otros lugares.
“Yo voto por el que más me simpatiza. Ninguno de los dos partidos sirve. Vengo a cumplir con mi deber de ciudadano”, dijo Miguel Santos de 70 años, que vive en Estados Unidos desde hace 45 años y vota desde hace 20. Al igual que López, Santos se negó, a revelar por quién sufragaba.
La boleta electoral incluye también algunas enmiendas a la constitución, entre ellas una que podría legalizar el uso de la marihuana con fines medicinales, la cual movilizó hacia las urnas a algunos votantes, entre ellos a Stephany Lang, una ejecutiva de 30 años hija de un nicaragüense y un costarricense.
“Estoy en favor de la marihuana porque mi abuela tiene glaucoma y hay un tratamiento” que la puede ayudar, dijo la joven simpatizante demócrata.
El cubano-estadounidense Silvio Mancha, en cambio, dijo que votaba en contra de esa enmienda.
“No me gusta lo de la marihuana… no hay control del consumo y la distribución”, expresó Mancha, un republicano de 72 años, antes de entrar a votar en un área del oeste de Miami.

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