Un año después de que el tifón Haiyan desparramase cadáveres por toda la región central de las Filipinas, muchos sobrevivientes luchan por reconstruir sus viviendas, algunas de ellas en zonas en las que pueden volver a registrarse devastadores tifones, según el gobierno.
En Anibong, pueblo costero que fue muy golpeado por el tifón, han surgido barrios marginales en torno a barcos de carga hoy herrumbrados que las olas arrastraron tierra adentro en una de las tormentas más fuertes que jamás hayan tocado tierra firme. Una vivienda se levanta junto a una columna de cemento que dice “no se puede construir aquí”.
Los lugareños dicen que están levantando viviendas a lo largo de la costa porque no tienen adónde ir. La mayoría son pescadores y quieren estar cerca de sus botes, aunque afirman que estarían dispuestos a irse a otro sitio si el gobierno les da tierras o viviendas.
Los fuertes vientos de Haiyan generaron olas tipo tsunami que inundaron comunidades enteras, dejando más de 7.300 personas muertas o desaparecidas. Más de 4 millones de personas fueron desplazadas por la tormenta, que destruyó o produjo destrozos en más de un millón de casas, derribó millones de postes del tendido eléctrico y árboles de coco.
El secretario de Bienestar Social Dinky Soliman describió los esfuerzos de reconstrucción como una tarea “colosal”. Indicó que, mientras que muchas personas pudieron reconstruir sus casas, todavía hay 200.000 familias a las que se les debe buscar una residencia permanente con la ayuda de donantes extranjeros y de organizaciones de asistencia.
Los desplazados están alojados en refugios temporales y barracas. Muchos viven con familiares o en chozas precarias que erigieron tras el tifón. Unas 300 familias aún viven en carpas y serán reubicadas a corto plazo en sitios más seguros, aunque temporales, según Soliman.
Se han registrado bastantes progresos desde que Haiyan tocó tierra el 8 de noviembre del 2013. Se restablecieron los servicios de electricidad, agua y de teléfonos celulares y la vecina ciudad de Tacloban está nuevamente llena de vida.
“Nos hemos recuperado en un 60% o 70%”, afirmó Soliman. “Hay que seguir trabajando en refugios permanentes, reparar otros refugios y generar formas de sustento estables”.
Lo peor, dicen los lugareños, es vivir con los recuerdos de la tormenta.