Dentro de una nueva estrategia que pretende dar por terminada esta larguísima guerra global contra el terrorismo, Barack Obama anunció ayer reglas más restrictivas para el uso de los drones (aviones sin tripulación) y dio un empujón más enérgico para intentar el cierre de la prisión de Guantánamo, algo que, según reconoció, no podrá conseguirse sin la colaboración, improbable, del Congreso.
El Presidente norteamericano levantó la moratoria para que los presos de Guantánamo puedan ser transferidos a Yemen -que, hasta ahora, estaba considerado un lugar en el que podrían volver al terrorismo-, y pidió al Congreso que ponga fin a otras restricciones legales para el cierre de la cárcel en la base norteamericana en la isla cubana. “No hay justificación, fuera de la política”, dijo, “para que el Congreso nos impida cerrar una instalación que nunca debió abrirse”.
Obama anunció que solicitó al Departamento de Defensa que escoja una instalación militar en territorio estadounidense para el envío de los 166 presos actuales y anticipó el nombramiento de un diplomático para que negocie.
Más de la mitad de los detenidos en Guantánamo han sido ya declarados en condiciones de ser puestos en libertad por los investigadores militares. El problema ha sido a dónde enviarlos. La mayoría de ellos son yemeníes y quizá podrían ahora volver a su País, caso de ser aceptados, que no es seguro.
La médula del problema sigue siendo, sin embargo, que el Congreso no está dispuesto a autorizar el traslado de uno solo de los presos hacia territorio de EU. Y, sin esa autorización, Obama podría quizá sobre el papel imponer su criterio, pero al precio de una larga y difícil batalla legal y constitucional.

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