Lo que más temía Juan Manuel Núñez al entrar a limpiar la zona siniestrada del Hospital Materno Infantil era encontrar algún cadáver. Al final, agradece, eso no ocurrió.
La tarde del jueves 29 de enero, cuando entró a limpiar la zona como parte de los trabajadores dedicados a esa función “me acordé de mi familia, de mis sobrinos pequeños y de los niños que murieron aquí, y que eran los que tenían más vida por delante”.
Comenzó a mover piedras y meterlas en cubetas para depositarlas en un camión de volteo.
“Me encomendé a Dios porque estamos conscientes de que también nuestro trabajo lleva un riesgo”, añade Juan Manuel Núñez, habitante de la delegación Iztapalapa, de 37 años.
Él de hecho vive en una zona colindante con la carretera México-Puebla, “donde hay dos gaseras, una de esas es de Gas Express Nieto”, la misma de la pipa que ocasionó la explosión en la maternidad de Cuajimalpa.
Desde el jueves ha trabajado en el sitio del nosocomio. “Imaginaba cosas, no sabía cómo reaccionar si encontraba un cuerpo debajo de las piedras, algún bebé”, reitera el señor Núñez, quién lleva tres años en el equipo de limpia contratado para atender la emergencia.
Agradece que esa situación no se presentara y que las víctimas en la explosión fueran sólo tres en comparación con el tamaño y la afluencia de pacientes del inmueble.
Un peso a cuestas. Desde la tarde del jueves 29 de enero, Karla Maravilla, de 21 años, ha trabajado en separar piedras y fierros retorcidos que conforman los escombros del hospital Materno Infantil de Cuajimalpa, el cual colapsó en su mayoría luego de la explosión por una fuga en una pipa de gas.
Nunca había realizado trabajos de limpieza en el lugar de una tragedia. “Lo más cercano a esto es cuando estuve en el operativo de retiro de los puestos de toda una calle en Santa Martha Acatitla”, comenta al referirse a la remoción de locales del llamado Nuevo Tepito o “mercado de Cárcel de Mujeres”, en Iztapalapa, acción que aplicó el gobierno del DF para recuperar una vialidad y cerrar algunos bares clandestinos.
Para realizar su trabajo, tiene que encargar a sus tres hijos con familiares. “Soy jefa de familia”, expresa. “Lo más pesado de este trabajo ha sido desvelarse y pasar el frío”, añade la joven, cerca de las 14:00 horas del sábado, minutos antes de volver al sitio a remover escombros.
Había estado ahí toda la noche del viernes y madrugada del sábado. Con el apoyo de vecinos y de voluntarios, principalmente, que llevan pan, café, tortas y algunas frutas, los trabajadores de limpieza no han tenido problemas para buscar dónde alimentarse.
“Ha llegado la gente y te ofrecen pan, café o té, eso ha hecho más sencillo el trabajo”, concluye Karla.
“Temía hallar otro cadáver”
Empleados que limpian los escombros de lo que fuera el Hospital Materno Infantil narran lo complicado de sus labores