Manuel Pellegrini (Santiago de Chile, 1953), dirá adiós hoy, en el Camp Nou, a nueve años en la Liga española. Pondrá rumbo al Manchester City.
La próxima semana se hará oficial su desembarco en el club inglés, en el que tendrá un nuevo desafío tras su paso por el Málaga.
Con los “Citizens” tratará de imponer un estilo a un grande sin modelo, que despidió a su anterior entrenador, el italiano Roberto Mancini, pese a conquistar una Liga Premier y una Copa.
En el Villarreal entrenó bajo una estructura de club familiar en crecimiento. En el Real Madrid encontró otro modelo, de grandes inversiones. En el Málaga vivió la irrupción de un jeque que realizó enormes inversiones hasta que se cansó. ¿Con cuál modelo se queda?
El modelo ideal para dirigir una institución es el del Villarreal. Un ejemplo en todos los aspectos. Lo que hace el Villarreal es un trabajo ordenado, bien parcelado en áreas. Ha bajado a Segunda División, pero tiene estructuras desarrolladas y una base administrativa y futbolística.
Lamento mucho lo del Madrid porque realiza año tras año una enorme inversión y no sabe cómo enfocarla, careciendo de un modelo claro de gestión como institución. Y eso que es una institución grandiosa, pero sus grandes inversiones en jugadores no han canalizado en un modelo de gestión óptimo. No ha funcionado por exceso de autoridad y por la desconfianza entre las propias personas del club. Estos dos factores han perdido a una entidad tan grande.
Pero su labor ha sido muy alabada en estos tres equipos, a pesar de la diversidad de sus modelos. ¿Su perfil como técnico le ha permitido navegar por aguas turbulentas?
Creo que tengo dos personalidades muy distintas. Una que proyecto hacia fuera y otra que se dirige al interior del club, donde expongo mis exigencias en busca de encontrar el éxito deportivo. Desgraciadamente, en el Madrid planteé una serie de exigencias al principio que no fueron atendidas y que, probablemente, me costaron una salida prematura del club. Pero me fui con la conciencia tranquila. Jugamos bien y peleamos hasta el final con un gran Barcelona.
¿Qué exigencias le planteó al Madrid?
No comulgué con algunas cosas y siempre hablé dentro del club. No sé si mi imagen hacia el exterior es la de un entrenador sumiso o débil, pero no necesito echarle la gente encima al club para poder cambiar cosas.
Sí necesito el convencimiento de que el club crea en mis ideas y en el Madrid no lo hicieron. Yo quería a Robben y Sneijder y creo que tan equivocado no estaba. El tiempo me ha dado la razón. Ahí está Robben, campeón de Europa. En 2010 la ganó el propio Sneijder con el Inter y salieron subcampeones del mundo con Holanda.
En España se va Falcao y el Barcelona ficha a Neymar. El bipartidismo en la Liga se antoja eterno.
No hay ninguna posibilidad de romper el bipartidismo de la Liga española. La desproporción en los ingresos es sideral y va a más.
En 2004, cuando llegué a España, el plantel del Valencia, Atlético o Sevilla era tan competitivo como el de Madrid o el Barcelona. Hasta el Betis compraba entonces jugadores importantes. Ahora la posibilidad de hacerles competencia es cero.
Eso es muy malo para la Liga. Tienen que reaccionar de inmediato desde las instituciones que rigen el fútbol español.
Pasa de un jeque en Málaga a un jeque en el Manchester City. ¿No le da algo de reparo?
Mi carrera siempre ha estado regulada por los desafíos deportivos. Voy a dejar Málaga por un proyecto muy importante. Espero que en la próxima institución donde esté pueda entregar una manera de trabajar, una manera de ser y un estilo de juego y lo lograré aunque me lleve más o menos tiempo.
Todos los equipos que he dirigido a lo largo de mi carrera han jugado con un estilo definido, un estilo que ha sido realzado en todos los países donde he estado y en el que no todo está permitido para ganar. Una manera de jugar fiel a determinados valores.
Si la entidad a la que voy es grande, a ese estilo quedará ligada la necesidad de lograr títulos. Si uno ficha por un club como el City, el Bayern, el Chelsea, el Madrid o el Barcelona es evidente que en la firma va aparejada la obligación de pelear por los campeonatos.
¿Ha tenido la ocasión de ver los campos de golf de Manchester?
En cualquier parte que esté haré mi vida. Tengo una vida personal y hay cosas paralelas al fútbol, como el golf, la lectura, el tenis y la cultura que son muy importantes para mí. Ninguna institución me puede limitar esas actividades. Si uno se dedica solo al fútbol es porque sabe muy poco de este deporte y de la vida. Hay otras cosas, sin dudas.
¿Qué se lleva usted de España?
Nueve años de felicidad enorme en un país que me acogió de maravilla. Incluso recibí el cariño de la gente en el Madrid a pesar de la campaña sistemática que se creó para distorsionar mi imagen y provocar mi salida prematura.
¿Qué espina le queda de su paso por la Liga española?
Me queda la espina de no haber conseguido ningún título, sobre todo en el Madrid. Conseguí títulos en todos los países donde estuve dirigiendo. Tampoco es fácil quedar segundo con el Villarreal o llegar a semifinales de la Liga de Campeones con este equipo. Lo hecho con el Málaga este año también tiene mucho mérito. Pero no gané nada, eso es cierto.
¿Existe un auge del fútbol alemán?
El fútbol alemán ha sido siempre muy ordenado. Ahora se habla de revolución porque han sido dos equipos alemanes los que han llegado a la final de la Liga de Campeones. Hace un año el modelo era el del dominador del fútbol mundial, que era el Barcelona.
No sé, más que el país, lo que prevalece en la gestión de una entidad es la seriedad de las personas que están al frente. El fútbol alemán siempre fue un ejemplo de seriedad en sus gestores. En ese sentido también destaca el fútbol inglés. Al hilo de lo que he comentado antes, son dos competiciones con un mejor reparto de ingresos.
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