Crispín Castillo Aguilera, delegado de la comunidad El Terrero espera que la tragedia de la familia Ramírez sirva para que las autoridades se acuerden de los poco más de 300 habitantes del lugar, que viven en condiciones de marginación y pobreza.
“Como ve no tenemos nada; no hay agua, no tenemos servicios, sólo la luz, pero seguido falla, tampoco hay servicio de transporte, ojalá y nos apoyen, esta gente merece algo mejor”, dice y clava su mirada en los cerros y lomas que rodean el poblado.
Lo que más piden es transporte urbano, pues el camión más cercano llega hasta Mesa Cuata, a más de 6 kilómetros de distancia. La clínica de salud que abre sólo una o dos veces por mes, pero los médicos sólo atienden unas horas y no todos alcanzan.
Dolor une a la comunidad
La pérdida de la familia Ramírez dejó un hueco en el Terrero, donde sus habitantes comparten el dolor de perder a siete integrantes. En el poblado se respira la tragedia y dicen que ya nada volverá a ser igual. Aseguran que esto sólo ha mostrado el poco apoyo que tienen de las autoridades.