Nuestra casa, el lugar donde más tiempo pasamos, el confortable refugio antiproblemas en el que nos sentimos seguros, puede influir negativamente en nuestra dieta.
No porque incumplamos alguna exótica regla feng shui, sino por pequeños errores domésticos, a simple vista insignificantes, que pueden estar haciendo, sin que nos demos cuenta, que ganemos peso.
Las estadísticas no mienten, la obesidad va en aumento, así que vale la pena detenerse a averiguar si el sofá, el refrigerador o el termostato nos están saboteando.

Posee demasiadas pantallas

Una o dos computadoras, varias televisiones, tabletas, smartphones, consolas… Estar a la última en tecnología implica pasar mucho tiempo sentado. Y el sedentarismo es enemigo de la salud.
Por ejemplo, los videojuegos hacen que los jóvenes coman más, según un estudio conjunto de la Universidad de Copenhague (Dinamarca) y la Universidad Laval (Canadá). “La vida moderna choca con el ritmo de actividad física moderada para el que estamos programados”, comenta Rubén Bravo, experto en nutrición y gastronomía, y portavoz del Instituto Medico Europeo de la Obesidad (Madrid).
Ya sabe: si su ídolo es Bill Gates, combine sus sesiones tecnológicas con ejercicio físico.

Su sofá cumple la función de cama

No hay nada como un sofá cómodo, de acuerdo, pero tampoco lo convierta en un nido del que haya que llamar al 112 para rescatarlo. Según investigadores de la Universidad de Massachussetts (EU), pasar mucho tiempo en el sofá da hambre. De modo que encariñándonos demasiado con él lo único que estaremos consiguiendo es entrar en un peligroso círculo vicioso.
La solución apunta de nuevo a la importancia de la actividad física: levántese y ande. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), al menos un 60% de la población mundial no realiza la actividad física necesaria para obtener beneficios para la salud.

Su despensa es caótica

Cualquier persona que se plantee alimentarse de forma saludable debe ser organizada, empezando por confeccionar una lista de la compra que destierre improvisaciones y alimentos de consumo esporádico.
También en la cocina debe haber orden. ¿No pudo evitar traer a casa un par de bolsas de papas fritas? Puede que el remordimiento le lleve a no abrirlas en un primer momento, pero las deja a la vista, haciéndole ojitos a media tarde cuando el hambre aprieta.
Lo más visible en la cocina deben ser las frutas y verduras.

Esconde las manzanas en el refri

En el polo opuesto, tal vez tenga la costumbre de guardar la fruta en el refrigerador, para que dure más. Y así es: se conserva más tiempo. Pero a la vez estará condenando estas fuentes de salud al ostracismo, ya que con frecuencia se quedan ahí hasta que, cuando se acuerda de ellas, se han estropeado.
El experto en nutrición Rubén Bravo explica cómo organizar bien el refrigerador: “Lo que engorda al final; y a primera vista, los alimentos saludables que tenemos que consumir todos los días”.
Sin embargo, los alimentos que nos dé más pereza consumir y cuya conservación no sea imprescindible, pueden colocarse en bonitos fruteros a la vista, a temperatura ambiente en un lugar fresco y seco.

Su ambiente nocturno es demasiado cómodo

“Esta noche, sofá, peli y mantita”, una frase habitual en Twitter para anunciar una tranquila velada casera, pero errónea desde el punto de vista nutricional.
La ciencia comprende que llegue a casa tarde y cansado, pero una atmósfera demasiado acogedora en el salón (luz tenue, sofá cómodo, manta, cojines por doquier) no es lo más recomendable después de cenar.
“Hay una serie de relojes biológicos que hacen que la energía a lo largo del día se aproveche de distinta manera. El metabolismo es un poco más lento a esas horas”, advierte el doctor Caballero, que aporta el remedio: “Para suavizar esa carga calórica, y evitar además posibles reflujos, sería conveniente activarse un poco, dar un paseo, bajar la basura… No pedimos que se haga un ejercicio violento, pero sí algo más que recoger la mesa”.

Arrincona la bici estática

Por criterios estéticos, o porque cree que le deja en evidencia delante de las visitas, puede que haya decidido guardar esa bicicleta estática que con tanta ilusión se compró en el reducto más escondido de la casa. Así que cuando quiere usarla… “Uno evita al final realizar el esfuerzo porque llega a casa cansado y lo último que le apetece es ponerse a desenterrar la bici”, explica Rubén Bravo.
Opte por alternativas más modernas. “Ahora existen consolas que tienen planes de entrenamiento, con sensores que nos indican que lo hacemos bien o mal”, añade, abogando en este caso por el lado positivo de la tecnología.

Utiliza platos muy grandes

Mientras muchos cocineros profesionales demuestran su pericia asociando platos grandes y raciones pequeñas, los demás solemos caer en la tentación de comer de platos grandes con raciones grandes. Por desgracia, el ser humano tiende a terminarse lo que tiene en el plato.
En su estudio Los peligros de los grandes platos: cintura, desperdicio y billetera, el profesor Brian Wansink, de la Universidad Cornell (EU) advierte de que la moda de los platos grandes “puede tener consecuencias imprevistas para el aumento de peso de los consumidores”.
El doctor Caballero nos recuerda el truco de que comer lo mismo, pero en dosis menores, ayuda a perder peso. “Estamos acostumbrados a la dosis visual, y eso confunde mucho; deberíamos tender a comer un poquito menos. Si fuéramos capaces en los próximos tres meses de comer menos, adelgazaríamos”. Un plato de dimensiones moderadas le ayudará.

Lleva la cacerola a la mesa

La cacerola cerca, es una tentación a repetir, mientras que del otro modo si quiere servirse otra ración tendrá que molestarse en levantarse, ir a la cocina, quizá calentar la comida y volver de nuevo a la mesa, todo eso mientras el resto de comensales le cuelga de por vida el apodo de tragón. Así que a lo mejor no repite.
“Esa presión social silenciosa ayuda mucho”, confirma Rubén Bravo.

Su colchón no es cómodo

Una almohada con la que no termina de congeniar, un colchón inadecuado o una cama poco amigable pueden restarle horas de sueño. Y no dormir lo suficiente está relacionado con malos hábitos alimenticios.
Un estudio de la Clínica Mayo demostró que los insomnes terminan ingiriendo una media de 549 calorías más cada día. Otro estudio, de la Universidad de Pennsylvania (EU), reveló que una sola noche de mal sueño puede derivar en un aumento de antojos de alimentos grasos al día siguiente.

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