Las ofrendas para el Día de Muertos lucen mejor si llevan coloridos tapetes, los cuales nuestros antepasados creaban con semillas y pétalos de flores. Cuando los españoles llegaron a América comenzó la maderería y los pueblos nativos comenzaron a usar el aserrín para los tapetes porque era más fácil de conseguir.
Para darle más vida a las ofrendas, comenzaron a pintar el aserrín con plantas como la cochinilla y el quebraplatos, también con huesos de aguacate y cenizas. El aserrín y el colorante se sumergían en agua con sal y limón.
Los tapetes eran diferentes en cada una de las regiones del país. La tribu natal de Celaya era conformada por los Hñähñus u Otomíes, quienes plasmaban flores, soles y aves en sus tapetes.
Actualmente, el aserrín se puede conseguir muy fácil en madererías, carpinterías y en estas fechas hasta en papelerías. Las imágenes que se forman con él son variadas, pero generalmente van relacionadas a la persona a la que se dedica el altar, que tradicionalmente se acompaña con el tapete.

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