Fue la nave favorita de Enrique VIII y una de las tres primeras que este monarca inglés encargó con vocación netamente militar, en su afán de establecer una armada permanente y profesional a comienzos del Siglo XVI.
Es el Mary Rose, uno de los más legendarios navíos del Reino Unido, emblema de la época en que los ingleses sentaron las bases de la que, un par de siglos después, sería la flota más poderosa del mundo. Un navío que acumuló más de tres décadas de servicio, antes de su inesperado hundimiento en 1545.
El Mary Rose simboliza el cambio de paradigmas en el combate naval. No es un barco comercial transformado en navío de guerra, pues se diseñó y construyó como tal. Fue de los primeros que basaban su poderío en la pólvora de cañones y uno de los últimos que llevó arqueros.
Rescatado de las aguas en 1982, el navío fue depositado en un dique seco de Portsmouth, donde se convirtió en el corazón de un museo dedicado a mostrar el gran acervo de objetos recuperados de su interior, al tiempo que bajo una cápsula protectora, se emprendían labores de conservación de sus restos.
Este museo vivió una reciente transformación con la apertura, el pasado 31 de mayo, de su nueva sede. Un singular edificio, cruza de arca de Noé y OVNI, diseñado por el despacho Wilkinson Eyre Architects (exterior) y Pringle Brandon Perkins+Will (interiores y exhibiciones).
El nuevo Museo Mary Rose se edificó encima del casco rescatado del barco, que se asoma detrás de una cámara central de vidrio donde pueden apreciarse los trabajos de conservación. Alrededor de éste, se han dispuesto tres niveles de galerías, a modo de puerto, donde se muestran más de cuatro mil objetos que dan indicios de la vida a bordo.
De adentro hacia afuera
El recinto de 27 millones de libras esterlinas (unos 525 millones de pesos) comenzó a construirse el 11 de octubre de 2010. El primer reto constructivo fue permitir que prosiguieran las casi quirúrgicas y estrictas labores de restauración de los restos del navío, mientras se levantaba el edificio, por lo que se siguió un esquema de trabajo “de adentro hacia afuera”.
“Cuando se trabaja en un tesoro como el Mary Rose, que continúa atrapando la imaginación de todo mundo, la arquitectura debe complementar, no distraer”, señala Chris Wilkinson, socio del despacho responsable, sobre la búsqueda de un lenguaje adecuado que ayudará a contar la historia articulada por el museo, mientras sumaba una desenvuelta pieza de arquitectura contemporánea al histórico muelle de Portsmouth.
La forma elíptica, pura y simple, del edificio se deriva de la geometría toroidal (burdamente dicho, la que produce formas de dona) para hacer eco de la forma del Mary Rose. Su fachada cubierta de madera es reminiscencia directa del casco del navío, mostrando el innovador método de construcción tipo Carvel (con tablas que se unían en sus bordes, en vez de sobreponerse), con que fue realizado en el Siglo XVI.
Para integrar aún más el edificio a su contexto marítimo, la fachada fue pintada de negro a la manera de los barcos antiguos. Las inscripciones que la tripulación utilizaba para identificar sus pertenencias también han sido talladas en esta coraza de madera, que enmarca un balcón con vista hacia los edificios y navíos atracados en el muelle.
En atención a su entorno histórico, la altura del museo se ha mantenido lo más baja posible para guardar la proporción y escala con los edificios aledaños. Esta lógica se mantiene para la cubierta metálica del techo, a fin de reducir el volumen de espacio interior que debe ser escrupulosamente climatizado para asegurar la conservación del navío.
Dos pabellones rectangulares están emplazados a cada lado del edificio principal. Uno aloja la entrada de recepción, cafetería y tienda; mientras que el otro acoge un centro de aprendizaje. La composición general es de una pieza de arquitectura contemporánea, una forma simple y elegante con un aire de misterio que anima a los visitantes a entrar y explorar.
“El edificio juega un rol significativo en la proyección al mundo del museo y su remarcable colección, creando intriga y realzando la experiencia del visitante a una importante atracción cultural”, destaca Chris Wilkinson.
El interior
La esencia del diseño interior es una derivación del instante congelado en el tiempo antes de que el Mary Rose se hundiera y se convirtiera en el fondo del Solento en una caja del tiempo, con miles de objetos diversos que ilustraban la vida marina en la época de los Tudor.
La disposición de los objetos en las galerías del barco fue hecha en base al sitio que tenían originalmente en la nave. Debido a que sólo se rescató una parte del casco, el lado faltante fue remplazado con un casco virtual para mostrar los cañones, armas y aparejos.
Los tres niveles de galerías alrededor del casco permiten así a los visitantes apreciar los objetos en su contexto, como si fueran a bordo del Mary Rose, mientras que otras galerías más convencionales, con recursos museográficos ilustrativos, se sitúan a los extremos.
La atmósfera de estar dentro del barco se enfatiza por la deliberada penumbra y los techos bajos de la cubierta inferior. La luz natural ha sido excluida y una tenue iluminación desciende sólo sobre los objetos, reflejando la oscura claustrofobia por la que cotidianamente transitaban los 400 miembros de la tripulación del Mary Rose.
El espacio interior no es definitivo, pues mutará totalmente en 2018. Para entonces se prevé que los trabajos de conservación del Mary Rose terminen y sea posible remover la cápsula de cristal bajo la que actualmente se mantiene. Barco y museo se apreciarían así totalmente integrados.
Con información de: Wilkinson Eyre Architects y Museo Mary Rose.
Un arca para el Mary Rose
Uno de los navíos legendarios del Reino Unido se resguarda bajo el innovador edificio diseñado por Wilkinson Eyre, en Portsmouth