Cuando Donald Trump llamó para solicitar un encuentro cara a cara en el invierno de 1988, Tom Barrack se mostró desconfiado.

Barrack había trabajado casi dos años para Robert Bass, el inversionista multimillonario de Texas, y había jugado un papel importante en ganar el Hotel Plaza para su jefe un año antes. Sin embargo, era un relativo recién llegado al póquer de altos vuelos de los bienes raíces de NY.

Apenas cuatro meses después de que Bass había tomado control del Plaza, le dio luz verde a Barrack para que lo subastara. Trump llamaba para pedir, de hecho, que omitieran la subasta. Llegaremos a un trato, nosotros dos, aquí en mi oficina.

Al poco tiempo, Barrack estaba sentado frente a Trump.

“¿Cómo puedo vivir sin él?”, preguntó Trump sobre el hotel. El Plaza podía ser visto desde su ventana en la Trump Tower sobre la Quinta Avenida. “Está justo en mi patio”.

Trump aceptó rápidamente pagar un precio de poco más de 400 millones de dólares, suma sin precedentes en ese momento para un hotel.

“Para mí el Plaza era como una gran pintura”, dijo Trump hace poco. “No se trataba simplemente de las utilidades. Tengo muchos activos similares y el resultado final es que siempre son mucho más valiosos de lo que se pagó por ellos”.

La forma en que Trump llegó a ser dueño, operar y luego perder el Plaza dice mucho sobre su estilo empresarial. Y sus métodos como candidato político reflejan sus métodos como ejecutivo, dicen aquellos que lo han visto en ambos papeles.

“Tiene la habilidad de imaginar lo que la otra parte quiere que él sea y ser entonces esa persona”, dijo Michael D’Antonio, autor de “Never Enough: Donald Trump and the Pursuit of Success” (Nunca Es Suficiente: Donald Trump y la Búsqueda del Éxito).

Cuando Trump llamó a Barrack por teléfono, tenía 41 años y era el desarrollador inmobiliario más ostentoso de Nueva York.

En los tratos inmobiliarios, las dos grandes variables son el precio y las contingencias. Las contingencias llegan después de que se acuerda un precio inicial de compra. Básicamente, son condiciones exigidas por el comprador tras una inspección de la propiedad. 

Cada contingencia puede reducir el precio de la propiedad. Por teléfono, cuando Trump pidió que no realizara la subasta, Barrack pensó que era un ardid de contingencias. Trump le aseguró que no era así.

En la oficina de Trump comenzó el regateo. Acordaron un precio final de 407.5 millones de dólares.

“Luego hizo algo asombroso”, recordó Barrack. “Dijo: ‘Ustedes han sido dueños de la propiedad durante cuatro meses. Quiero que me digas todo lo que tiene de malo y cómo arreglarlo’. Yo dije, ‘acabamos de decir que sin contingencias’. Él dijo: ‘Esto no es un contrato. Nada por escrito. Sólo dime qué tiene de malo la propiedad y cómo arreglarlo’”.

En esencia, Trump le dijo a Barrack que confiaba en él para que le revelara todo lo que un equipo de abogados e inspectores típicamente tardaría al menos 90 días en descubrir. Estaba apelando a la integridad de Barrack, lo que fue muy encantador.

“El problema principal”, dijo Barrack a Trump, “es Fannie Lowenstein”.

Se refería a una octogenaria que vivía en un departamento diminuto de renta controlada en el Plaza. Con Lowenstein ahí, reconfigurar el edificio como condominio o cooperativa, que era el plan de Trump y la única forma de justificar el precio de 407 millones de dólares, sería más difícil. Pero ella no quería renunciar a sus derechos de control de renta y a mudarse a un departamento más grande en el Plaza.

“Haré el trato en una semana, por 407.5 millones de dólares”, dijo Trump, “y tú encárgate de Fannie Lowenstein. Todo lo que quiero al cerrar la compra es escuchar que Fannie Lowenstein está contenta”.

Barrack se fue de la reunión entusiasmado y ansioso a la vez. Trump había evaluado a Barrack correctamente: alguien que quería demostrar su valor y dar un golpe importante.

“Como que me vio y dijo, ‘te convertiré en estrella’”, dijo Barrack, quien ahora dirige Colony Capital, firma inmobiliaria en Los Ángeles con 300 empleados. “Es el mismo talento que exhibe cuando da discursos políticos. Descifra a toda una multitud con la misma precisión con que descifra a un individuo”.

Al final, Barrack se ganó a Lowenstein. Trump, mientras tanto, manejó él mismo casi todas las negociaciones para el Plaza. Casi como hace ahora en su campaña, que carece notablemente de consultores y encuestadores, Trump operaba en gran parte por instinto.

Para 1990, el Plaza necesitaba ganancias operativas de 40 millones de dólares al año para salir sin pérdidas ni ganancias, de acuerdo con registros revelados por Trump en aquel momento. El hotel se había quedado muy abajo de esa cifra y, con gastos de remodelación, en un año gastó 74 millones adicionales a la inversión inicial.

Entre los muchos que pensaron que Trump había pagado de más por el hotel estaba el mismo Trump. Sin embargo, estaba demasiado ocupado con nuevos desafíos. Compró Eastern Air Shuttle en 365 millones de dólares y, en 1990, abrió el casino Trump Taj Mahal, de mil millones de dólares, en Atlantic City.

Luego, el mercado inmobiliario entró en su crisis de principios de los 90 y Trump incumplió con los pagos de más de 3 mil millones de dólares en préstamos -siendo él fiador personal de 900 millones de ellos. Tras largas negociaciones, casi 50 banqueros y abogados vieron cómo Trump cedía casi todas sus propiedades, entre ellas el Plaza, a cambio de términos más favorables sobre sus garantías personales.

Los bancos pudieron haber obligado a Trump a que se declarara en bancarrota personal, “pero todos coincidimos en que serviría mejor vivo que muerto”, dijo Alan Pomerantz, abogado involucrado en las negociaciones. “Necesitábamos que ayudara a vender todos sus bienes y el trato era que, al liquidar más cosas, reduciríamos su garantía personal”.

Los bancos vendieron el Plaza en 325 millones de dólares al Príncipe Alwaleed bin Talal de Arabia Saudita y a CDL Hotels International de Singapur en 1995. Trump no recibió ninguna ganancia por la venta, de acuerdo con varias personas involucradas. Aun así, él retrata la venta como otra victoria.

“Uno de los grandes tratos fue el Plaza, porque más allá del precio, pude obtener favores de los bancos y de otras personas”, dijo. Al hablar del Príncipe Alwaleed, añadió: “Pagó demasiado por el hotel. Deseaba tanto ese hotel, que lo hice pasar apuros y logré un gran trato”.

Por supuesto, la asociación saudita-singapurense pagó 75 millones de dólares menos que Trump. Esto podría ser otro paralelo con la campaña política de Trump, en la que ha distorsionado la verdad de forma tan disparatada que PolitiFact nombró a toda su campaña en el 2015 como la Mentira del Año.

La predicción de Trump de que el Plaza valdría más de lo que le costó de hecho se volvió realidad. Fue cuando el hotel volvió a ser vendido en el 2004, en esta ocasión en 675 millones de dólares, a un promotor inmobiliario israelí que dividió las habitaciones de la forma en que Trump había imaginado originalmente. La mitad del edificio fue convertida en condominios, que a la larga se vendieron en un total de 1.4 mil millones de dólares.

Donald vs. reclutamiento

 

 Julio 1964: Obtiene un aplazamiento de estudiante de la Guerra de Vietnam mientras estudiaba en la Universidad de Fordham en el Bronx, Nueva York

 Diciembre 1965: Segundo aplazamiento de estudiante mientras está en Fordham

 Noviembre 1966: Es reclasificado como elegible para enlistarse, pero un examen médico lo descalifica

 Diciembre 1966: Un mes después obtiene su tercer aplazamiento estudiantil mientras está en la Escuela de Negocios Wharton de la Universidad de Pensilvania

 Enero 1968: Cuarto aplazamiento estudiantil

 Julio 1968: Reclasificado como elegible para reclutamiento, pero un segundo examen médico lo descalifica

 Octubre 1968: Reclasificado para hacer el servicio militar obligatorio “sólo en caso de emergencia nacional”

 Diciembre 1969: El número de Trump es sorteado en la lotería de reclutamiento de Vietnam

 Febrero 1972: Cambian su estatus a descalificado para servicio militar

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