El campamento de Idomeni, Macedonia, vivió ayer una situación límite. El último intento de centenares de refugiados de atravesar la frontera entre Grecia y la Antigua República Yugoslava de Macedonia estuvo a punto de provocar una tragedia cuando la lluvia de gases lacrimógenos y balas de goma de la policía macedonia para dispersarlos provocó escenas de pavor entre la multitud, infinidad de niños incluidos, y dejado un reguero de heridos.
Médicos sin Fronteras ha atendido a casi 300 refugiados, 200 de ellos por exposición a los gases y 30 por el impacto de balas de goma; entre ellos había tres niños menores de 10 años con heridas de estos proyectiles en la cabeza, según la ONG.