Mujeres violentadas y familiares de víctimas por personal Médico de Instituciones de Salud Pública dieron testimonio ayer en el primer Tribunal Simbólico sobre Muerte Materna y Violencia Obstétrica realizado en la Ciudad de México.

En total, 27 personas provenientes de Guanajuato, Chiapas, Durango, Oaxaca, Sinaloa, Hidalgo, Quintana Roo, Ciudad de México, Zacatecas y Yucatán presentaron su historia de violencia en el embarazo, en el parto y en el posparto frente a seis expertas en el tema.

El Grupo de Información en Reproducción Elegida (GIRE), en conjunto con 27 organizaciones por los Derechos Reproductivos y Salud Materna, presenciaron los violentos relatos de mujeres de 14 hasta 41 años.

“La maternidad es un acto de amor riesgoso en las instituciones de salud de gobierno y más riesgoso aun cuando no hay justicia”, dijo Gladys Acosta, experta independiente del Comité para la Eliminación de la Discriminación contra la mujer de la ONU.

Los testimonios presentados hablaban de mujeres que estando en la sala de parto han cargado en su vientre por nueve horas a un bebé muerto, doctores que ponen a caminar a las mujeres por el patio del hospital cuando tienen fuertes dolores, madres que han quedado en coma por no tener una atención pronta y de abuelas que se hacen cargo de niños huérfanos.

Así como jóvenes que han sido presionadas por médicos para que se operen y dejen de tener hijos, mujeres que se han quedado por horas en labor de parto sin que un médico esté al pendiente, entre otros.

Gabriela Mena, mujer violentada de León, Guanajuato, contó que cuando los doctores cometen negligencias lo justifican diciendo que “Dios quiso llevarse al bebé o que el niño no sobrevivió porque es un ángel de Dios” o simplemente que “aquel niño no era para aquella familia y que en otro intento será”; o bien, que “el bebé no era compatible con la vida”.

Alicia Ely Yamin, profesora de Leyes y Salud Global de la Escuela T.H Chan de Salud Pública, mencionó que actualmente estos tipos de violencia no son visibles en los tres niveles de gobierno.

“No se trata de criminalizar a los médicos, sino de cambiar la cultura de Salud Pública para que se valore la vida de la mujer, para que cuiden la vida”, señaló Ely Yamin.

Por su parte, Alda Facio, integrante del Grupo de trabajo de la ONU sobre la cuestión de la discriminación contra la mujer en la ley y en la práctica, agregó que a pesar de que miles de mujeres viven lamentables consecuencias llegando en algunos casos hasta la muerte, este tema no es prioridad para el gobierno mexicano.

Según las académicas, a la fecha no se ha visto una postura contundente que resuelva los rezagos en salud materna, ni que se atienda de forma integral la legislación, normatividad, política pública y provisión de los servicios, más la aún pendiente visión en el ejercicio pleno de los derechos de todas las mujeres, pues el problema es universal, pero se agudiza en aquellas familias con mayor desventaja social.

Las expertas elaboraron un informe que presentarán en un par de meses al Estado Mexicano, en el cual se incluirán recomendaciones que de ser consideradas podrían encaminar a la prevención de Muerte Materna y Violencia Obstétrica. Por ahora, las especialistas consideraron que la vida de las mujeres está en riesgo.

Denuncia negligencia

En julio del 2009, Julia Carolina Hernández Rivera se enteró de que estaba embarazada, así que tramitó su Seguro Popular porque en ese momento su pareja no tenía trabajo.

Los chequeos médicos se los daba el Hospital Regional de León, pero ya iba con miedo porque en su anterior embarazo sufrió una experiencia terrible en el IMSS.

Era diciembre, estaba en el quinto mes y los doctores al realizarle el ultrasonido le dieron la noticia que tendría gemelas.

En enero del 2010 empezaron las cosas más pesadas, ya tenía 29 semanas, contó que no se podía mover mucho, se sentía muy cansada, su panza era muy grande y los pies siempre hinchados.

Así que le pusieron la inyección de maduración para que pudiera darse pronto el parto.

“Llegué al hospital, me pasaron a ultrasonido y estaba una doctora con unas practicantes. Enseguida me dice: ‘Señora, sus hijas ya no viven’, yo le respondí que un día antes había ido a chequeo y los practicantes me valoraron bien”, señaló.

La doctora siguió: ‘No, pues es que sus hijas ya no viven”, y le comienza a decir a los practicantes cómo saber una situación así.

“Sin verme, les decía a los jóvenes que los pulmones de mis bebés estaban llenos de agua. Yo llorando y ella explicándoles”.

Después de horas la inyectaron para que su parto fuera por expulsión y no cesárea, pero su plan no funcionó y terminaron haciendo cesárea.

“No me restó más que decirles: ‘Está bien, nada más límpienme bien porque cuando estuve en el IMSS me dejaron restos de placenta y tuve fiebres que me hacían alucinar”, mencionó.

Aquel día en el IMSS tardaron mucho para atenderla y su bebé tragó meconio.

“En el HGL optaron por dormirme completamente. Cuando desperté lo único que vi fue dos bultitos en una mesa. No sé si eran ellas, nunca las vi, nunca las conocí.

“Nunca me vio un doctor que ya tuviera experiencia. El doctor nunca estaba, o llegaba tarde, o ya se había ido. Me animo a contar mi historia para que a otras mujeres no les pase lo mismo y se atrevan a denunciar”, finalizó.

Presionan en IMSS a embarazadas

Paulina Gabriela Mena, de León, sufrió violencia obstétrica desde las consultas prenatales.

Gabriela iba por su cuarto hijo, de éste se atendió en el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), pero cuando tenía seis meses de embarazó comenzó a hincharse.

Los doctores le decían que traía la presión alta, que era preeclampsia, pero la mandaban a Ginecología, le tomaban la presión y ahí le decían que no tenía nada y la mandaban a su casa. Así fueron tres veces.

“Un domingo que fui al hospital porque aventé como un flujito rosita pasó lo mismo. Me regresaron a mi casa porque no tenía dolores”, recordó.

Llegó el jueves y Gabriela, acompañada por su marido, llegó a Ginecología, enseguida las enfermeras le comentaron que traía la presión muy alta, después la checó un doctor y le dijo que tenía dos centímetros de dilatación. En ese momento el mismo doctor la estabilizó para que su bebé naciera por parto normal.

“Me pusieron un suero y me empezaron a dar dolores fuertes. Para esto los médicos cada que tenían oportunidad hostigaban diciendo que si no me iba a operar porque ya tenía cuatro hijos y por la edad que tenía. Yo les decía que no quería porque mi esposo era el que se iba a operar”, contó.

Comentó que los dolores seguían fuertes, pero el personal médico sólo se preocupaban por la operación, hasta que les dijo, harta,: “Sí, ya opérenme, no quiero regresar por un parto aquí con ustedes”.

“Estaba muy enojada, me sentía mal. Cuando autoricé que me operaran, la doctora me dijo: ‘¿Ya te convencieron?’, dijo.

Agregó que los médicos no deben condicionar el buen trato si las madres aceptan o no operarse.

“Ahora lo que quieren los doctores del IMSS es quitarme la matriz, pero a la vez me dicen que estoy muy chica. Tengo 32 años”, finalizó.

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