El nuevo gobierno del presidente Michel Temer, de centro derecha, no ha tardado ni un día en advertir a los brasileños que es necesario un ajuste fiscal, que probablemente habrá que subir los impuestos, que hay que recortar gastos y adelgazar el volumen del Estado para equilibrar las cuentas públicas.

El ministro de Economía, Henrique Meirelles, anunció “medidas duras”. El ministro de la Casa Civil (algo así como un primer ministro), Eliseu Padilha, uno de los hombres de confianza del nuevo presidente, elevó un grado la alarma: “Habrá medidas de emergencia. Si no se toman, corren riesgo los salarios de los funcionarios a finales de año”.

El jueves fue un día convulso y atropellado en Brasilia: Dilma Rousseff abandonaba forzada el poder por la mañana y los nuevos 23 ministros de Temer tomaban posesión de sus cargos por la tarde. Ayer fue una jornada más tranquila, pero no mucho menos importante: tras el primer consejo de ministros del nuevo gabinete, los miembros más relevantes del Ejecutivo desfilaron ante la prensa para dar cuenta de sus prioridades, que no son otras que las económicas.

El primero en aparecer fue el ministro de Economía, el alabado por todos Meirelles, mimado por los mercados, pero también presidente del Banco Central de Brasil en la era Lula. El nuevo timonel de la maltrecha economía brasileña aseguró, terminante, que hay que cambiar “de rumbo” para salir de la crisis.

Insistió mucho en que aún carece de datos, que aún es pronto para hacer predicciones con un poco de seriedad, pero añadió que es imprescindible una reforma de las pensiones.

Eliseu Padilha anunció que la intención del Gobierno es recortar cuatro mil puestos de contratados en la función pública. Y añadió que el momento es alarmante, que Brasil atraviesa “la peor crisis económica de su historia”.

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