La memoria de lo que ocurrió en Hiroshima “no debe desvanecerse nunca”. El presidente de EU, Barack Obama, rindió ayer en esa ciudad un conmovedor homenaje a los cerca de 140 mil muertos que dejó la primera bomba atómica, y a todos los caídos en las guerras.
Ante varios representantes de los hibakusha, los supervivientes, el primer presidente de EU en ejercicio en visitar el escenario de la bomba que lanzó su país el 6 de agosto de 1945 volvió a reiterar su llamamiento a un mundo sin armas nucleares y a que la humanidad aprenda de sus errores para evitar nuevas guerras.
Acompañado del primer ministro japonés, Shinzo Abe, y en medio de un completo silencio en el Parque Memorial de la Paz, el presidente estadounidense depositó una corona de flores ante el cenotafio y guardó unos segundos de silencio. Un momento cargado de emoción para los supervivientes, muchos de los cuales habían perdido ya la esperanza de llegar a ver en vida una escena así. Al fondo podía verse la Cúpula de la Bomba Atómica, el edificio en ruinas que sirve como recordatorio de lo que pasó hace 71 años.
“En una mañana clara y sin nubes, la muerte cayó del cielo y el mundo cambió”. Había amanecido la era nuclear, y se había demostrado que “la humanidad tiene los medios para autodestruirse”, comenzó Obama. “¿Por qué hemos venido a Hiroshima? Venimos a meditar sobre una terrible fuerza liberada en el pasado no tan distante. Venimos a rendir homenaje a los muertos”. “Sus almas nos hablan, nos piden que miremos para dentro, que analicemos quiénes somos”.
El presidente estadounidense había dejado claro que no pediría disculpas, y no las pidió. Tampoco, en su mensaje en favor del desarme, quiso hacer referencia a conflictos del presente. El entorno era solemne, casi como una iglesia laica, y Obama optó por pronunciar un discurso de corte espiritual, casi lírico, en el que apeló a los mejores instintos del ser humano. El mandatario empleó la palabra “moral” en varias ocasiones y enlazó la propuesta que lanzó en su discurso de Praga en 2009 sobre el desarme nuclear.
Para conseguir esa meta, declaró, “debemos cambiar la manera de pensar misma del mundo”.

El abrazo de un hibakusha

Una imagen, más que cualquier otra, recordará la presencia de Barack Obama en Hiroshima. Al término de la ceremonia, Obama se fundió en un abrazo con un anciano japonés de traje gris, de aspecto frágil y deshecho en lágrimas.
Obama aludió en su discurso al trabajo de este superviviente de la bomba, Shigeaki Mori. “El presidente hizo el gesto de irme a abrazar, así que nos abrazamos”, declaró Mori, que sólo tenía ocho años el día de la tragedia.
Este hibakusha era un niño de ocho años cuando cayó la bomba en aquel 6 de agosto de 1945. Salvó la vida por pura casualidad: cuando ocurrió la explosión, estaba cruzando un puente con un amigo. Cayó al río, una circunstancia que le protegió del calor extremo y le salvó la vida. 

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