En la colonia Cuesta Blanca, entre baldíos y calles irregulares, se ubica el Centro de Rehabilitación de Alcoholismo y Drogadicción (CREA), donde se anexan jóvenes de bajos recursos que intentan resolver una problemática de adicción.
Si algún transeúnte se acercara a uno de sus muros, justo al mediodía, escuchará decenas de voces clamando al cielo salud, con oraciones y alabanzas.
Según refiere Dalia Alcaraz Tórres, directora del CREA, la droga de impacto en el anexo es el chemo y el crystal.
“Chin… su ma…”, es la expresión que usa Paloma cada vez que reincide en el consumo de crystal, una palabra anunciada cada vez que muestra inestabilidad en sus emociones y le precede a un periodo de éxtasis, llanto y dolor.
“El crystal me deja una sensación indescriptible. Uno cree que uno puede controlar la droga y no, nada es normal desde que empiezas a drogarte. Estoy fastidiada de vivir en un proceso, pero afortunadamente tengo la oportunidad de tratarme en una casa de rehabilitación. Desde que llego aquí me siento a salvo, nos tratan bien. Aquí llegué con delirios, pesando 50 kilos, ni podía caminar, ahora después de dos meses ya peso 70 kilos”, relata Paloma, quien comentó que desde el 2012 consume crystal.
En el anexo, Paloma es la Jefa de Internas y cuando es liberada del centro, “en la vida de afuera” es una madre de 30 años que sufrió una ruptura con el padre de su hija. Desde hace 4 años que sus días los reparte entre estancias en el anexo y periodos largos en la casa de su madre, soliendo reincidir. “Allá afuera se nos señala, discrimina, aquí no, aquí nos tratan bien, aquí Diosito te trae para restaurar tu vida”, señala Paloma, quien confiesa que pese a que su vida es dura, afortunadamente tiene un oficio para el sustento económico, ya que en el CREA permanecen anexados casos aún más crudos.
Confirma que la droga de impacto es el crystal, que son comunes los casos de jóvenes que en situación de calle o violencia, no tienen más remedio que robar para el consumo.
En la actualidad el CREA tiene 75 personas anexadas, de los cuales 6 hombres y 3 mujeres son menores de edad.
Dalia Alcaraz Torres comparte el caso de Carlos, un menor de edad al que no le gustaban las reglas y después de fugarse en su casa terminó vagando, adoptando las costumbres de la calle, en donde se hizo adicto. Ahora tiene 15 años, se refiere que robaba para sobrevivir y que cuando fue anexado afirmó: “Me gustó andar en la calle y el vicio”.
Mientras tanto Paloma, como buena Jefa de Internas, seguirá coordinando a las menores hasta que llegue el día en que se le autorice volver a la vida a de afuera. Para ella su hermano es su ejemplo, “es un poco más grande que yo, también fue adicto, estuvo anexado 8 veces en 5 años. Ahora viene solo a compartir su experiencia y apoyar en la rehabilitación”.