Aunque en Guanajuato el porcentaje de la población que vive en pobreza disminuyó en los últimos dos años, el reporte del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval) reveló que en este mismo periodo aumentó la cantidad de guanajuatenses que enfrentan pobreza alimentaria.
De acuerdo con el reporte del Coneval en el 2012 se registró en Guanajuato un millón 617 mil habitantes con carencia por acceso a la alimentación, mientras que en 2010 había 294 mil menos.
El informe presentado ayer por el Coneval señala que Guanajuato ocupa el séptimo lugar a nivel nacional con el mayor número de población en pobreza y el noveno en pobreza extrema.
Mientras que en 2010, 48.5% de la población -lo que representaba 2 millones 703 mil personas- se consideraba en situación de pobreza, para 2012 disminuyó a 2 millones 525 mil, 44.5% de la población.
En 2012 se reporta una disminución de 178 mil personas en pobreza, con lo que Guanajuato está por arriba de estados como Oaxaca, Michoacán y Guerrero.
Por lo que respecta a la pobreza extrema, la población guanajuatense que enfrenta esta condición pasó de 469 mil en 2010 a 391 mil en 2012.
Para esta medición, el Coneval se basa en la Ley General de Desarrollo Social (LGDS), la cual establece indicadores como el ingreso corriente per cápita, educación, acceso a servicios de salud, a la seguridad social, calidad y espacios de la vivienda, acceso a servicios básicos en la vivienda, acceso a la alimentación y grado de cohesión social.
Se considera población en pobreza aquella que tiene al menos una carencia y percibe un ingreso inferior a la línea de bienestar, cuyo valor equivale al costo de las canastas alimentaria y no alimentaria juntas, en el caso de la urbana 2 mil 329 pesos al mes y en la zona rural a mil 490 pesos.
A nivel nacional el número de personas en situación de pobreza fue de 53.3 millones en 2012, mientras que en 2010 fue de 52.8 millones.

Sobrevivencomo puedencon $700

Juan Miguel Barbosa Pérez trabaja como velador en una empresa particular en el Centro y su sueldo mensual es de dos mil 200 pesos, por lo que él y su familia sólo disponen de 700 para comidas y productos básicos.

Con su esposa, Sandra Puga Saavedra tiene dos hijos: Jessica de casi cinco años, quien no acude a la escuela, pero esperan que lo haga en un futuro cercano, y Juan Miguel, de un año y medio, que por su edad, demanda productos como leche y pañales, lo que le resta dinero al presupuesto de cada mes.
Los mil 500 pesos restantes del sueldo del jefe de familia se destinan al pago del terreno que compraron por 52 mil pesos en la colonia Cerrito de Guadalupe, atrás de la zona de Las Joyas, en el que pretenden fincar, por lo menos, dos cuartos para protegerse del frío y las lluvias.
El cuarto donde habitan, de no más de tres metros cuadrados, fue levantado con pedazos de madera y lámina y cubierto por bolsas de plástico o lonas, por lo que hay orificios en el techo que permiten el paso de las gotas de lluvia hasta mojar la tierra que tienen como alfombra en todo el dormitorio.
Dentro, todo el mobiliario es una colchoneta donde duermen el matrimonio Pérez Puga y Jessica, una cuna blanca de plástico, donde lo hace Juan Miguel y un mueble del mismo material que usan a manera de mesa para colocar la comida del día.
Sobre la comida, dijo Sandra, el menú diario que comúnmente se sirve en el ‘humilde hogar’, como ella lo describió, son frijoles y sopa, ya que la carne y el huevo son lujos que muy rara vez alcanzan a darse.
Los servicios básicos como agua, luz o gas no existen en su vivienda, y es la suegra de Juan Miguel Barbosa quien les permite bañarse o cocinar en su casa, que se ubica a tres calles de donde se encuentra el recién adquirido terreno.
Pero de unos meses para acá, la madre de Sandra se vio en la necesidad de cobrarles por estos servicios, pues su situación económica también es crítica debido al avanzado cáncer que su esposo padece.
Ni Juan Miguel ni Sandra están inscritos al IMSS, porque, dijo ella, no tienen los papeles necesarios, por lo que un imprevisto, como fue la repentina diarrea y deshidratación de su bebé, puede alterar completamente la precaria economía familiar, por el gasto para adquirir los medicamentos necesarios.

Trabajan y comencuando hay chance

Salvador Calixto es albañil por temporadas, no tiene un empleo fijo pues obtiene un lugar para trabajar en las obras sólo cuando se entera de la vacante.

Durante sus temporadas de trabajo gana hasta 200 pesos diarios, pero también ha llegado a estar hasta tres meses desempleado por lo que recolecta botellas de plástico para conseguir dinero.
Mantiene a su familia, que la integran su esposa, que es desempleada y sus cuatro hijos de entre tres y nueve años.
Todos los pequeños van a la escuela porque Salvador considera que los estudios serán la única herencia que podrá dejarles, además del terreno que compró en la colonia San Juan de Abajo, donde fincó dos cuartos, uno para recámara y otro como cocina.
Ya son cerca de seis años que él y su familia tienen viviendo sin gas, luz ni agua en su casa; cocinan y calientan los alimentos en una olla de tamaño medio sobre leña o cartón en fuego, método que enfermó a su esposa de los pulmones y que molesta, también, a algunos vecinos.
Contó que desde el sábado pasado lo único que han podido comer son bolillos y agua caliente con café, pero que son los frijoles lo que comúnmente mata el hambre de la familia.
Salvador Calixto vive el día a día preocupado por llevar algo de comer a su casa, ha dejado de gastar en ropa o cobijas, aunque no olvida que también es una necesidad de su familia.
Las botellas de plástico que colecta las guarda en costales hasta que el peso sea de aproximadamente un kilo; por cada costal le pagan entre cuatro o cinco pesos, por lo que debe conseguir hasta 150 kilos para que el pago valga la pena.

Apenas les quedapara alimentarse

Un sueldo de dos mil 250 pesos a la quincena mantiene a la familia Estrada González, formada por siete integrantes, el matrimonio, sus cuatro hijos y una nieta de dos años.

Aunque puede considerarse como sueldo promedio de la clase media-baja, apenas y les alcanza para que la familia, que vive en Las Joyas en la casa construida con láminas, pueda subsistir, pues gran parte del sueldo del señor Estrada se gasta en leche, pañales o medicamentos para su nieta.
El hogar, de tres recámaras, fue cimentado sobre un terreno que les fue prestado hace ya casi diez años.
Frijoles y pastas forman el menú que se sirve en la cocina de esta casa, que consta de tres hornillas que calientan el par de ollas donde se prepara la comida del día.
Beatriz González contó que de sus cuatro hijos, sólo una tiene estudios, aunque se truncaron al terminar la primaria, y ninguno de los otros estudió porque ella y su esposo consideraron que sería mejor opción que trabajaran aunque, hasta ahora, ninguno haya conseguido empleo.
El único servicio con el que cuentan, de manera formal, es la luz eléctrica, ya que el gas lo compran de manera ocasional y el agua la almacenan en tambos cuando las pipas municipales visitan la colonia.

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