Este año Ofelia decidió vestirse con una túnica similara a la  de Jesús del Calvario y así ataviada recorrió la serie de peregrinaciones y rosarios que marcó la ruta de la tradicional visita de la imagen a diferentes templos, colonias y rancherías.

Su vocación por el Cristo del Calvario la hizo enaltecerse y sonreir en actitud de una fina respuesta a los cuestionamientos de sus hijas adolescentes: “¿Mamá que no te da pena andar en la calle vestida así?”. 

Es el primer año que Ofelia viste con la túnica púrpura para los festejos religiosos que iniciaron en el 1779, sin embargo cuenta que en sus 57 años de vida, la relación con esta imagen de Cristo ha sido estrecha.

A Ofelia le parece inolvidable que sus vecinas le hayan llevado la imagen en procesión de Nuestro Padre Jesús del Calvario hasta la huerta en donde vive.

Relata que ese día su esposo, un lechero de la comarca, cuidaba de ella debido a un accidente en el hogar que la había dejado en cama por días; la imagen entró hasta la habitación, con respeto y solemnidad le colocaron la corona que porta la representación de Cristo. Ofelia agradecida, en un instante que hizo íntimo, le pidió salud a su Dios sagrado.

Hija de un campesino adorador, desde su infancia ha acudido año con año a los festejos religiosos de mayor tradición en Lagos, encuentra en el sentido sagrado de la imagen de lo que ella denomina su “Padre Chuy” un verdadero espíritu protector que la acompaña cuando la vida le ha sido dura.

Confiesa que se hizo adoradora después de que su esposo fue atropellado.

“Vino un sacerdote a decirme que mi esposo ya nunca iba a caminar por todas las placas y fierros que tuvieron que ponerle. La señora de la huerta nos pedía la casa porque él ya no iba a poder trabajar. No dejé de llorar, le prometí a mi ‘Padre Chuy’ que si lo levantaba yo iba a peregrinar descalza y así fue”, recordó la entrevistada.

“Después, una de mis hermanas murió cuando acababa de nacer su hijo, falleció y dejó chiquillos a sus otros 5 hijos. Su esposo se la agarraba a golpes, puede y que por eso se haya muerto. Yo me tuve que quedar con todos sus hijos”, añadió.

Para Ofelia, el haber contraído matrimonio con su buen esposo es uno de esos tantos milagros, con 25 años de lechero y un sueldo precario ha sobrellevado los gastos de sus 12 hijos, entre los de su mujer y los que abandonó el padre de su cuñada muerta. “Él nunca me ha agarrado a chicotazos como a muchas, tampoco anda de borracho”, agregó. 

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