En una mañana cualquiera, entre semana, Alex Toussaint, un instructor de ciclismo estacionario en Peloton, dio la bienvenida a su clase de spinning al ritmo de hip-hop de los 90. Había 50 personas presentes y más de 200 que se conectaban desde todo Estados Unidos.
Peloton, un estudio de spinning neoyorquino también hace las veces de foro de grabación. Se trata de un salón de fitness que ofrece clases vía streaming a miles de usuarios que las siguen a través de tabletas especiales montadas en sus bicicletas.
Mientras Toussaint impartía la clase, con frecuencia volteaba a una de las cuatro cámaras colocadas por todo el estudio. Dio palabras de aliento a los ciclistas en casa, ya sea llamándolos por sus nombres verdaderos o sus nombres de usuario. Más tarde ese día, cualquiera con una bicicleta Peloton podría sintonizar en repetición la clase de Toussaint, una de las más de 3 mil que ofrece la compañía.
La propuesta
El fitness de lujo, representado por compañías pequeñas que se enfocan en un tipo de rutina de ejercicio, es el segmento de más rápido crecimiento de la industria del acondicionamiento físico. Pero tiene sus limitantes -específicamente, la ubicación, el precio y la disponibilidad de clases-. Una nueva camada de negocios, entre ellos Peloton, busca echar mano de la tecnología para llevar rutinas de lujo a usuarios, donde sea que se encuentren, a precios al alcance del bolsillo.
Peloton tiene miles de clientes pero sólo un estudio de spinning. John Foley, su cofundador y director ejecutivo, no la ve como una compañía de fitness sino como una compañía tecnológica, en parte porque, además de producir y vender sus bicicletas, también crea la computadora de tableta que tiene integrada y el contenido complementario.
La idea para Peloton se le ocurrió a Foley luego de que se convirtió en padre. No tenía tiempo para hacer ejercicio, y cuando sí lo tenía, a menudo descubría que las clases en estudios de spinning estaban agotadas o se ofrecían en horarios inaccesibles.
Cuando investigó equipo para ejercitarse en casa, todo lo que vio fueron aparatos. “Lo que el consumidor quiere, lo que hace que la gente se vuelva adicta a estas clases, así sea yoga, boot camp, spinning, entrenamiento por intervalos de alta intensidad o lo que sea, es el ambiente de grupo”, dijo Foley, que anteriormente trabajó en el lector electrónico Nook, en Barnes & Noble. “Son las otras personas, el instructor, la música y la motivación”.
Otras compañías, como Daily Burn, Qinetic y FitFusion ofrecen a los miembros clases de entrenamiento vía streaming gratis o por una pequeña cuota mensual.
Estas compañías ofrecen lo que se podrían llamar servicios de fitness virtual, explicó Dana Macke, analista en Mintel, una firma de investigación de mercado.
Macke señaló que la mayoría de estos servicios de video tenía una desventaja: una falta de interacción. Compañías como Yogaia, con sede en Helsinki, Finlandia, han solucionado al menos en parte este problema al permitir que los instructores vean a los alumnos y les den indicaciones durante clases en vivo.
Physique 57, un estudio de rutinas inspiradas en barra de ballet, ahora utiliza una combinación de gimnasios físicos, donde las clases cuestan unos 30 dólares cada una, y video sobre demanda, por una suscripción mensual de unos 30 dólares.
Cody es un servicio de fitness vía streaming que inició como una red social, en el 2013, y tiene 100 mil usuarios con membresía pagada.
“Una vez, una persona tomó una clase desde una estación meteorológica cerca del Polo Norte”, dijo Pejman Pour-Moezzi, cofundador de Cody, vía correo electrónico. “Y hay una comunidad activa de mujeres en Arabia Saudita que también toma clases”.
Ethan Agarwal, director ejecutivo de Skyfit, una app con una variedad de clases de fitness en audio, señaló: “Creo que hay un mercado en gran medida sin explotar de personas que hacen ejercicio solas, pero que necesitan orientación, o que apreciarían recibir algo de entrenamiento, pero por alguna razón no pueden tenerlo ahorita. Allí entramos nosotros”.

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