Siempre voy a agradecerle a mi padre que me enseñó de buena música y así no sólo aprendí de grupos y cantantes, aprendí de pensadores, de revoluciones, de literatura y poesía, aprendí a pensar por mi misma, a expresarme y a analizar más allá de lo que se ve, de la superficie. Bob Dylan marcó una época, no una moda.

Con el Nobel de Literatura otorgado a este cantante y compositor por la Academia Sueca, los puristas han salido a demeritar el trabajo de años de Dylan, quien no sólo se preocupó por llegar a los primeros lugares en las listas de los más sonados sino de emitir un mensaje, algo que muchos cantantes y compositores han olvidado.

Dylan fue un digno representante de su generación, pues en esos años, por allá de los 60´s y 70´s, los jóvenes tenían un hambre furiosa porque personajes como él los expresaran, que no anduvieran aparentando ser interesantes, sino que actuaran, que gritaran con el privilegio de tener un micrófono frente a ellos y a millones de personas viéndolos, las injusticias que se cometían, la desigualdad, la pobreza y la tortura que viven a diario las personas más vulnerables en el mundo.

Siempre se ha visto a los poetas, a los escritores, incluso a los rockeros como gente que se envuelve en disturbios, en drogas y alcohol, como si estos vicios no estuvieran presentes en todas las clases sociales y tribus dentro de la misma comunidad, adinerados o pobres, todos se han empinado un vasito de tequila o un buen vaso de cerveza fría.

Aún así, tipos como Bob Dylan se tomaron en serio su trabajo, escribiendo letras que incluso llegaron a ponerlos en situaciones de censura, de cancelaciones de presentaciones, porque siempre hay alguna letra, alguna frase que pone incómodo a más de uno, al que no hace lo que debe.

Siempre voy a agradecer a mi padre, porque acercarme a la música rock fue una forma en que se encendió mi mente, en que se agudizaron mis sentidos, escuchando a tipos como Dylan, que aprovecharon su genialidad para comunicar lo que todos estaban sintiendo, lo que todos estaban pensando, que en medio de la represión, no temieron sobresalir y representar a toda una generación.

Incluso, la preparación se ve en sus letras, saber que todos estos rockeros, compositores, poetas y músicos tomaron libros, los marcaron escritores de su época que tampoco se andaban por las ramas, que escribieron la realidad de sus naciones, de sus ciudades, la realidad que veían y experimentaban en sus calles.

Por puristas como los que hoy critican el premio Nobel de Literatura entregado a Bob Dylan, los libros se ven como un privilegio para ‘inteligentes’, haciendo sentir inferiores a quienes tal vez deban dar una segunda relectura a grandes libros, a quienes se les complica leer pero disfrutan de la lectura. Los puristas encerraron nuestra cultura, la encadenaron a sus exigencias dementes de ser sólo ellos quienes tengan la ‘verdad absoluta’ y de ser sólo ellos quienes pueden criticar, calificar, aprobar o reprobar.

Rockeros han escrito verdaderas odas, poemas a la vida, a la desigualdad que provocan una identificación tan profunda y real que las hacemos parte de nuestra vida, una motivación para iniciar el día laboral o el tratamiento para cuando nos sentímos tristes, porque nos identificamos, porque lo entendemos, porque lo hacemos nuestro, porque es real.

Grande Bob Dylan, bien merecido.

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