Un paseo por Nimes bien puede iniciar en el Centro de la ciudad, donde decenas de tiendas -a lo largo de corredores peatonales- ofrecen una gama de productos exquisitos: diseños textiles de estilo indio y asiático en vestidos y blusas, artículos para la casa y perfumes con aroma de flores provenzales, pinturas en lienzos y platos, así como quesos, mantequillas y pan para disfrutar en la caminata.
La constante en esta ciudad es el agua, ya sea en enormes fuentes, como las del bello circuito Quai de la Fontaine o las de la Torre del Reloj, que emana desde el piso y dibuja una línea de varios metros donde muchos niños se divierten. Al lado de este sendero, las madres de los pequeños compran en tiendas de tradición nimeña, como Cacharel o L’Occitane.
Estas dos marcas fueron fundadas apenas el siglo pasado, pero la región tiene una historia de exportación de moda muy antigua. La mezclilla con la que se hacen los jeans, por ejemplo, delata su origen en el nombre: Denim, o sea, “de Nimes”. Desde el medioevo, esta tela se utilizaba, por su precio y resistencia, en velas de barco, sábanas y ropa; fue el bávaro Levi Strauss quien la popularizó en el oeste de los Estados Unidos y, posteriormente, el mundo.
A cuatro cuadras del centro comienzan los Jardins de la Fontaine, al pie del monte Cavalier. Aquí, cada semana se reúnen grupos de sexagenarios a jugar Petanque; lanzan pesadas esferas metálicas del tamaño de una pelota de beisbol, con la intención de quedar lo más cercanos a un objetivo marcado, una especie de “rayuela”.
La Petanca, conocido también como Boule Provençale, se juega en el sur de Francia desde hace aproximadamente siete siglos; la reunión actual de jugadores puede apreciarse como una ventana al pasado y un espectáculo en sí mismo.
Pero no sólo los mayores acuden aquí; en este parque público, de los primeros en su tipo en Europa -construido en 1745 bajo el mandato del rey de Francia Luis XV- todos los residentes de la ciudad han vivido alguna historia.
“Este parque es parte de la vida de los nimeños, sin excepción alguna. Es el corazón de nuestra ciudad, el manantial, la fuente, la historia. Cuando algunas personas dejan la ciudad, lo que más extrañan es dar una caminata por los jardines o sentarse junto a su árbol favorito, el testigo de su infancia”, relata Johanne Godard, profesora de primaria en Nimes.
La profesora Godard, de plática melancólica pero ánimo vibrante, persigue a su grupo de cuarto año en los jardines. Los niños consideran aburrido el Petanque, así que eligieron jugar carreras o guerritas de agua; los más traviesos ya mojaron a algunos compañeros, pero nadie se ha molestado porque, con en sol en lo más alto, sólo quieren refrescarse. 
Un poco más arriba, entre estatuas, jarrones, puentes, pasillos y escaleras estilo Luis XV, se esconde una de las reliquias del lugar: el Templo de Diana -algunas teorías sostienen que más que templo, pudo ser una biblioteca-, que data de la época de inicios del Imperio Romano, cerca del año 27 a.C.
Frente a éste, algunas burbujas emergen; el manantial dedicado en épocas romanas al dios Nemauso (de donde Nimes tomó su nombre) sigue llenando las fuentes de la ciudad. Las aguas son verdes y vivas; fluyen desde este monte, pasan bajo los canales y los visitantes las observan mientras reciben el sol con parsimonia.
En la punta del monte Cavalier, los árboles de la gran explanada dan sombra a algunos pintores; al final del sendero emerge la Torre Magna -previa al mundo romano, pero remodelada en épocas del emperador Augusto-, que vigila la ciudad desde el punto más alto.
Esta torre, a la cual Víctor Hugo y Georges Brassens dedicaron poemas, puede visitarse hasta su punto más alto, a 32 metros, y desde ahí observar Nimes: el Centro Histórico, los edificios antiguos y también el distrito financiero y las zonas residenciales modernas.
El mirador muestra en un mapa la localización de los edificios que aún existen y también los que sólo se conocen por registros históricos, como la muralla de la ciudad, de la cual sólo quedan un par de puertas y fragmentos repartidos por la periferia.
Ahí, mientras recuperan el aliento que las escaleras les han robado, algunos turistas discuten fantasías de soldados romanos que entran por la ciudad; otros abundan sobre los visitantes célebres que ha tenido Nimes.
“Leí que Jean-Jacques Rousseau, Alexandre Dumas y George Sand tuvieron cariño por estos jardines, ahora comprendo por qué. Te conectas con la naturaleza y sientes un ánimo de divinidad”, cuenta Andrea Vacca, un italiano estudiante de artes plásticas.
El joven observa con atención a los niños que corren y a las parejas que pasan el día acostados en el pasto, anota algo en su libreta y, después de un rato, baja las escaleras; tal vez ha encontrado la inspiración que en esta milenaria ciudad parece emanar como agua.

Guía práctica

UBICACIÓN
Nimes está al sur de Francia, a 50 kilómetros del Mediterráneo y a medio camino entre España e Italia.

CÓMO LLEGAR
Aeroméxico vuela directo de la Ciudad de México a París. En la capital gala se puede tomar el tren de alta velocidad a Nimes; el recorrido dura tres horas.
A partir de septiembre, cuando comience a operar la nueva ruta de alta velocidad de Barcelona a París, se podrá llegar sin escalas a Nimes, que quedará a tres horas de ambas ciudades. Mientras tanto, hay que hacer una breve escala en Figueras (España).

DÓNDE ESCAPAR
Se recomienda improvisar visitas a Marsella, Montpellier, Avignon o Tolón, ciudades a tan sólo minutos en trenes de alta velocidad. Con la compañía Rail Europe se pueden adquirir pases que permiten viajar -por días, semanas o meses- a destinos ilimitados en tren, ya sea de velocidad normal o alta.

QUÉ COMPRAR
Los productos provenzales exaltan los sentidos. La vista, con hermoso arte regional plasmado en telas para vestir u óleos decorativos; el olfato, con aromas florales en perfumes o aromatizantes de hogar, y el gusto, con quesos, vinos, aceites o crepas.

QUÉ VER
La película en 3D “Héroes de Nimes” se presenta en la Maison Carrée todos los días; en ella se escenifica la historia de momentos importantes en la vida de la ciudad, desde los gladiadores peleando a muerte, espadachines y paladines a caballo en torneos de honor hasta toreros que todavía ven acción en el anfiteatro Les Arènes.

Les Arènes: la plaza donde se torea al tiempo

Francia es el segundo país taurino de Europa. Y en Nimes está el escenario más importante para la celebración de espectáculos taurinos en territorio galo: Les Arènes.
Se trata de un anfiteatro romano, construido en el año 27 a.C., en el que la fiesta brava tiene un bastión de gran relevancia, desde 1863.
Torear en Nimes representa para los toreros hacerlo ante una afición exigente, entendida pero también muy entregada, que es capaz de llenar las 17 mil localidades del coliseo ¡dos veces al día! 
Esto ocurre durante mayo o septiembre, época de las ferias de Pentecostés y Vendimia, respectivamente. Es entonces cuando se organizan corridas de toros por la mañana y por la tarde, en las que las figuras de todo el mundo se disputan las palmas de los aficionados.
Y desde que su actual empresario taurino, Simón Casas, es el organizador de estas festividades, incluso hay noches en que se dan novilladas (festejos para toreros principiantes); así que Le Arènes permanece abierto 16 de las 24 horas de un día.
Entrar al anfiteatro es traspasar, como en una máquina del tiempo, la historia. Emocionante es caminar por sus túneles, de piedra y lodo hechos. Al final de ellos, aguardan 34 gradas en donde el público puede disfrutar del espectáculo.
Tratando de no violar el aspecto natural del coliseo, las gradas son irregulares y a los túneles apenas le han puesto una tenue luz artificial, casi como la del fuego con el que se iluminaba en la antigüedad.
Contra la costumbre, el escenario taurino es elíptico, no redondo como el de la mayoría de las plazas de toros.
Nimes ha llegado a ser de tanta relevancia que es una de las pocas plazas del mundo donde los matadores confirman la alternativa (doctorado taurino), como se hace en Las Ventas, de Madrid, y la Plaza México, en el Distrito Federal.
Una plaza exigente
Los toros de lidia que ahí se juegan son grandes, y los triunfos, nada fáciles. La pista taurina de Nimes solamente tiene dos puertas de acceso; una, ancha y alta, que es la de cuadrillas, toriles, picadores y arrastre; la otra, muy bajita, llamada la de los Cónsules, es por donde salen los matadores triunfadores, obligados a cortar cuando menos tres apéndices y no dos, como en la mayoría de las plazas.
Les Arènes ha sido escenario de importantes corridas. Una de ellas, quizá la más famosa, fue la del 16 de septiembre de 2012, cuando uno de los toreros más mediáticos de la historia -y que curiosamente no habla con los medios-, José Tomás, lidió en solitario seis astados a los que les cortó nueve orejas e indultó a uno, otorgándole por éste, dos orejas y un rabo simbólicos.
La tarde fue de tanto calado que se han escrito no sólo páginas completas en todos los diarios del mundo, sino hasta un libro de la hazaña.
Antes, después y entre cada una de las corridas, que se celebran en mayo o septiembre, época de las ferias de Pentecostés y Vendimia, respectivamente, las calles alrededor del coliseo son una algarabía: miles de aficionados llegan desde temprano a ocupar sitios en los restaurantes, las carpas y en las banquetas para disfrutar de la gastronomía francesa y la música española de paso doble, interpretada por diferentes bandas de músicos de todas latitudes, que recorren las calles desde la mañana y hasta la noche.
Esas verbenas mágicas que propician la actitud festiva de los feriantes no se entenderían sin la champaña, que en Nimes es casi tan común y barata como aquí el agua.
El calor que produce la burbujeante bebida, combinada casi siempre con refrescos de sabor, no hace necesario, a veces, que sea utilizada la cubierta y la calefacción con la que cuenta el anfiteatro, y que se adaptó para conciertos y aislados festejos taurinos, celebrados en Invierno.
De esta forma, la tauromaquia une el pasado y el presente, en Nimes.
Los toreros mexicanos han sido triunfadores en la pista de Les Arènes.
En este siglo han actuado cuatro de los más destacados matadores en la actualidad: Eulalio López “Zotoluco”, Joselito Adame, Arturo Macías y Diego Silveti hijo.

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