León tiene a nivel nacional la mayoría de los grupos de autoayuda de Comedores Compulsivos Anónimos.
En total hay en la ciudad 23 de estos grupos, mientras en el resto del País hay 17 más que trabajan con el programa HOW, que son las iniciales de Honesty, Open-mindedness, Willingness (Honestidad, Mente abierta y Voluntad), que sintetizan su filosofía de trabajo.
La mayoría de los grupos funcionan en salones prestados de templos.
Especialistas consultados por AM advirtieron que la conducta de comer compulsivamente no puede ser modificada sólo con fuerza de voluntad.
Explicaron que para superar esta conducta se requiere un plan integral con asesoría de psicólogos, pues perder el control en la forma de comer se puede deber a la necesidad de llenar vacíos emocionales.
El programa HOW es para toda la vida, lo cual también es cuestionado por los especialistas.
El programa
Los grupos de Comedores Compulsivos iniciaron en Phoenix, Arizona, en 1979. Los fundadores son Fred y Helaine, quienes crearon un programa para la recuperación de la adicción de la comida.
Coco, una de las cofundadoras de los grupos en León, conoció este sistema de atención a las adicciones mientras vivió en California.
El programa HOW tiene 500 miembros a nivel nacional, de los cuales entre 350 y 400 están en León.
Su trabajo se basa en 12 pasos y 12 tradiciones de Alcohólicos Anónimos.
El trabajo es a largo plazo y se debe asumir que es “un enfermo” toda la vida.
En las reuniones no hay profesionales especializados, se ayudan unos a otros a mantener el objetivo del grupo: dejar de comer compulsivamente. El programa los enseña a controlar la ansiedad y comer sanamente. El grupo ayuda en conjunto.
Dentro del programa utilizan herramientas que se complementan: plan alimenticio, pesar los alimentos, hacer tres comidas diarias y tomar medidas.
En la alimentación, deben eliminar de su dieta el alcohol, harina y azúcar refinada.
Se realizan tres reuniones semanales por grupo. El anonimato es la base fundamental de los pasos de recuperación; está prohibido mencionar lo que se habla en las reuniones.
Los grupos cuentan también con talleres y meditación para completar el programa; la espiritualidad es fundamental, aunque no hay una religión impuesta. Sólo se les pide a los asistentes que deben creer en un ser superior para poder avanzar.
El servicio es gratuito, aunque se hace la sugerencia al interior de cada reunión de una aportación voluntaria.
Dentro del trabajo que hacen, promueven el respeto, tolerancia, paciencia, honestidad y disciplina.
’No es sólo fuerzade voluntad’
La recuperación de un trastorno alimenticio es posible, pero depende mucho de la motivación y el esfuerzo de la persona, reconoció Mónica Irene Franco Moreno, psicóloga clínica del Centro Integral de Salud Mental (Cisame).
Dijo que los grupos de autoayuda funcionan, aunque tiene que ser un tratamiento alternativo. La persona tiene que estar inmersa en un tratamiento psicológico, psiquiátrico, farmacológico y nutricional. Si sólo se trabaja con grupos de autoayuda, existen más riesgos que beneficios.
“El trabajo en conjunto debe ser con la familia del paciente. Aparte de la terapia familiar, debe recibir una terapia individual, en conjunto a la familia darles psicoeducación, que conozcan acerca del trastorno”, explicó la especialista.
Uno de los principales mitos a vencer, añadió la psicóloga, es que la gente no se recupera, que sólo aprende a manejar y controlar su forma de comer compulsivamente.
“La responsabilidad no depende únicamente de la persona que tiene el trastorno por atracón, tiene mucho que ver con el manejo de la ansiedad, generalmente estos pacientes se encuentran en ambientes ansiógenos (que generan angustia)”.
Por ello, consideró que se debe involucrar a la familia en el tratamiento.
“Si no se involucra a la familia, cuando el paciente regrese a su ambiente, de todas formas ahí estará la raíz del problema”.
Se debe entender -añadió- que es una enfermedad que va más allá de la simple voluntad y el deseo, como plantean los grupos de autoayuda.
Explicó que de la totalidad de pacientes que padecen trastornos alimenticios, existe un elevado porcentaje -alrededor del 70%- que en algún momento de su vida cambia su conducta: de comer compulsivo a bulimia o anorexia.
De acuerdo con la experiencia de la especialista, el comer sin control lo causa el sentir autoestima atacada, la presión de la familia por el peso y por la figura. Un simple comentario puede desencadenar el trastorno.
Insistió en que los atracones son una enfermedad que se debe tratar, pero de manera integral, no sólo con grupos de autoayuda.
Es dañina dependencia
Ariel Rodríguez Vázquez, doctor en Psicoterapia Gestalt, afirmó que cualquier tratamiento que se plantee para toda la vida está mal.
“Cualquier proceso de psicoterapia tendría que buscar ser lo más breve posible y darle a las personas las herramientas, para que no dependa en ningún caso”, expuso el especialista.
Dijo que un buen terapeuta que sea ético, desde el comienzo debe mostrar las herramientas con las que ayudará a resolver el problema.
“En la medida en que la persona hace conciencia de que de ella viene su debilidad, tiene cada vez más herramientas para poderlo controlar”.
La dependencia no es un buen signo de una terapia, opinó el doctor. “Esa es una de las debilidades y los cuestionamientos de esas metodologías”.
La recomendación del doctor para las personas con trastornos alimenticios es reconocer que necesitan ayuda, dejar de lado las justificaciones e identificar que uno mismo es la fuente de la neurosis.
Consideró que la conducta de comer compulsivamente tiene componentes de inseguridad, ansiedad, baja autoestima, asociados con una percepción enferma o distorsionada de la realidad.

Recupera la salud

Hace seis meses, Mary se integró al programa de Comedores Compulsivos.

La mujer, de 62 años de edad, confiesa que se sentía llena de odio y resentimientos, pero que gracias al trabajo en grupo aprendió a perdonar.
Mary ha bajado 14 kilos y asegura que su vida ha cambiado, física y espiritualmente.
Rosario, de 45 años, se acercó al programa a través de una vecina, quien lucía delgada y con una actitud positiva.
En una primera ocasión que se sumó al grupo, logró bajar 50 kilos.
Por situaciones personales se separó del programa, pero hace 10 meses decidió regresar y desde entonces ha bajado 50 kilos.
Su retorno fue porque quería superar la angustia y depresión que sufría en su vida diaria.
“Regresé para recuperar la salud”, afirma convencida.
Para ella, la recuperación es equilibrar los acontecimientos de cada día y cambiar sus hábitos alimenticios.

Pierde kilos y salva la vida

Lupita tiene 48 años y su problema de sobrepeso inició cuando tenía 12.

Ella atribuye su problema a un entorno familiar complicado, pues su mamá satisfacía las emociones a través de la comida.
Buscó ayuda en el programa de Comedores Compulsivos y logró bajar 50 kilos.
Sin embargo, esa pérdida de peso le ocasionó un desajuste metabólico, ya que no llevaba el plan adecuadamente en los tres niveles.
Paulatinamente se fue recuperando y permanece como integrante activa del grupo.
Irene es otra comedora compulsiva que ha seguido con éxito el programa de HOW.
Ella ha perdido 19 kilos en un año nueve meses. Había intentado bajar de peso con otras opciones, pero fracasaba.
La primera vez que se sumó al programa HOW, logró bajar 25 kilos.
Cuando se casó, su esposo también era comedor compulsivo, y eso la llevó a subir 102 kilos. Su vida era ingobernable, dijo Irene; tenía enfermedades a causa de sus problemas de peso, por eso su retorno al programa “me salvó la vida”.
Estaba a punto de divorciarse y sentía que su vida no tenía sentido.
Su esposo también se integró al programa y logró bajar 35 kilos. La relación como pareja ha mejorado; su marido cambió su actitud, pues antes tenía un carácter explosivo e intolerante, mientras que ella era débil para enfrentarlo.

Rescatan matrimonio

Reyna se acercó al grupo de Comedores Compulsivos porque le deprimía su forma de comer: comía a todas horas, se sentía triste, vacía, sin sentido en su vida.
El deseo de salvar su matrimonio fue lo que la motivó a integrarse al grupo.
Asegura que a través del tratamiento, su vida ha cambiado; cuando comenzó a trabajar en su cambio, notó que también se vio reflejado en su familia.
Durante el proceso, ha bajado 14 kilos. Actualmente trabaja por mantener su peso.
“El proceso no fue fácil, pero vale la pena”.
Manuela, de 34 años de edad, también se sumó al grupo de Comedores Compulsivos porque tenía problemas en su matrimonio.
El tratamiento, la ha cambiado para bien.
Afirma que la relación con su familia e hijos ha mejorado, y durante el tratamiento ha bajado 8 kilos.
“Si estás bien contigo, puedes estar bien con todos”.

LA META: 30 DÍAS DE ABSTINENCIA

Un grupo de 18 hombres y mujeres se reúnen cada semana, buscando la fortaleza que necesitan para trabajar con sus problemas emocionales y de sobrepeso.
Cuando se ingresa al espacio destinado para la reunión, ubicado en la colonia San Felipe de Jesús, hay una persona que recibe a los invitados.
El encargado de la junta va marcando la pauta para el desarrollo del tema.
La reunión comienza de manera puntual a las 7 de la tarde, con una oración.
Luego viene una charla para reforzar los instrumentos del programa, analizando de manera personal si se aplican a la vida diaria.
También se repasa el plan de alimentación.
A lo largo de la reunión, los participantes, opinan del tema desde su experiencia personal, de cómo lo han aplicado y de cómo les ayuda, fortalece y anima a seguir adelante en la recuperación de su problema de comer sin control.
El coordinador invita a ser honesto para reconocer si se está llevando al pie de la letra el programa.
La invitación constante de dar testimonio de cómo el programa los ha cambiado, es parte del análisis que se hace durante toda la sesión.
El grupo reconoce la ayuda de un ser supremo en la recuperación y en el trabajo diario del programa.
Después de un receso de 10 minutos, se realiza una colecta (la aportación es voluntaria) y se presenta a los nuevos integrantes del grupo.
En esta segunda parte de la reunión se invita a que los asistentes den testimonios del programa en sus vidas. Sólo pueden compartir su experiencia las personas que ya hayan cumplido la meta de 30 días de abstinencia de consumir harinas, azúcares y alcohol.
El tiempo para compartir es cronometrado, de tan sólo tres minutos.
Las personas que son de nuevo ingreso son retiradas del grupo para ofrecerles información del trabajo que se desempeña en Comedores Compulsivos Anónimos.
Al término de la reunión, todos se unen de las manos y comparten una oración. Se animan a seguir adelante, se abrazan y comparten frases de aliento; invitan a los nuevos integrantes a regresar a una nueva plática.
Los nuevos integrantes del grupo deben elegir un padrino que los asesorará y acompañara en los primeros 30 días del proceso de cambio de alimentación o abstinencia.

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