Conocí a Eric Uribares en la primera lectura de mis cuentos en México por allá por el 2003 o 2004. Fuimos discípulos del taller del desaparecido maestro Raúl Parra; él asistía al de la UNAM y yo al de Casa del Lago. Recuerdo que en el Péndulo de Polanco compartimos el sofá (ya se prescindía del incómodo presidium), y también que Eric llegó ataviado con una máscara de luchador que mantuvo en su cara hasta que todos nos fuimos, por lo que me fue imposible reconocer su rostro. Leímos dos cuentos; él Ladrones de dinosaurios, que dio nombre a su libro de relatos publicado por Ficticia en 2012, y yo El héroe, que acaba de ser antologado en el Solo Cuento VIII de la UNAM. La máscara obedecía a un cuento titulado Santo contra los párvulos, que no leyó esa noche, pero que luego me compartió a través de un correo electrónico donde firmaba como Julian Sorel, así que por un tiempo consideré que aquel era su nombre artístico. Traigo a colación este encuentro porque desde entonces me pareció un narrador brillante, de una luminosidad como pocos he conocido entre los cuentistas actuales, tan afectos a la amargura y los efectos caliginosos.
Me dio mucho gusto recibir un ejemplar de Las conspiraciones fallidas su más reciente libro, ganador del premio nacional Narrativa Sonora 2015 y editado hace un par de meses por Paraíso perdido de Antonio Marts. Ocho relatos que condensan muy bien su estilo que satiriza a carcajadas nuestra sociedad y sus luchas muy en apariencia, revolucionarias. Destaco dos relatos, el heterotópico “Selfie”, mi general, y Crímenes en caoba, una tragedia construida sobre un tríptico de voces que a pesar de la dureza de su contenido está envuelta en esa luz que mencionaba anteriormente, deslindada del cinismo. Su actitud hacia la escritura aquilata la contingencia para proponer un juego permanente al lector. Uribares corretea a sus conspiradores en las vecindades de la Ciudad de México, el metro de Madrid o las selvas del sureste y, al igual que en Cazadores de dinosaurios, gusta enseñarle la lengua a la literatura académica o solemne. Qué mejor ejemplo que las viejecitas que secuestran a Carlos Fuentes en Conspiraciones en la región más transparente.
Si desea conocer más de este autor, en especial de su ritual antirulfiano para empezar a escribir, le recomiendo leer las Conspiraciones fallidas, y/o dar una vuelta en:
http://blog.editorialparaisoperdido.com/tag/eric-uribares/
Le aseguro que no se arrepentirá.
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