El presidente electo Donald J. Trump ya ha construido un muro -no en la frontera con México, sino en el límite de su exclusivo campo de golf en el noreste de Escocia, bloqueando la vista al mar a residentes locales que se negaron a vender sus hogares.
Y luego les mandó la factura.
David y Moira Milne ya habían sido amenazados con acciones legales por los abogados de Trump, quien reclamaba que una esquina de su garaje le pertenecía a él, cuando llegaron a casa  después del trabajo encontraron a personal del magnate construyendo una reja alrededor de su jardín. 
Dos filas de árboles crecidos siguieron después, bloqueando la vista. Su agua y líneas de electricidad fueron cortados temporalmente. Y luego una factura por 3 mil 500 dólares llegó por correo, la cual, dijo Milne, fue directo a la basura.
“Ves, México tampoco pagará”, dijo Milne, consultor de salud y seguridad y novelista de medio tiempo, refiriéndose a la campaña de Trump prometiendo construir un “muro hermoso, impenetrable” a lo largo de la frontera y forzar a los mexicanos a pagar por él.
Los Milnes ahora tienen una bandera mexicana en su casa de la colina, anteriormente una estación de guardacostas que mira hacia la casa de club de Trump International Golf Links, cada que Trump visita.
Así hicieron Susan y John Munro, quienes también se negaron a vender y ahora enfrentan un muro de arcilla de casi 4.6 metros construido por la gente de Trump en dos lados de su propiedad.
Michael Forbes, un trabajador de cantera cuyo hogar está del lado opuesto de la propiedad de Trump, agregó una segunda bandera -”Hillary para presidente”- tal vez porque Trump lo acusó públicamente de vivir “como un cerdo” y lo llamó una “desgracia” por no vender su casa “desagradable” y “como un tugurio”.
Mientras muchos norteamericanos están tratando de descubrir qué tipo de presidente acaban de elegir, la gente de Balmedie, una pequeña villa afuera de la alguna vez rica en petróleo ciudad de Aberdeen, dice que tiene una muy buena idea. En los diez años desde que Trump visitó por primera vez, prometiendo construir “el campo de golf más grande del mundo” en un sitio ambientalmente protegido que incluye dunas de arena de 4 mil años de antigüedad, lo han visto arremeter contra cualquiera que se cruce en su camino. Dicen que lo han visto ganar apoyo público para su campo de golf con grandes promesas, luego lo vieron romperlas una por una.
Una prometida inversión de mil 250 millones de dólares se ha encogido a lo que sus oponentes dicen es cuando mucho 50 millones de dólares. Seis mil empleos han disminuido a 95. Dos campos de golf, a uno. Un hotel de ocho pisos y 450 habitaciones de lujo que nunca se materializó, al igual que 950 departamentos de tiempo compartido. En su lugar, una casa señorial existente fue convertida en un hotel boutique de 16 habitaciones. Trump International Golf Links, el cual abrió en 2012, perdió 1.36 millones de dólares el año pasado, de acuerdo a cuentas públicas.
“Si Norteamérica quiere saber lo que viene, debería estudiar lo que pasó aquí. Es predictivo”, dijo Martin Ford, representante del gobierno local. “Acabo de verlo hacer en Norteamérica, en una mayor escala, precisamente lo que hizo aquí. Embaucó a la gente y embaucó a los políticos hasta que obtuvo lo que quería, y luego retrocedió en casi todo lo que prometió”. 
Alex Salmond, ex primer ministro de Escocia cuyo gobierno otorgó a Trump un permiso de planeación en 2008, anulando a funcionarios locales, ahora concede el punto, diciendo: “Balmedie obtuvo 10 centavos por dólar”.
Sarah Malone, quien ganó la atención de Trump luego de ganar un concurso de belleza local y ahora es vicepresidenta de Trump International, disputó algunas de las cifras públicamente discutidas sobre el proyecto, diciendo que Trump invirtió unos 125 millones de dólares y que el campo de golf ahora empleaba a 150 personas.
“Mientras otros proyectos de golf y descanso fueron archivados debido a una falta de fondos”, dijo, “Trump siguió adelante con sus planes y ha puesto la región en el mapa de turismo global, y este resort juega un papel vital en la prosperidad económica del noreste de Escocia”.
Salmond dijo que el impacto de Trump en los negocios en Escocia actualmente puede ser netamente negativo porque sus comentarios xenófobos han horrorizado al establishment escocés tanto que es poco probable que el Royal & Ancient Golf Club of St. Andrews, conocido simplemente como R&A, otorgue próximamente a su otro campo de golf escocés, el mundialmente conocido Trump Turnberry, otro prestigioso torneo de golf como el Open.
Trump, cuya madre emigró de Escocia a Nueva York en 1930, nunca mostró ningún gran interés en su lugar de nacimiento. Pero en 2008, el mismo año que solicitó permiso de planeación en Balmedie, visitó la cabaña enguijarrada en la Isla de Lewis en Escocia Occidental donde ella creció.
Luego de surgir de su jet privado y entregar copias de su libro “Cómo volverse rico”, se dice que le dijo a los locales cuán escocés se sentía. “Me siento muy cómodo aquí”, dijo Trump antes de pasar menos de dos minutos con sus sobrinos en la granja de su madre, reportó en ese momento The Guardian. Luego de tres horas su jet había partido.
La visita claramente no impresionó a Ford, entonces presidente del comité de planeación en el consejo de Aberdeenshire, el cual negó a Trump permiso para su campo de golf por motivos ambientales. Las dunas antiguas, concluyó el comité, eran un “sitio de interés científico especial”, o como Ford lo puso, “el equivalente escocés de la selva tropical amazónica”.
Al final, fue Salmond, un autodescrito fanático del golf cuya circunscripción electoral incluye Balmedie, quien vino en defensa de Trump, otorgándole permiso para proceder en “interés de la economía nacional”.
Ocho años después afirma que Trump le tomó el pelo: “Si, sabiendo lo que sé ahora, tuviera la habilidad de regresar, reescribiría esa página”, dijo Salmond.
Trump luego se peleó con Salmond, primero porque se negó a desalojar a residentes y luego por sus planes de instalar turbinas eólicas en el mar a un par de kilómetros del campo de golf de Trump.
“Si Escocia no detiene esta insana política de obsoletas turbinas de viento que matan aves, el País será destruido”, escribió Trump en Twitter en 2014.    
En una investigación parlamentaria sobre energía renovable en 2012, Trump advirtió que Escocia se metería en “serios problemas” si continuaba construyendo turbinas de viento. Al preguntársele qué evidencia tenía, dijo, “yo soy la evidencia”.
Hasta hace seis años, los Munros podían mirar por su ventana de la cocina y ver 16 kilómetros a través de la tierra abierta todo el camino hasta el faro de Girdleness del otro lado de Aberdeen. Ahora miran la berma de arcilla de casi 4.6 metros construida por la gente de Trump. 
“Tiene algo con los muros, ese Trump”, dijo Munro. “Espero que Norteamérica tenga una mejor experiencia que Balmedie”. Traducción: Jéssica de la Portilla Montaño.

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