A pesar de no ser un gran aficionado a la literatura de terror, ni frecuentar las salas de cine para ser asustado por efectos especiales, o aturdido por los gritos de las víctimas de asesinos seriales, me dio mucho gusto leer a Valentín Chantaca, joven escritor de Colima. Su ejemplar de cuentos, Narraciones para leerse con la luz apagada (Pearson, 2016), ilustrado por Rosaura Muñoz, abreva en los grandes clásicos de terror en cuanto al estilo y la disposición de las atmósferas y personajes, para presentarlos con historias originales a un público juvenil. Y en esto hay que hacer hincapié en que aunque clasificados como literatura para jóvenes, el trabajo que Chantaca realiza con el lenguaje es capaz de deleitar a lectores de cualquier edad, con una mezcla extraordinaria de léxico y cadencia que las hace muy aptas también para ser leídas en voz alta y con la luz encendida.

En su trabajo desfilan homenajes y aprendizajes de los grandes maestros, Poe, Maupassant, Lovecraft, Quiroga, Cortázar y King, con temas ancestrales como la posesión demoniaca, las brujas, los fantasmas, los seres monstruosos, las tinieblas… Chantaca esgrime también una gran capacidad para administrar los silencios en sus narraciones que, como en las óperas de Wagner, abisman al auditorio hacia lo más hacia las profundidades más oscuras del ser humano. No importa si se trata de la riña entre dos hermanos polleros (no los de la frontera, sino los matarifes), la ventana de un departamento que funge como portal entrada a deidades ancestrales (guiño a HPL), el miedo de un extraño nieto a su monstruosa abuela, o la máscara exótica que no debe ser comprada, los cuentos seducen por su forma de narrar sobrecogedora y directa. El relato Raquel, por ejemplo, asombra por su brevedad y la precisión de sus elipsis, una perla escalofriante.

Si pensamos en los gustos juveniles actuales y en aquel mantra tan controvertible de que los jóvenes no leen, me gusta pensar que libros como Narraciones para leerse con la luz apagada, constituyen una excelente propuesta de autores mexicanos con gran futuro para un público que busca verse reflejado en literatura de calidad. Ojalá muchas de nuestras escuelas tomaran esto en cuenta.

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