Al paso de los años, en México, se ha dado un sinfín de tradiciones y costumbres, pero ¿alguien en realidad sabe el origen de éstas? Deseo aplicar esta pregunta a las denominadas pastorelas, que son “[…] breves escenificaciones donde se adora al recién nacido niño Dios” (Villegas, 1992: 25). Este episodio nos recuerda la caminata que emprendieron, hace 2016 años, varios pastores para ver el nacimiento del niño Jesús. Claro, no es lo único que se puede decir de ellas, su origen viene de la época Medieval, pero al momento de la conquista de América se transporta esta tradición a nuestro país: “Durante el período de la evangelización de la Nueva España, la iglesia transformó la celebración azteca en cristiana. Fue en 1530 cuando Fray Juan de Zumárraga organizó en Tlatelolco la representación de la Farsa de la Natividad Gozosa de Nuestro Salvador, antecesora de las tradicionales pastorelas” (Lozano, 1967: 130).
Todos conocemos la historia de las pastorelas. Éstas dan inicio cuando unos pastores, tras los sabios de Oriente, que a su vez van en pos de una estrella en el firmamento, emprenden la búsqueda del Salvador para adorarlo; no obstante, en el camino encuentran, a su paso, ciertas tentaciones que les pone Lucifer, conocido también como Mefistófeles, Satanás o, simplemente, el Diablo. Antes, justo cuando empezó esta tradición —no hay registros muy concretos de la fecha—, se decía que las pastorelas eran un motivo de burla, a veces, incluso llegaban a ser muy vulgares y con vocabulario subido de tono. En cierta forma la iglesia estaba en descontento con esta práctica, ya que en un principio se pensaba que era una adoración al nacimiento, pero los sacerdotes se dieron cuenta que más bien se usaba como burla y comedia hablando sólo del mal, provocando carcajadas al público. “Siendo uno de los cargo de nuestro pastoral ministerio promover el culto divino […] nos vemos precisados […] a procurar el remedio de algunos abusos que advertimos en
la próxima festividad […] lo que lejos de contribuir a la veneración y adoración del misterio, es causa de muchos desórdenes y pecados” (Ramos, 1998: 125).
Aunque no fue lo único que se dijo de éstas, claramente no se detuvo su práctica, ya que se disfrutaban y, hasta el día de hoy, yo he sido testigo de muchas representaciones que considero exquisitas y de mi agrado. Entonces, ¿en qué han cambiado las pastorelas? Principalmente en los personajes y en las ambientaciones. La metáfora de sustituir un personaje de las pastorelas originales —como son el diablo, la virgen, los reyes o los pastores— por personas reales, individuos de la vida cotidiana, es un claro ejemplo. Finalmente, como ya lo mencioné, muchos de nosotros desconocíamos sus orígenes, sin embargo, éste no fue motivo suficiente para no volvernos parte de la celebración. Lo que es verdad es que las pastorelas forman parte de nuestra historia y han sido tan populares que incluso su práctica ha pasado de generación en generación. A pesar de que las pastorelas han cambiado en muchos aspectos, debemos tenerlas en nuestra alma y disfrutarlas siempre, verlas y reír un rato.
Bibliografía
Lozano, T. (2007). Catemos al alba. México: Universidad de Nuevo México.
Ramos, M. (1998). Censura y teatro novohispano. México: CONACULTA/INBA.
Villegas, A. (1992). La pastorela de don Florencio. México: Universidad Autónoma de Nuevo León.
Érsase una vez en una pastorela
Kassandra Jocelyn Torres Bernal