Más vale no embelesarse tanto con el entorno porque, un paso en falso fuera de los senderos, y una laguna puede ser la que abrace al huésped. Así de cerca está la naturaleza en Mayakoba, un complejo de lujo en Riviera Maya, Quintana Roo.
Aquí, tres alojamientos (Rosewood, Fairmont o Banyan Tree) están comunicados por un sistema de canales navegables y comparten un campo de golf, sus piscinas, la playa y un pueblito, creando una placentera conexión entre el lujo y lo salvaje.
La aventura inicia desde el acceso sobre la carretera, con un camino laberíntico custodiado por árboles (como el chechén y el jabín. Sin importar la hora, el calor y la humedad se fusionan, y esa ligera lluvia que dio la bienvenida al resort, apenas sirvió para refrescar por unos instantes.
De la recepción a las habitaciones, con el mar y la arena a solo unos metros de distancia, el huésped tiene la alternativa de abordar un bote, y en escasos 10 minutos percibir los distintos microclimas que hay en la zona.
Si se fija la mirada en la orilla del canal, la adrenalina puede elevarse por la presencia de cocodrilos de no más de un metro (cuando superan ese tamaño son retirados del resort). Sereques y mapaches también habitan el lugar, aunque no buscan contacto con los visitantes. Además, en lo profundo de la selva, se alcanza a escuchar ocasionalmente a los monos aulladores.
Carritos de golf y bicicletas BMW son los otros medios de transporte para alcanzar alguno de los nueve restaurantes del complejo, tres por alojamiento.
Hora de degustar una langosta con mantequilla de especias del chef Eric de Meyer en el restaurante Brisas, de Fairmont; ensalada de pulpo con atún del chef Juan Pablo Loza en Agave Azul, de Rosewood, o un rollo california temaki a la parrilla con ternera del chef David Andrews en Tamarind, de Banyan Tree.
Como postre, una caminata. A donde se mire, el paisaje resalta con intensos colores: arriba, el cielo y las nubes se mezclan; al frente, convive la vegetación con las aves, entre ellas el pájaro reloj y la chara yucateca; abajo, el agua cristalina permite ver el fondo y los peces que nadan hacia todas direcciones.
Como si se tratara de pequeñas islas, algunas habitaciones se distinguen a la distancia, incrustadas entre un mundo de ramas. Con un pequeño muelle que da hacia la laguna, varias presumen un relajante jacuzzi, perfecto para dejar los problemas a muchos kilómetros de distancia.
Con el paso de las horas, el silencio es inevitable, excepto por el rítmico oleaje que puede percibirse incluso desde algunos hoyos del campo de golf.
El azul del cielo diurno se despide, pero el brillo se mantiene a través de las cientos de estrellas que titilan y observan cómo el lujo y la selva hacen que descansen profundamente los visitantes, justo antes de la próxima aventura.
SOBRE AVISO
IDEAL PARA: parejas que gustan del lujo y la naturaleza en el mismo lugar.
PASA DE LARGO SI:
prefieren enfocarse en los atractivos turísticos de la región; el complejo está diseñado para pasar todo el día en él.
LO IMPRESCINDIBLE:
disfrutar del jacuzzi al aire libre que hay en la habitación mientras se escucha el canto de las aves.
EL DETALLE:
en carrito de golf, bicicleta o caminando se puede llegar a las zonas comunes del complejo, como restaurantes, spas y el campo de golf. Cualquier servicio se carga directamente a la cuenta de tu hotel.
EL PLUS: tomar una clase de tiro con arco en un campo equipado con cuatro objetivos y arcos de diferentes potencias y flechas compatibles.
LA PIEDRITA EN EL ZAPATO: Hay que considerar que, aunque no es común, el paso de la fauna a las habitaciones no está bloqueado, por lo que iguanas y mapaches pueden dar un ligero susto, no así cocodrilos.