Una de las mejores cosas del fin de semana es que tenemos tiempo para echarnos la siesta. Esta siempre es buena, excepto cuando se usa para contrarrestar problemas de descanso nocturno.
Un descanso (breve) es eficaz para cargar las pilas y tener energía lo que resta del día. El doctor español César Morcillo, destaca los beneficiosos efectos sobre la salud de esta costumbre: “Reduce la presión arterial, disminuye el riesgo de accidentes cardiovasculares y aumenta la velocidad para resolver tareas”.
Sin embargo, no pocas veces ocurre que nos despertamos tarde y sumidos en profunda pereza. Eso habría cambiado si en vez de sucumbir a la siesta nos hubiéramos tomado un café, pero este brebaje es incompatible con dormir…, ¿o no? Quizá tenemos que empezar a desterrar la idea.
Un estudio realizado por el psiquiatra David F. Dinges, de la Universidad de Pennsylvania (EU), demostró que la cafeína era eficaz para rebajar la sensación de flojera que muchas veces aparece después de una siesta.
En los noventa, un estudio titulado Supression of sleepiness in drivers: combination of caffeine with a short nap, (“Supresión de la somnolencia en conductores: combinación de cafeína con una breve siesta”), realizado por la Universidad de Loughborough (Reino Unido), concluyó que tomar una taza café justo antes de dormir por la tarde hace que, al despertar, nos sintamos mucho más activos y productivos.
El experimento consistió en someter a doce personas (conductores) con signos de cansancio a tres tratamientos distintos. Un tercio de ellos se echaron una siesta, otro grupo tomó una taza de café (tipo americano, 200 mg de cafeína) o un placebo descafeinado, y el resto, combinaron el café y la siesta.
Media hora más tarde, todos ellos fueron invitados a manejar un simulador de conducción durante dos horas. El resultado no pudo ser más sorprendente: los que menos errores cometieron fueron los que combinaron café y siesta.
Mejor juntos
Lo habitual es pensar que la ingesta de cafeína interfiere en la conciliación del sueño, y sí lo hace. Pero no de forma inmediata. Y esta es la cuestión: debemos hacer coincidir el momento en que aparecen los primeros efectos excitantes de la cafeína con el final de la siesta.
Para la neurofisióloga Sonia Montilla, “casi el 100% de la cafeína ingerida es rápidamente absorbida en el tubo digestivo, aumentando su concentración en el plasma sanguíneo a su nivel máximo en unos 20 o 30 minutos”. Transcurrido ese período “aumentan los niveles de alerta, se reduce la sensación de cansancio y fatiga y se incrementa la capacidad de esfuerzo intelectual, al mismo tiempo que se mantiene el estado de vigilia a pesar de la privación del sueño”, describe Montilla.
Así que la clave está en activar la alarma del móvil para que suene 20 minutos después del último trago de café. “Si entramos en la fase REM del sueño, que comienza pasado ese período, la recuperación será tan larga que ya no será posible disfrutar de una siesta higiénica”, advierte Francisco Mora, profesor de Fisiología y autor del libro “Cuando el cerebro juega con las ideas” (Alianza Editorial).
Eso sí, el doctor amplía los requisitos de la siesta perfecta y los condiciona al cumplimiento de factores como “escoger un lugar tranquilo, silencioso y con un ambiente agradable y evitar al máximo los ruidos y la claridad”.
Haga caso a su cuerpo
La siesta no es otra cosa que el mecanismo que tiene el cerebro para bajar unos grados su temperatura y así recuperar el estado óptimo para reemprender con energía las tareas vespertinas.
Para Francisco Mora, coautor del libro The Hot Brain: Survival, Temperature, and the Human Body, “la siesta es algo para lo que el hombre está genéticamente programado”.
El ser humano se caracteriza por ser homeotermo, es decir, por mantener su temperatura corporal dentro de unos límites. Ahora bien, a lo largo del día esa temperatura oscila y el organismo trata de controlarla de diversas maneras. Y, una de ellas es la siesta. Así lo explica Mora: “Hacia las 4 de la mañana el cerebro comienza a funcionar y con ello, también se inicia su calentamiento, que será continuado hasta las 2 de la tarde, aproximadamente. Llegado ese pico, el cerebro inicia un proceso de enfriamiento para poder retomar sus funciones en perfectas condiciones. Ese descanso del cerebro es la siesta”.