La altitud de las montañas de Colorado y el clima seco son dos factores que regalan la famosa nieve llamada powder: ligera, formada por copos pequeños, como polvo.

“Colorado tiene una de las mejores nieves del mundo”, destaca Joan Peypoch, esquiador desde los 3 años y socio fundador de la agencia Ski Madness.

Esta preciada nieve se disfruta en sus 26 áreas de esquí y resorts que en conjunto suman poco más de 16 mil hectáreas de terreno. Es el más extenso de Norteamérica, señala el sitio oficial de turismo del Estado.

Para gozar de acción en las pistas, recorridos en snowmobiles, tratamientos de spa, museos, tentadoras compras y gastronomía (con infaltable cerveza artesanal), aún hay tiempo. Por ejemplo, en Telluride Ski Resort la temporada termina el 3 de abril y en Aspen Snowmass concluye el 16 del mismo mes. 

Aspen es todo un clásico: sus cuatro montañas, boutiques de lujo, galerías y restaurantes dan motivos para siempre querer volver. Telluride, por otro lado, propone una experiencia más íntima; de entrada, no se necesita esperar mucho para subir a las góndolas y telesillas.

Muchos de los destinos de nieve en este Estado son auténticos pueblitos, ex mineros o vaqueros, que se han rescatado y son muy bonitos, añade Peypoch.

Además, anualmente los resorts y empresarios locales invierten millones de dólares para mantenerse a la vanguardia y reinventar la experiencia, apunta Marco Aguilar, director de TravelPie y representante de Aspen Snowmass en México.

La mayoría de los complejos cuentan con escuelas e instructores que incluso hablan español, donde niños y adultos, principiantes y expertos son bien recibidos en lecciones grupales o individuales.

Independientemente del resort elegido, con algo se puede contar: lo que hace amar Colorado, más allá de sus paisajes, es su atmósfera relajada y la calidez de quienes conviven con los viajeros.

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