Durante su vida, José Cardiel Loza ha tenidos tres consejos para sus hijos y sus nietos: no dejar de soñar, hacerse responsable de lo que se hace y trabajar muy duro.
Bajo esos principios, “Don José”, como cariñosamente es llamado en el Centro Gerontológico del Barrio de San Juan de Dios, mantiene una mente lúcida y un cuerpo saludable a los 92 años de edad.
Nació un 16 de junio de 1921, en el emblemático Barrio de San Juan de Dios, para mudarse al Barrio de Guadalupe y finalmente a la colonia San Nicolás donde actualmente radica con su hija.
Su historia de lucha comenzó a los 12 años de edad, cuando quedó huérfano y tuvo que abandonar la escuela para dedicarse a aportar dinero a la casa de la abuela.
“Mi papá se volvió a casar un año después, yo viví con mi abuelita y tuve que dejar la escuela para ayudar. Podría decir que mi vida está llena de muchas anécdotas que ocurrieron cuando yo era joven. Nos gustaba la ‘milonga’, el pasarla bien con los amigos, el vino y así se te pasa la vida, así la pasé cuando a los 30 años me casé con una muchacha de rancho, a la que quise mucho”, platicó.
Don José no aparenta su edad, culpa a los genes de tan vigorizante estampa, se mantiene activo con el baile, la lectura y sus ganas de demostrarse que a pesar de lo que digan puede cumplir sus metas.
“Yo tenía mucho tiempo libre y dije: ¿por qué no estudiar?, lo único que veo es que no hay muchas oportunidades para trabajar, pero eso no me para”, aseguró.
Durante su juventud practicó el beisbol, natación, ciclismo; trabajó desde pequeño como pespuntador, oficio que aprendió de su padre y que le sirvió para criar seis hijos: Rafael, Arturo, Angélica, Francisco, Paty y Lourdes. Ahora tiene 12 nietos y 4 bisnietos.
“Mi esposa falleció hace más de 10 años y fue un paso difícil, mis hijos me siguen visitando y aunque a veces hay problemas les he dejado como consejos respetar a sus mujeres y dejar los problemas fuera de la casa”.
Don José tiene, además de ganas, una mentalidad emprendedora y es lo que trata de enseñar a sus descendientes: que no se les cierre el mundo y valorar lo que ahora tienen.
Sobre la decepción y la crisis de la edad, Don José opina que nada es más incierto que la vida, nadie la tiene comprada, ni sabe cuándo ni dónde la abandonará, por eso trata de aferrarse al momento y vivir seguro viajando en su bicicleta.
“Hace poco me empezaron a dar vértigos, a mí nunca me había pasado nada, bueno, una vez me operaron de una hernia que no tenía y hasta en el lado equivocado, fuera de eso no me había pasado nada más que estos mareos que pareciera estuviera borracho, a veces me siento más seguro viajando en mi bicicleta que caminando”, compartió.
Para él, la vejez no es cuestión de piel arrugada ni líneas de expresión, sino de actitud: “Cuando llego aquí siempre les digo que hace falta más ambiente, fiesta, festejar todos los días a cualquier santo, tengo unas ganas inmensas de viajar más, de disfrutar mi etapa”.
Entre sus frases favoritas se encuentran: “El respeto al derecho ajeno es la paz”; “Ser responsable de sus actos” y “vivir y leer lo más que se pueda”.
“Tengo una pequeña biblioteca, me gustan mucho las historias de aventura, creo que ya mi vida es una aventura, me gusta mucho bailar, platicar, demostrar que se puede salir adelante, sólo si uno quiere y tiene las ganas”.
El gusto por el arroz con camarones y el chorizo es su debilidad, además de una que otra práctica de beisbol, de la natación se olvidó ya que considera pasó su momento.
“Mi papá murió a los 86 años, pensionado, ahora siento que los viejitos vivimos otro momento al de antes…antes éramos vistos como simples muebles, hoy ya hay posibilidades de tener contacto con otras personas, de platicar y motivos para vivir”, finalizó.
La rutina de Don José inicia muy temprano, cuando toma su bicicleta, la encadena y mantiene activa su mente con los ejercicios del centro gerontológico, como éstas hay otras cuatro casas que atienden a adultos mayores y les ayudan durante el proceso de la vejez.
Para Don José, todos tenemos una misión, la de él es mantenerse jovial para que cuando los más chicos lo vean les dé ganas de llegar a ser lo que es él: un adulto mayor con ganas inmensas de seguir viviendo.

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