En el año en que los Atlanta Falcons desperdiciaron una ventaja de 25 puntos y perdieron el Súper Bowl y el París Saint Germain permitió tres goles del Barcelona en los últimos siete minutos para irse de la Champions, el británico Kris Meeke estuvo a punto de “cruzazulearla” de forma legendaria.
Piloto de Citroen, con apenas tres victorias previas en el Campeonato Mundial de Rally, Meeke pasó el susto de su vida en plena terracería guanajuatense. Un despiste a metros del final casi le cuesta perder el Rally México 2017, pero su instinto y una buena dosis de fortuna lo devolvieron al camino justo a tiempo, para ganar la tercera etapa del Campeonato Mundial.
Meeke, ese norirlandés de aspecto frío, cuya piel alguna vez fue completamente blanca, pero hoy está curtida por miles de horas de sol a bordo de su auto, ese piloto del que casi nadie hablaba previo al Rally, conquistó la ruta mexicana con marca de tres horas, 22 minutos y cuatro segundos.
Apenas 13 segundos de ventaja sobre Sebastien Ogier, el tetracampeón mundial, quien por un segundo se sintió ganador, justo después de que Meeke se saliera del camino en los últimos metros de la ruta, llegando a Chichimequillas, comunidad de Silao.
La aventura
Meeke enfrentó ese tramo, el número 17 de este Rally, el último, con 31 segundos de ventaja sobr Ogier y un dominio total. Más temprano, ganó La Calera y encaró el final como un trámite. Grave error.
A un kilómetro de la meta, su Citroen saltó ligeramente tras pasar una curva hacia la derecha. Meeke perdió el control y se despistó. Tras derribar las cintas de protección, rozó el auto estacionado de un espectador y entró sorpresivamente a la zona de fanáticos.

De pronto, el líder del Rally estaba rodeado por autos de calle, estacionados casi al azar, con una que otra carpa y un laberíntico camino que naturalmente, no tenía señalización alguna.
“Tuve que usar mi instinto”, dijo Meeke más tarde, aún con altas pulsaciones sólo de recordar el momento de terror. A 35 kilómetros de ahí, en el Rally Campus de León, el equipo Citroen soltó un lamento que mezclaba maldiciones en francés e inglés. Para ellos, su piloto había volcado y el Rally estaba perdido.


Resulta que en la primera toma de televisión, en la transmisión en vivo del tramo, sólo se veía el camino girando; la visión daba vueltas entre maleza, con los autos de los espectadores como manchas que pasaban demasiado cerca y nada de información.
Más sorpresiva fue la siguiente toma, originada por la cámara del helicóptero que seguía a Meeke. El Citroen avanzaba y no sólo no había volcado, sino que buscaba una salida entre los autos de la gente. “Fueron segundos terribles para mí, pensé que todo se había ido y me preocupé pork Kris”, aceptó luego Ives Matton, director de la escudería.
Con la fortuna del campeón, Meeke encontró la ruta de regreso; su instinto le indicó cómo tomarla en el sentido correcto y aunque tardó en encontrar nuevamente la aceleración suficiente, se las arregló para finalizar el tramo.
De la ventaja previa de medio minuto, sólo quedaron 13 benditos segundos.
Y si alguna vez la Real Academia Española acepta el verbo “cruzazulear” para indicar los resultados deportivos que se frustraron increíblemente en el último segundo, seguro tomarán a Meeke no como ejemplo perfecto, pero sí como quien hace casi todo lo necesario para sabotearse la gloria por el puro gusto de sufrir.

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