La mañana de ayer, tras meses de declaraciones cruzadas, el presidente de Trump y el Papa se reuniron en el Vaticano. 

El Mandatario fue acompañado, entre otros, por su esposa, Melania, su hija, Ivanka, y el esposo de ésta, Jared Kushner. No se esperaba gran sintonía, pues ambos se encuentran en las antípodas ideológicas. 

La cara del Pontífice, siempre tan transparente, fue de extrema seriedad. Al final de la reunión, donde la ecología y la paz estuvieron muy presentes, el ambiente fue algo más relajado. “No olvidaré su mensaje”, prometió Trump al despedirse.

Francisco lo recibió minutos antes con un “encantado de conocerlo” y excusándose por no hablar bien inglés. 

En seguida se sentaron en la biblioteca privada y comenzaron una reunión a puerta cerrada que duró 27 minutos, con un intérprete: el Papa, todo el tiempo en español, y Trump, en inglés. 

Había cierta tensión. Discrepan en casi todas las grandes líneas de gestión del nuevo Gobierno de EU: medio ambiente, inmigración, venta de armas, neoliberalismo… 

No fue un encuentro largo, en especial si se compara con los más de 50 minutos que Francisco dedicó al predecesor de Trump, Barack Obama, con quien mantenía gran sintonía. “Es un gran honor para mí”, dijo Trump. El Pontífice no respondió y la puerta se cerró.

No trascendió el contenido de la conversación, y, teniendo en cuenta el reciente atentado de Mánchester, se supone que habrán intentado tender puentes por la paz y la lucha contra el terrorismo. 

De hecho, entre los regalos del Papa a Trump al final del encuentro, momento que suele usar para subrayar cuestiones tratadas, se encuentra su mensaje de las Jornadas Mundiales para la Paz, y un medallón con una rama de olivo grabada. 

“Es una medalla de un artista romano. Es el olivo, símbolo de la paz”, le dijo el Papa. Segundos después, insistió: “Se lo doy para que sea instrumento de la paz”. “Necesitamos paz”, contestó Trump.

Además, el Pontífice le entregó los documentos que ha elaborado en su papado. La exhortación apostólica Amoris Laetiia, el texto Evangelii Gaudium, y su encíclica sobre la ecología, Laudato Si. 

“Sobre la cura de nuestra casa común, el medioambiente”, subrayó Francisco. “Lo leeré”, le respondió Trump, que regaló al Pontífice una caja negra con libros de Martin Luther King. “Es un regalo para usted, libros de Martin Luther King, pienso que le gustará… espero que sí”, señaló.

El final de la reunión, cuando ambos mandatarios se vieron con el resto de la comitiva, fue mucho más distendido.  

La entrada de Ivanka en la sala y en especial la de la primera dama, Melania Trump, aligeró la plática y el humor. 

Ella, eslovena de influencia católica (no bautizada) que vivió un tiempo en Milán y habla algo de italiano, fue clave para ese distendimiento. 

Además, bromeó con el Pontífice sobre lo que come Trump: “¿Qué le da de comer? ¿Potizza?”, preguntó Francisco, en referencia a un dulce esloveno que le encanta.

En su breve visita al Vaticano, el Presidente también se reunió con el número dos de la Santa Sede, el cardenal Pietro Parolin, y con el secretario para las Relaciones con los Estados, una suerte de ministro de Relaciones Exteriores, monseñor Paul Gallagher. 

En el comunicado oficial del Vaticano, muy genérico, se reseñaron asuntos abordados. 

“Se manifestó el deseo de una colaboración serena entre el Estado y la Iglesia Católica en EU, comprometida en el servicio a la población en los campos de la salud, la educación y la asistencia a los inmigrantes. 

“Las conversaciones también han permitido un intercambio de puntos de vista sobre algunos temas relacionados con la actualidad internacional y con la promoción de la paz en el mundo a través de la negociación política y el diálogo interreligioso, con especial referencia a la situación en Oriente Medio y a la tutela de las comunidades cristianas”.

Leave a comment

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *