De hecho no me estoy refiriendo a “Cuando los hijos se van”, que originalmente fue una radionovela (1940) que se llevó a la pantalla con el mismo nombre en la época de oro del cine mexicano (1941) habiendo sido protagonizada por Sara García, Joaquín Pardavé, Fernando Soler, Emilio Tuero y Gloria Marín y que luego, en 1968, se volvió a filmar llevando como protagonistas a Amparo Rivelles, Alberto Vázquez, Alicia Bonet, Blanca Sánchez, Pancho Córdova, Malú Reyes, a los hermanos Soler (Fernando y Andrés), y habiendo sido dirigida por el otro hermano Soler: Julián.

Y para esto de los hijos, no es la primera ocasión que abordo este tema del futuro, ya que son el futuro de la vida y, ni qué decir, para el caso de los nietos. Para quienes hemos derramado alguna lágrima por su natalicio, preocupaciones por quebrantarse su salud o porque les sobrevivimos, tendremos una perspectiva más a lo que ya me he referido en otros artículos que he compartido como “Hijos Triunfadores” del 23.04.12; “Hijos Crecidos” del 23.06.14; “Los Hijos y Los Padres” del 25.05.15 y varios más.

Esta vez les comparto un texto que no es novedoso ni original pero que puede reforzarnos nuestras convicciones respecto al hecho de que los hijos no se van, sino que es la vida quien se los lleva.

Nosotros debemos aceptar el hecho de que tenemos a nuestros hijos para que, si con esa dicha contamos, se vayan después de ser criados, educados, instruidos, atendidos y muchos etcéteras más. Esa es nuestra realidad.

Llega un momento en que ya no somos su “centro”, como tampoco nunca fuimos sus propietarios aunque sí sus consejeros… cuando lo necesitaban, cuando lo querían o cuando nos obsequiaban su paciencia escuchándonos.

De hecho, cuando les crecen las alas, van a volar. ¿Qué tan lejos? ¿Quién lo sabe a ciencia cierta? Quizá ni ellos lo sepan.

Simplemente la vida se los lleva y nosotros esperamos que sea ya con las raíces crecidas y fuertes.

Ya lo que nosotros les ofrecemos les va quedando “chico”; sea alimentación, formación, protección; quieren crecer en “su” espacio, en su dimensión, solidificando su personalidad atentos a las bases educativas que les dimos. Es decir, pueden fortalecerlas imprimiendo el sello de su personalidad, o pueden cambiarlas radicalmente. Ya es “su vida”.

Buscarán o se toparán con un amor que los respete y que ellos respeten; que deseen compartir en paz y con la mayor armonía posible el tramo de vida que el destino les depare, con las altas y bajas que son parte de la vida misma.

Nosotros vamos dentro de ellos sin estar con ellos o estamos con ellos sin ir con ellos o estamos y vamos con ellos siempre pero ya sólo en su corazón y en su mente. Somos como la estela que va quedando tras la nave que se aleja; somos la oración que siempre los acompañará.

¡Qué más nos gustaría que nuestros hijos, cuando se van, piensen en regresar a nuestro lado! ¡Qué bueno que sea para conversar o, simplemente, para estar uno a lado del otro, con la mirada perdida en el horizonte, sin hablar, pero sabiéndose que ni estamos solos ni estamos los que estemos!

Universalmente les deseo, hoy y siempre, Salud, para que logremos nuestros objetivos en la vida. Fuerza, para que no nos desalentemos ante las adversidades y, Unión, para que no seamos divididos en nuestras convicciones. Prohibida su reproducción parcial o total. La copia o distribución no autorizada de este artículo y, en su caso, su correspondiente imagen, infringe los derechos de autor.

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