Decir Barrio Arriba hace 50 años era remitirse a un paisaje de burros cargando cueros, tenerías en más de 84 manzanas y trabajadores con sus percheras verdes.
Ahora, este panorama ha cambiado por vehículos, fincas abandonadas aún con el nombre de las empresas que alguna vez funcionaron ahí, grandes construcciones convertidas en estacionamientos, negocios alejados de la curtiduría y habitantes preocupados por sobrevivir. 
Carlos Ramón Infante, quien forma parte del comité de colonos desde hace 15 años, recuerda el potencial económico que tenía el Barrio Arriba entre sus cantinas, negocios de comida, los inicios de un sector salud con el Hospital Regional y la Escuela de Medicina, y sobre todo la curtiduría. 
“De aquí se surtían empresarios de toda la República Méxicana de cualquier tipo de piel, en buenos días recibíamos hasta la visita de mil personas diarias”.
Desde los 13 años, Carlos Ramón dedicó más de una década a la curtiduría que su padre le heredó; sin embargo, nunca imaginó que la competencia internacional lo alcanzaría. 
“Nos vimos en crisis porque en muchos aspectos estábamos atrasados, no fuimos tan altamente competitivos y nos ganaron otros mercados”. 
Carlos narró que él contaba con tambores de pequeño tamaño, lo que aumentaba el costo de la fabricación comparado con las grandes empresas que llegaban a manejar toneladas de cuero por hora. 
Tiempo después se vio obligado a vender la maquinaria de la tenería, la devaluación del peso en 1994 no le dejó ni la cuarta parte de lo que había ganado por ella.
Después de ese golpe, su alternativa fueron los zapatos, dedicándose al modelaje de calzado, pero aún dentro de su casa que funge como taller, donde se conservan en el techo los ganchos con los que alguna vez llegó a colgar el cuero. 
“Los habitantes del barrio andamos entre los 65 y 75 años, es una población vieja a la que los ingresos le han disminuido, tenemos grandes casas que están casi en ruinas porque no tenemos dinero para rehabilitarlas y la poca gente que las quiere comprar las tira para convertirlas en negocios”. 
Carlos tiene los clientes contados, y siempre está a la espera de que cualquiera decida pedirle un nuevo modelaje que después será llevado a la fabricación.
“Nuestra población adulta en el barrio ya no es consumidora, el mercado se ve en apuros porque ya no se vende lo que vendía”. 
El ahora zapatero reconoce que se presentó un cambio de vocación en la ciudad de León y que la economía ya no depende de la zapatería y la curtiduría. 
“Ahora la apuesta es rescatar el Barrio Arriba, hacer un área protegida de los monumentos históricos, cambiar el uso de suelo y destacar la historia que alguna vez tuvo”.

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