Cuando a un niño se le dificulta permanecer tranquilo, controlar su conducta o prestar atención, inmediatamente se cree que tiene déficit de atención.
Probablemente es un niño inquieto, pero no necesariamente significa que sufre del Trastorno Deficitario de la Atención e Hiperactividad (TDAH).
Quien realmente presenta esta condición manifiesta tres tipos de conductas: inatención, hiperactividad e impulsividad, consideradas como principales síntomas del TDAH, se presentan con una intensidad y frecuencia mayor a la esperada, y ocurren en más de una situación o contexto, ya sea en casa, la escuela o en eventos familiares o sociales donde se espera cierto autocontrol de la conducta.
“Es importante mencionar que no todos los niños que tienen problemas para estar tranquilos tienen problemas de atención o dificultad para controlar sus impulsos”, señala el neurólogo pediatra Ricardo Arturo Sevilla Castillo.
El TDAH es un problema neurológico que se manifiesta con síntomas conductuales anormales, y que suele aparecer durante la edad escolar.
Generalmente las escuelas son las primeras en detectar el problema, ya que los niños pasan una buena parte del día en el salón de clases. Una vez que se les comunica a los padres de familia sobre las conductas observadas en su hijo, se les propone una referencia con el especialista.
Sin embargo, algunos padres se muestran renuentes a aceptar alguna dificultad.
“La mayoría de los papás no considera que sus hijos pueden tener un problema”, advierte por su parte la psiquiatra infantil Patricia Ordóñez Camarena.
“Los papás batallan mucho para admitir un diagnóstico y no aceptan que sus hijos necesitan iniciar un tratamiento con medicamento”.
Cuando adoptan esta postura, posponen la valoración, lo que retarda el tratamiento oportuno de los niños.
El diagnóstico del TDAH es esencialmente clínico. No existen estudios de laboratorio, imagen o electroencefalogramas para detectarlo, sólo se utilizan para descartar otros padecimientos o identificar otras patologías que pueden estar afectando al paciente.
“No hay que minimizar las situaciones de impulsividad o hiperactividad en niños y adolescentes, porque ahora existe una frecuencia en llevar a los niños a consultar ya cuando los casos son más graves”, indica Ordóñez Camarena, mientras asegura que un diagnóstico tardío aumenta las complicaciones.
“Cuando los papás identifican que a su hijo le cuesta respetar los límites deben poner atención a su caso y no considerarlo como un problema de indisciplina, porque el TDAH evoluciona y mientras más tiempo pase sin atención pueden sumarse trastornos secundarios como ansiedad o depresión”.

Detección oportuna
Los especialistas más indicados para evaluar este tipo de situaciones son los psiquiatras infantiles y neuropediatras, quienes a través de una evaluación profunda determinarán los distintos factores que pueden estar influyendo en la conducta del menor.
“Un diagnóstico clínico consiste en obtener información sobre la conducta del paciente a través de preguntas realizadas a las personas que más conviven con él en los diferentes ambientes donde se desarrolla”, explica el neurólogo pediatra Ricardo Arturo Sevilla Castillo.
El análisis de los datos permite descartar o identificar un problema distinto.
“Las conductas de inquietud, impulsividad e hiperactividad son consideradas síntomas conductuales”, agrega. “Primero hay que establecer si estos tres grupos de síntomas aparecen en diferentes lugares donde el niño se desenvuelve, si han persistido por más 6 meses y si verdaderamente le producen dificultad para adaptarse en diferentes ambientes”.
Según la prevalencia de los síntomas, el déficit de atención tiene tres tipos de predominio: inatención, cuando el niño se distrae con facilidad y no puede mantenerse atento en una tarea o actividad; hiperactivo/impulsivo, cuando actúa sin pensar y se le dificulta permanecer tranquilo en ratos de ocio o al esperar turno y combinado, cuando además de desatento e impulsivo, es demasiado activo.
En el predominio de inatención, cuando los pacientes no están suficientemente motivados, presentan fallas en regular la atención, pero también puede sucederles lo contrario.
“Cuando algo les gusta de sobremanera, pueden conservar la atención por mucho tiempo”, señala por su parte la psiquiatra infantil Patricia Ordóñez Camarena.
En la nueva clasificación psiquiátrica se estipula que varios de los síntomas deben estar presentes causando disfunción antes de los 12 años de edad.
“Algunas manifestaciones van cambiando en el curso de su desarrollo, y pueden diagnosticarse por primera vez en la adolescencia o en la adultez, pero debe buscarse el inicio de los síntomas en la infancia”, expresa.
Una evaluación completa es la única manera de confirmar si se padece TDAH. Es importante descartar si existen otras razones que alteren la conducta o si el paciente tiene otras discapacidades además del TDAH.
Problemas específicos del aprendizaje, oposicionismo desafiante y trastornos de conducta suelen confundirse con los síntomas del déficit de atención.
“Desde el punto de vista psiquiátrico debe tenerse como diagnóstico diferencial trastornos graves de ansiedad como estrés postraumático, depresión, psicosis, bipolaridad o trastornos del espectro autista”, manifiesta Ordóñez Camarena.

Causas
El TDAH es un padecimiento con fuertes bases genéticas donde aparecen afectadas las funciones de diferentes circuitos cerebrales.
“Existen cambios en diferentes áreas cerebrales que son responsables de los síntomas conductuales anormales”, advierte el neurólogo pediatra Ricardo Arturo Sevilla Castillo.
Sin embargo, no existe una causa única, el origen del TDAH también se relaciona a causas prenatales como fumar o consumir alcohol durante el embarazo; perinatales como sufrimiento al nacer, y ambientales como enfermedades, intoxicaciones o traumatismos cerebrales.
“Aunado a la presencia de estos factores, la falta continua de reglas y límites para regular la conducta del niño puede promover a que el trastorno se manifieste”, advierte por su parte la psiquiatra infantil Patricia Ordóñez Camarena.
Sin embargo, el TDAH no es un problema de crianza, no significa que los papás están mal educando a sus hijos, porque a pesar de sus intentos por regular su conducta, no lo logran.
“No es culpa de los papás, pero ellos tienen que hacerse cargo”, manifiesta la especialista en psiquiatría infantil y de la adolescencia. “Y como en otros problemas emocionales de la infancia, es mejor intervenir tempranamente que negarse a aceptar el problema y posponer la atención terapéutica”.

Tratamiento para el TDAH
Como parte del tratamiento para el TDAH, es importante que los padres reciban orientación para aprender a regular la conducta de sus hijos a través de límites y reglas, e identifiquen los padecimientos secundarios como conductas desafiantes, ansiedad o depresión.
“A veces los papás están renuentes a que sus hijos tomen medicamento, pero es difícil que un buen tratamiento no lo incluya”, señala la psiquiatra infantil Patricia Ordóñez Camarena. “Los medicamentos ayudan a prevenir que el TDAH presente complicaciones más serias, como abuso de sustancias, trastornos impulsivos severos o problemas derivados de las fallas en sus habilidades sociales”.
Los fármacos más utilizados en México para el tratamiento del TDAH son el metilfenidato y la atomoxetina.
El tipo de tratamiento y la frecuencia depende de la intensidad y persistencia de los síntomas conductuales.
“Los medicamentos son altamente efectivos para modificar los tres grupos de síntomas para regular la conducta”, explica por su parte el neurólogo pediatra Ricardo Arturo Sevilla Castillo.
“A nivel internacional, un tratamiento con medicamento idealmente se indica durante un ciclo escolar. Al siguiente año, se intenta que lo logre sin medicamento, pero si los síntomas persisten se vuelve a prescribir”.
Alrededor de tres cuartas partes de los niños en edad escolar requieren de medicamento por más de un año. Sin embargo, en ocasiones, conforme avanzan en sus etapas de desarrollo dejan de requerirlo.

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