Crear sangre parece un ingenio arcano de los alquimistas, una quimera ilusoria, una novela de Dan Brown. Pero los científicos han dado un gran paso hacia la creación de células de la sangre a partir de células madre. Lo han hecho con células humanas, aunque el último paso implica trasplantar las células precursoras de la sangre (células madre hematopoyéticas) a la médula ósea de ratones. El trabajo tiene implicaciones para el tratamiento de la leucemia, y también para el cribado de nuevos fármacos.
Dos grupos de científicos, del Hospital Infantil de Boston y el Weill Cornell Medicine de Nueva York, lograron mediante estrategias distintas, derivar de células madre un tipo especial de ellas especializado en generar las células sanguíneas, desde los glóbulos rojos que trasportan el oxígeno de los pulmones a los tejidos hasta el equipo diverso de linfocitos (o glóbulos blancos) que constituyen nuestro sistema inmune. Es un avance que muchos habían intentado antes sin éxito. Y pone a tiro de piedra la creación de sangre humana al servicio de la medicina.
Los biólogos del desarrollo sabían ya que una sola célula madre hematopoyética (generadora de sangre, literalmente) puede generar toda la notable variedad de linfocitos que discurren por nuestras venas y nos permiten sobrevivir a las infecciones por virus y bacterias, además de los glóbulos rojos. Esas células madre, o precursoras de la sangre, residen en la médula ósea. Es allí donde se origina todo el contenido celular y la sabiduría de nuestra sangre. Durante toda la vida. A esto se debe la capacidad curativa de los trasplantes de médula.
“La capacidad de manufacturar células madre hematopoyéticas en el laboratorio entraña una promesa enorme para la terapia celular”, dicen en Nature Carolina Guibentif y Berthold Göttgens, científicos de células madre del MRC (Medical Research Council británico) y la Universidad de Cambridge, no relacionados con el estudio. Estos dos investigadores subrayan también los obstáculos que aún separan la fabricación de sangre de la práctica clínica
En primer lugar, solo uno de los dos trabajos presentados en Nature (1y 2) aborda una evaluación del riesgo de que las células precursoras de la sangre (hematopoyéticas) creadas con estas técnicas puedan generar células cancerosas, y solo por un tiempo limitado. Los investigadores han comprobado que sus células no generan leucemia (el cáncer de las células de la sangre) durante las 20 semanas posteriores al trasplante en ratones. Los analistas creen que hay que ampliar ese estudio más tiempo.
En los pocos casos en que la terapia génica (infectar a un paciente con el gen correcto que le falta), como en el tratamiento de los niños burbuja, se ha dado algún caso de leucemia inducida por la propia terapia. Para insertar el gen correcto en las células del paciente, el vector más eficaz hasta la fecha ha sido un retrovirus, un familiar del VIH (el agente del sida) que, como parte de su ciclo vital, se inserta en el genoma de su huésped. Según dónde se inserten, estos retrovirus pueden causar la activación de algún gen del cáncer, y causar así una leucemia.
En cualquier caso, como recuerdan Guibentif y Göttgens, las nuevas técnicas de edición genómica, como la flamante CRISPR, pueden lograr insertar los genes correctos sin necesidad de retrovirus, ni de ningún otro virus. CRISPR hace su trabajo y desaparece después. Ello, junto a su gran eficacia y facilidad de uso, le ha convertido en la estrella de los laboratorios de genética de medio mundo.
Quedan, por tanto, problemas técnicos importantes que resolver. Pero ya son solo esos problemas técnicos los que nos separan de la creación de sangre en el laboratorio. La ciencia está clara como el agua de una garganta fría.