Así como en la época de Benito Juárez hubo una ruidosa prensa oposicionista que  gozó de amplia libertad, en la época de Porfirio Díaz, su suegro, el Lic. Manuel Romero Rubio, distribuyó fuertes sumas entre el hampa periodística para que se publicaran historias contrastándolas con la realidad y, precisamente en este último aspecto es como valoro el trabajo de Ricardo Alemán y publicado por Milenio el día tres del mes y año en curso, que tituló con la vulgar expresión de “¡Por culpa del pinche Peña!”.

        Su texto engrana suavemente con la expresión de Carmelita Romero Rubio de Díaz cuando se refiere a los medios que, gracias a su padre, tienen bozal de oro y que, ya convertida en primera dama, escribió una carta con estas frases: “Estoy constantemente rodeada por una multitud de aduladores… Los mismos que en un tiempo no muy remoto se habrían negado a darme la mano si me hubieran visto caer en la acera; hoy se arrastran como reptiles a mi paso… Y no digo nada de los párrafos y artículos publicados por la prensa que papá ha alquilado. Los que no me llaman ángel, dicen que soy un querubín; otros me ponen a la altura de una diosa; otros en la tierra como un lirio, una margarita o un jazmín”. (México de Carne y Hueso, por Armando Ayala Anguiano, Pág. 57, del Porfirismo al Maderismo)

        Del trabajo ofrecido a la opinión pública por el señor Ricardo Alemán, habré de recalcar que “el león cree que todos son de su condición”, como reza el refrán, ya que en uno de sus párrafos de inicio expresa la posibilidad de que algún “despistado reconozca un acierto del gobierno federal, el temerario deberá anteponer la mentada de madre… “¡claro, por culpa del pinche Peña tengo chamba!… ¡chamba mal pagada…!”

        La cuestión es que a todo lo largo de su artículo es congruente con esa expresión, ya que enlista una serie de aciertos y éxitos; cosas buenas del gobierno federal como factores de crecimiento sostenido del país; empleo; de la reforma educativa en la que, intervengo, ciertamente hay que brindarle un reconocimiento al Secretario Nuño; de la reforma de telecomunicaciones; la reforma fiscal y financiera; etc., etc.

        De esos aspectos y en cuanto a las opiniones que vierte sobre la reforma energética, concretamente en lo que a la industria petrolera alude, no considero que estén apegadas a la realidad pero, creo que el señor Alemán solo transcribió o escribió lo que le dictaron porque deja ver un desconocimiento absoluto de lo que ha pasado a lo largo de varios años en Pemex.

        Dice que Pemex ha recuperado viabilidad, tiene utilidades y está más cerca el saneamiento prometido.

        Entiendo su modus vivendi, créanmelo, pero al menos, tenga a bien solicitar  que la información que se le pide que difunda, sea con sustentos reales y no enunciados falaces.

        Pemex siempre pagó sus impuestos, tuvo enormes utilidades, viabilidad nunca le faltó hasta que se le ordenó que, además de los impuestos, las utilidades y todos los ingresos de la industria, fueran administrados por el gobierno federal.

        Por lo tanto, si el gobierno decide que hay otras prioridades encima del mantenimiento y modernización de refinerías, complejos petroquímicos, gasoductos, poliductos, etc., pues Pemex queda sujeto al qué, cuándo, cómo y cuánto va a recibir para tales necesidades de alta prioridad. ¿Y si no? Pues no.

        Es importante que tenga el antecedente, señor Alemán, que Pemex, alrededor del 95 por ciento de sus pozos, fueron descubiertos desde que fue Director General de Petróleos Mexicanos, don Antonio J. Bermúdez quien, además, en uno de sus informes concluyó con una frase que se adoptó como lema de la empresa: “Petróleos Mexicanos, al servicio de la Patria”.

        Don Antonio era un gran conocedor de los intereses internos y externos de Pemex, lo mismo que don Jorge Díaz Serrano y sabían que, si se hacían públicos esos pozos, despertarían la codicia y avaricia desmedida de todo tipo de ambiciones.

        La película de la privatización de Pemex, ha pasado en cámara tan lenta, que la población se ha aburrido de verla y los trabajadores de la industria han sido indolentes hasta la desesperación y con un Secretario General al frente de su organismo sindical que ha hecho mofa de todos.

        La ofensiva riqueza del señor Carlos Romero Deschamps solo es resultado de una situación que siempre se ha vivido en México: la corrupción pero, ¿qué tipo de corrupción? Pues puede ser la de guardar silencio de los negocios y situaciones anómalas que realizan muchos de los altos funcionarios sexenales que llegan a la industria; o puede provenir de las cuotas sindicales, de las que no hay obligación de rendir cuentas más que a la asamblea general de los trabajadores o de ninguna de ellas.

        Desde la época de Antonio López de Santa Anna, había personas que no olvidaban el ascenso que les había concedido, la patente de impunidad que les extendió, los negocios sucios que les permitió hacer, el empleo burocrático con que los favoreció, las glorias falsas con que les permitió solazarse. Para ellos la derrota de Texas (o de Pemex) no pasaba de ser un pecadillo sin importancia…” (México de Carne y Hueso, del “santanismo al juarismo” Pág. 82)

        Entonces, ya para finalizar señalaré, históricamente, el por qué nada le pasa ni le pasará al señor Romero: Cuando el Gral., Juan Andrew Almazán iba a levantarse en armas por la burla de que había sido objeto en las elecciones presidenciales en que perdió ante el también Gral. Manuel Ávila Camacho, el Gral. Lázaro Cárdenas blandió contra Almazán el arma más poderosa con que cuenta el partido oficial para doblegar a los rebeldes: la amenaza de confiscarles la fortuna que han amasado gracias a las prebendas, la “mordida” y las comisiones que reportan los contratos de obras públicas. Almazán se doblegó mansamente y ordenó a sus partidarios que permanecieran en paz.” (Págs. 224 y 225 ibídem)

        Universalmente les deseo, hoy y siempre, Salud, para que logremos nuestros objetivos en la vida. Fuerza, para que no nos desalentemos ante las adversidades y, Unión, para que no seamos divididos en nuestras convicciones. Prohibida su reproducción parcial o total.

 

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