A veces los libros llegan como una venturosa obligación. Me convidaron a conversar dentro de unos meses con varios autores colombianos que no conocía y de los que, por lo menos para que no se note mi ignorancia, tuve que conseguir algunos libros. Uno de ellos es Daniel Ferreira, autor de lo que llama la Pentalogía Infame de Colombia. El primer trabajo de este proyecto, La balada de los bandoleros baladíes, recibió el Premio Latinoamericano de Primera Novela Sergio Galindo en 2010, y fue publicada al año siguiente en México por la editorial de la Universidad Veracruzana, de ahí que no sólo fue muy fácil conseguirla, sino que lo hice a un precio más que amigo: $56,- a través del portal de internet de una librería de descuento.

Gran compra, porque es un texto estremecedor por la crudeza con la que se narran atrocidades de la guerra colombiana de los últimos treinta años. Ferreira creó personajes que fungen víctimas y victimarios en una espiral que arrasa hasta los cimientos las relaciones más íntimas e inquebrantables, las que unen a los padres con sus hijos. Y lejos de narrar desde las alturas como muchas novelas esperpénticas mexicanas sobre la violencia actual que nos atañe, el autor logra una crónica certera, bien amalgamada con un lenguaje de nuestra época recamado con algunos toques cultos.

La técnica narrativa impresiona por la perfecta circularidad de la historia, por la prosa ecuánime, que a veces parece salida de un expediente judicial, y se va transformando en una confesión personal en los últimos capítulos. La pareja de bandidos, Escipión y Malaver, son productos y reproductores de la violencia de la narcoguerrilla y el paramilitarismo; de raspachines y mercenarios que suben y bajan en la rueda de la fortuna, devienen en delincuentes comunes. La acción que da inicio a la novela, el asalto a una vieja en apariencia inofensiva, abre las puertas a la violencia más íntima, aquella que se gesta dentro de los hogares. Qué lejos deja a las formas de entretenimiento televisivo en los que se ha convertido la historia cruenta de las últimas décadas en Colombia. Una gran lección de técnica y estilo.

No sólo recomiendo este texto, crudo pero absorbente, sangriento y deslumbrante. Vale la pena darse una vuelta por su blog, Una hoguera para que arda Goya, que obtuvo en 2013, entre casi un millar de participantes, el premio a mejor blog de difusión de la cultura en idioma español.

 

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