El pasado 16 de julio falleció uno de los cineastas independientes estadounidenses que más influenció en el llamado cine de horror contemporáneo: George Andrew Romero (1940-2017).

Neoyorquino criado en Pensilvania, fue arrestado a los 15 años acusado, junto con otros adolescentes, de arrojar a un hombre desde la azotea de un edificio. En realidad, se trataba de un muñeco usado para un corto en 8 mm., que rodaba el futuro realizador de la obra más emblemática de la Serie B: La noche de los muertos vivientes (1968), titulada originalmente: La noche de los devoradores de carne.

Junto con sus amigos John Russo y Russell Streiner, se dedicó a realizar comerciales, hasta que decidieron emprender el rodaje de una película de terror inspirada libremente en la novela de Richard Matheson, Soy leyenda, publicada en 1954. La historia del hombre inmune a un virus que ha aniquilado a casi toda la humanidad enfrentado a salvajes mutantes afectados por un mal que los lleva a ocultarse de la luz tuvo como protagonistas a Vincent Price (Seres de las sombras, 1964), a Charlton Heston (La última esperanza, 1971) y Will Smith (Soy leyenda, 2007).

Filmada de manera minimalista con un soberbio e inquietante arranque en el cementerio del municipio de Evans en Pensilvania, donde la joven Barbra y su hermano (Judith O’Dea y Streiner) visitan la tumba de sus padres para luego ser atacados por un muerto viviente, La noche de los muertos vivientes desencadenaría una insólita fiebre por el tema zombie, que no existía como lo conocemos ahora. Por un fenómeno extraño nunca explicado del todo, los muertos cobran vida y se alimentan de humanos o los infectan de una mordida. La única manera de detenerlos es destrozando su cerebro. Barbra, Ben, un joven negro (Duane Jones), un matrimonio con una niña y otra pareja joven enfrentan el ataque de esos caníbales sin control en el interior de una casa.

El cine previo mostraba al zombie como un muerto revivido y servil a través del vudú. Así se aprecia en: Zombie, la legión de los hombre sin alma (1932), Yo dormí con un fantasma (1943) y La maldición de los zombies (1966). Romero y sus coguionistas no sólo descubrieron una nueva veta que se mantiene vigente con las secuelas y series televisivas que siguen apareciendo, sino que apostaron por una violencia gráfica inusitada, lo que dio pie a diversas especulaciones y alegorías. Los ecos de Vietnam estaban vigentes, la muerte del sueño americano y el racismo con la muerte del joven negro, único sobreviviente a quien ¿confunden? con un muerto viviente, como recuerdo de los asesinatos de Malcolm X en 1965 y de Martin Luther King en 1968, año del estreno de la cinta.

Las metáforas de George A. Romero fueron más evidentes en obras posteriores: el consumismo insaciable en El alba de los muertos / Zombie (1978), el militarismo reaganiano en El día de los muertos (1985), la corrupción de los líderes en La tierra de los muertos (2005), la voracidad de los medios de comunicación en El diario de los muertos / La invasión de los muertos (2007) y la ruptura de la familia en La reencarnación de los muertos (2009). Por supuesto, la mayor aportación de un autor de otros filmes notables y poco conocidos como The Crazies / Código Trixie (1973) o la sobrecogedora Martin (1978) sobre un adolescente que escoge el vampirismo para huir de su patética realidad, fue mostrar que la naturaleza humana es más brutal que la de un zombie

Leave a comment

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *