Imposible nombrarla y no recordar la tragedia. Hasta ahora, Nagasaki sólo se me presenta con aquel rostro que mostró al mundo después de haber sido el blanco de la bomba atómica lanzada en agosto de 1945. Pero esta ciudad tiene una esencia tradicional y colorida que ni los sucesos más dramáticos empañan.
Si bien los museos y las zonas devastadas son visitas obligadas para recordar las consecuencias de las guerras y conocer la inspiradora fortaleza de la ciudad, la atmósfera cálida de su puerto y su arquitectura -que fusiona los estilos oriental y occidental-, termina por enamorar a quienes ven más allá de su pasado.
A primera vista, la ciudad recuerda a algún pueblo europeo, con edificios coloniales, iglesias católicas y casitas de madera al estilo holandés. Luego descubriré que la presencia occidental tiene que ver con los asentamientos misioneros del siglo 16, provenientes de España y Portugal.
Un aroma a pan fresco sale de una casa de té, confirmando esa sensación de andar por lares europeos. Estoy a punto de probar el famoso castella, un panqué conocido como el mejor legado de los evangelizadores portugueses.
Mientras alabo el suave panqué de miel, Sanae, otra fanática de los castella, cuenta que la personalidad occidental de Nagasaki se debe a que está localizada en la costa de Kyushu, uno de los tres puertos de acceso a Japón que permaneció abierto durante el sakoku, periodo de 300 años en que el país estuvo cerrado a las relaciones exteriores.
Salgo de la casa de té con una caja de panqué envuelta artesanalmente. Admiro el arte de envolver tan presente en la cultura japonesa: se envuelve el cuerpo en un quimono; la comida en arroz, el arroz en algas marinas…Y todo en papeles delicados y de estampados tan especiales que dan ganas de dejarlo intacto.
Alzo la mirada y noto que Nagasaki también está exquisitamente envuelta por una cordillera alfombrada de verde vivo.
Tras el rastro de los samuráis
Decido recorrer dos horas por tierra para llegar a la península de Shimabara, que promete un encuentro con los castillos tradicionales y los antiguos barrios que habitaron los respetados guerreros japoneses.
El castillo Shimabara me regala la postal de la provincia nipona con la que fantaseaba, casi sacada de una de las películas animadas de Hayao Miyazaki. Es una reconstrucción del castillo original de 1600, en cuyos pasillos ahora se exponen armas y vestimentas samurái.
Desde el mirador del castillo la península se percibe rodeada por el mar de Ariake y rendida ante el Unzen, un volcán de mil 359 metros de altura que despierta respeto, miedo, y sobre todo veneración entre los habitantes.
Su última erupción, en 1991, dejó sepultadas a las comunidades que se encontraban en sus faldas y que hoy se pueden visitar para ver las casas cubiertas de lava petrificada hasta los techos.
Bajo las interminables escaleras del castillo y me resguardo en los estrechos callejones de piedra de Teppo Machi. Estoy en el auténtico bukeyashiki, el barrio de las casas samurái.
A través de una calle de 450 metros de largo por cuyo centro corre un antiguo canal de agua limpia, se levantan las casas originales de estos miembros de la élite militar del siglo 10.
Conservan su arquitectura original de madera, bambú y techos cubiertos de paja. Algunas están abiertas para que los visitantes recorran su piso de madera, observen la sencilla decoración con biombos y mesas bajas rodeadas de cojines.
Sentada en un tatami, con una taza de té verde en la mano siento como Nagasaki también logra envolverme, con esa misma sutileza con la que Japón lo envuelve todo.
5 motivos para ir a Kagoshima
Visitar el Sakurajima es una parada obligada al visitar la ciudad japonesa.
Este volcán atrapa con su misticismo, pero cuando logra liberar al visitante, hay que aprovechar para realizar otras actividades que seguramente te dejarán fascinado.
1.- Senganen (Iso Gardens)
Un paseo mágico. Se trata de un tradicional jardín japonés, construido en 1658 como villa del señor feudal de esa época.
2.- Reimeikan
Hacer un viaje al pasado en el Museo de Historia de la Prefectura de Kagoshima, que muestra el pasado y la cultura de la región.
3.- Museo de Kagoshima
Admirar este museo de las bellas artes, que posee una gran colección de pintores tradicionales oriundos de la zona y obras de artesanía local, como objetos de cerámica Satsuma-yaki, herramientas antiguas y utensilios tradicionales.
4.- Saigo Takamori
Retratar la estatua de este personaje, llamado “El último samurái”. Kagoshima es también famosa por ser la tierra donde nació y fue exiliado este famoso personaje tras su desacuerdo con la política del nuevo Gobierno Meiji.
5.- Acuario
Visitar el acuario de Kagoshima, uno de los más importantes del país. Es un acuario temático dedicado al “mundo de los mares del sur y la vida marina”. Los visitantes pueden observar delfines y nutrias de mar.
5 Motivos para ir a Nagasaki
Que en tu itinerario por este destino no falten las siguientes actividades:
1.- Pasear por la península de Shimabara para ver los barrios samurái, el castillo, las aguas termales y mirar de cerca al sorprendente volcán Unzen y las casas de la comunidad que dejó sepultada en lava petrificada.
2.- Dar un paseo por el Jardín Glover que abraza varias construcciones estilo occidental que datan del período Meiji, y visitar la iglesia católica de Oura, de 1865, legado de la presencia misionera en la ciudad.
3.- Caminar alrededor de Oranda-Zaka (la costa de los holandeses), donde se pueden ver casas de madera construidas por los residentes holandeses allí establecidos durante el período del cierre comercial y cultural de Japón, llamado sakoku.
4.- Acudir al templo de Confucio y al santuario sintoísta de Suwa, situado en la cima de una colina que ofrece una hermosa vista panorámica de Nagasaki y su puerto.
5.- Reflexionar acerca de la tragedia ocurrida el 9 de agosto de 1945 y admirarse con la historia de fortaleza de la ciudad en el museo de la bomba atómica.
Kagoshima: leyenda humeante
Apenas abro la cortina y se presenta con toda su soberbia. El Sakurajima es el legendario volcán en eterna erupción que se ha convertido en el símbolo de esta ciudad nipona.
El volcán ejerce un magnetismo que alcanza todos los rincones de esta urbe localizada al sur de la isla de Kyushu. Se pueden pasar horas enteras mirándolo de frente, imaginando las figuras que forma el humo que sale del cráter o hablando de su personalidad voluble.
“El año pasado hizo casi 750 pequeñas erupciones de vapor y humo”, dice la guía de turistas Sumika Shinohara, tratando de sacarme de la hipnosis a la que me tiene sometida la fumarola.
Mientras nos dirigimos en carro desde el puerto hasta al centro de Kagoshima noto que, a pesar del clima templado, la gente no sale a caminar si no es bajo sus sombrillas. Todavía no articulo la pregunta cuando Sumi ya me explica risueña que las sombrillas son para protegerse de las cenizas que arroja el volcán sobre la ciudad y sus 600 mil habitantes.
Por más que queremos hablar sobre otros aspectos de la ciudad, como el hecho de que este es el lugar de nacimiento de Saigo Takamori, conocido como el último samurai por ser el líder de la rebelión Satsuma, el volcán vuelve a reclamar nuestra atención y da pie a largas conversaciones en su nombre.
Hablamos sobre que es uno de los volcanes más activos de Japón, y del mundo, y sobre su necedad de echar humo casi todo el tiempo, además de lucirse de pronto con erupciones de baja intensidad, que no dañan a los habitantes aunque sí los sorprende.
“La última vez que hizo erupción fue en 1955, pero la más violenta de todas fue en 1914, cuando lanzó tres billones de toneladas de lava que transformaron a la isla en una península: la lava se petrificó rellenando el estrecho de 500 metros de longitud que nos separaba de la península de Osumi”, cuenta la guía, tratando de satisfacer mi obsesión por saber todo acerca del volcán.
Decido dejarme atrapar de una vez por todas en el embrujo y responder al llamado. El centro de Kagoshima, con su museo de arte, su famoso acuario, sus exquisitos jardines y hasta la estatua de Saigo Takamori, todo puede esperar.
Cambiamos de rumbo de manera abrupta y volvemos al puerto de la ciudad. Tomamos un ferry que, por unos 150 yenes (alrededor de 20 pesos), surca las aguas de la bahía de Kagoshima y en 15 minutos nos acerca a esta legendaria estructura geológica que se levanta a mil 117 metros sobre el nivel del mar.
Aquí, la ceniza es cosa seria. Además de protegerse con sombrillas, la gente lleva cubrebocas, pero a pesar de todo, la gente no muestra gestos de molestia.
“Amamos al Sakurajima profundamente, de lo contrario no soportaríamos que cada milímetro de nuestros carros, casas y calles, estén llenos de ceniza. Tenemos que barrer a diario y poner en una bolsa de plástico amarillo toda la ceniza que recolectamos”, explica Sumi.
A las faldas del volcán
Estamos lo más cerca posible al Sakurajima, que nos recibe con caminos llenos de ceniza negra brillante, de textura parecida a la suave arena de las costas del Caribe.
La nube de humo que sale del cráter es un espectáculo conmovedor, que adquiere cierto dramatismo cuando Sumi afirma que aunque el volcán hiciera erupción la gente no dejaría de vivir aquí.
“Vivir tan cerca de un volcán activo nos ha enseñado mucho: podemos predecir una erupción hasta dos días antes, diario se colectan datos sobre la temperatura del cráter y la vibración de la tierra, así que, de alguna manera, hemos aprendido a leerlo”, afirma contundente.
Me entero que la ciudad dispone de vías de evacuación y también de varios refugios en caso de que el tan adorado Sakurajima, iracundo, arroje piedras y lenguas de lava.
Pero el continuo peligro que supone el volcán no espanta ni a los habitantes, ni a los turistas. Más bien los atrae: 1.8 millones de visitantes al año buscan ver a este volcán de cerca, ase bañan en sus aguas termales y se entierran en arena volcánica durante 15 minutos a manera de tratamiento medicinal cuya finalidad es depurar el cuerpo.
La ceniza del volcán no sólo es motivo para sacar la escoba, también hace de la tierra un terreno muy fértil que permite el cultivo de los rábanos más gruesos del mundo (están incluidos en el récord Guiness), que pueden llegar a pesar hasta treinta kilos, y de las mandarinas más pequeñas del mundo, llamadas komikans, con hasta tres centímetros de diámetro.
Tras brindar con un vasito de Shochu, una bebida regional parecida al sake que se elabora con cebada o camote (porque las cenizas el volcán dificultan en estas tierras el cultivo del arroz), volvemos a la ciudad.
Regresamos con el tiempo muy justo para explorar los rincones de Kagoshima, conocida como “Nápoles de Oriente” por el sol que baña la ciudad, por su cielo azul, por la belleza del océano y por su presencia volcánica.
Ya en mi habitación, noto que a mi paso he dejado huellas de ceniza volcánica. Me apresuro a guardarlas en una bolsita, para llevarme un poquito de la omnipresencia del Sakurajima de vuelta a casa.
Guía práctica
-Cómo llegar
Llegar a bordo del crucero Silver Shadow de la naviera Silversea, en un recorrido de dos semanas por Japón, Corea del Sur y China. Abordar el barco en Tokio y los puertos en los que paró el crucero en Japón fueron Nagasaki y Kagoshima.
Otras opciones. Aeroméxico ofrece vuelos a la capital de Tokio desde la Ciudad de México, con escala en Tijuana, y desde Los Ángeles, Nueva York y San Francisco vuelan Continental Airlines, Japan Airlines y KLM. Vía Europa es posible volar con Air France. Los vuelos directos desde Los Ángeles a Tokio duran alrededor de 13 horas.
-Cómo moverse
Desde Nagasaki a Kagoshima se puede ir en autobús en un trayecto de cinco horas que cuesta alrededor de 6 mil 500 yenes (unos 850 pesos) o en tren desde Nagasaki hasta Hakata y de ahí a Kagoshima. Se hacen alrededor de cuatro horas con todo y escalas. Cuesta 11 mil 170 yenes (casi mil 500 pesos).
-Dónde dormir
En Nagasaki: Sakamoto-ya es un encantador hotel de 10 habitaciones y servicio personalizado. Cada rincón está lleno de piezas de arte. Cuesta unos 16 mil yenes por persona (unos 2 mil 100 pesos la noche).
En Kagoshima: Onsen Hotel Nakahara Besso, aunque por fuera no tiene mucho colorido, por dentro ofrece espaciosas habitaciones estilo japones con muy buen gusto y un excelente restaurante tradicional. Aunque también hay cuartos de estilo occidental más económicos, la experiencia es más especial en un habitación japonesa, cuyos costos van desde los 12 600 yen (mil 634 pesos).
-Qué comer
En Nagasaki. El champon es un plato típico en la provincia de Nagasaki, es una sopa de fideos con mariscos, verduras como judías, col, germinado de soya, carne de cerdo y kamaboko (variedad de surimi). La sopa se hace con un huesos de cerdo y pollo. No hay que perderse los castella, los famosos panqués japoneses hechos con azúcar, harina, huevo y jarabe de almidón.
En Kagoshima. Hay que probar el kurobuta, un platillo a base de puerco negro, o bien, los platillos elaborados con mariscos. El jambo mochi es un tradicional pastel de arroz de forma ovalada que está cubierto por una espesa salsa de soya y azúcar glaseado (se dice que representa la espada corta de un samurai).
-Trámites migratorios
Los mexicanos no necesitan visa para entrar a Japón, pero es necesario viajar con un pasaporte con al menos seis meses de validez.
-Moneda
Yen japonés: un peso equivale a 7 yenes aproximadamente.
*No se acostumbra dar propinas, incluso puede llegar a ser mal visto.
-Idioma
Japonés
-Más información:
www.japan-guide.com
www.mx.emb-japan.go.jp
www.japanrailpass.net
www.silversea.com
www.sakamotoya.co.jp
www.nakahara-bessou.co.jp
Vocabulario básico
Hola: Kon’nichi wa
Adiós: Sayonara
Sí: Hai
Gracias: Arigato
Disculpe: Sumimasen
Costumbres locales
-Para saludar y despedirse hay que hacer una pequeña reverencia, inclinar la cabeza y el cuerpo. Si se está saludando a un anciano o persona mayor hay que hacer una inclinación un poco más marcada.
-Según la costumbre japonesa, es de mala educación ir comiendo o tomando algo mientras caminas por la calle, lo mejor es sentarse en una banca o en la mesa de un restaurante.
-En los restaurantes se da una toalla pequeña que es para limpiarse únicamente las manos antes de comenzar a comer.
-Si comemos junto con otras personas no debemos servirnos nosotros mismos la comida, sino esperar a que otro lo haga.
-Los refrescos no se acostumbran para acompañar un plato principal, en vez de ellas se toma agua o té verde. Si dejas el vaso vació, seguirán sirviendo. Lo mejor es dejar el vaso medio lleno para que sepan que no se apetece más.
Qué ver
Kiseki (Milagro (Hirokazu Kore-eda, 2011). Dos hermanos de padres divorciados viven en extremos opuestos de la isla de Kyusho. Cuando se enteran que la nueva línea del tren bala unirá ambas ciudades, se aferran al rumor que dice que cuando los primeros trenes se crucen a mitad de camino, ocurrirá un milagro.
The Wrath of the Gods o The Destruction of Sakurajima (Reginald Barker, 1914) la película trata de una familia que tiene una maldición que supuestamente causa la erupción del volcán en 1914.
El último samurái (Edward Zwick, 2003). El filme está basado ligeramente en los eventos de la Rebelión Satsuma.