La vejez no vuelve cascarrabias a nadie. “Es un prejuicio”, señala Gustavo Loreto, maestro en Gerontología. Por esa razón, cuando en casa hay un hombre o una mujer de la tercera edad que no tolera nada, permanece irritable y es grosero con quienes convive, hay que investigar qué le sucede.
“Detrás del rostro de una persona cascarrabias puede ser que se encuentre realmente en una depresión mayor”, considera el especialista.
“Una realidad es que en el transcurso de la vida hay disminución de los sentidos, vemos y oímos menos, se nos olvidan las cosas, somos repetitivos y nos volvemos habitantes de las islas de los mares del sur… Polinesios”, agrega en tono de broma Luz Esther Rangel, quien se desempeña como geriatra.
Convivir en un ambiente así se vuelve cansado tanto para el adulto mayor como para quienes están a su alrededor y lo ideal es abordar el tema en familia.
“Hay que ver si la persona no está en un proceso de duelo, de pérdidas constantes y que en lugar de llorar, manifiesta molestia, irritabilidad hacia el mundo, hacia las cosas que ocurren, pues una de las razones que hay detrás de una persona cascarrabias es mucho sufrimiento emocional”, señala Loreto.
La razón de la irritabilidad también puede encontrarse en que se tenga un dolor físico.
“A todos los seres humanos nos molesta que nos duela algo, claro que te pones de malas si te duele la cabeza, el brazo o todo”, comenta Rangel.
“Una persona con ciática, dolor muy agudo y molesto que todo el tiempo está, puede no decirle nada a sus familiares con la idea de ‘no dar lata’. También puede haber dolor de cabeza persistente, úlceras por inmovilidad, dolor abdominal, de articulaciones o muscular”, indica.
Si se encuentra que la razón tiene que ver con lo físico, acudir al servicio médico para resolverlo, resulta ser el camino más sencillo. Pero si se trata de dolor emocional, el problema puede tornarse en una solución más difícil, pero no imposible.
“Si (la irritabilidad) está basada en cuestiones emocionales, de una historia de vida asociada la percepción de fracaso, a que la persona vea en retrospectiva su vida y diga: ‘no logré estudiar esto’, ‘ni el nivel socioeconómico que quería’, ‘me quedé solo’, ‘mis hijos se fueron’, la familia debe entender que es un proceso de dolor acumulado”, explica Loreto.
“No debemos subestimar a la persona, hay que preguntar y hablar del tema. Se le puede decir: ‘tengo muchas ganas de apoyarte, cuidarte, pero con tu carácter nos alejas, hay que intentar hablar claramente desde las emociones, sin agredir a las personas”, sugiere el especialista.
De no abordarse el asunto, se puede generar un círculo vicioso de convivencia, pues “al ser una persona cascarrabias poca gente quiere estar contigo y comienzas a aislarte, y en lugar de sentirte comprendido, involucrado o integrado en un grupo familiar o social o de amistad, lo que ocurre es que quién quiere estar al lado de un viejo que está quejándose de todo”, dice Loreto.
“El aislamiento social es una realidad, y es que la gente joven tiene que trabajar y le queda menos tiempo de atender sus vidas, sus propias familias, y aparte al abuelo y a la abuela”, agrega Rangel.
La importancia de que las familias hablen cuando enfrentan una situación así es que “una de las razones por la que los adultos mayores llegan a ser agredidos es porque justamente se han vuelto unos viejos cascarrabias, literalmente.
“Llegan a cansar a la familia, la verdad es que sí hay muchos adultos mayores que sí son muy agresivos, no les gusta tu música, cómo te vistes, el clima y son agresivos abiertamente, hostiles, agresivos, ni siquiera agradecidos y eso gasta mucho al familiar”, advierte Loreto.
Si el tema no puede ser abordado, existe la posibilidad de pedir ayuda psicoterapéutica, sea el propio adulto mayor o el familiar.

Preguntas básicas
Una forma de abordar el tema de la irritabilidad es abriendo el diálogo:
Inicie con:
-“La forma en que te comportas me duele”.
Integre poco a poco las preguntas:
-¿Te duele algo en el cuerpo?
-¿Estás enfermo o enferma?
-¿Algo te entristece?

El extremo
Adultos mayores dependientes que tienen dolor físico o emocional que no han expresado abiertamente y lo hacen a través de actitudes de chantaje emocional ponen en riesgo la estabilidad de la familia, considera el gerontólogo Gustavo Loreto.
“Puede ser agresivo pasivo, decir: ‘ustedes allá divirtiéndose y yo aquí’, o se puede volver una persona muy manipuladora y la manipulación es un poder muy fuerte que se ejerce sobre otra persona.
“Es una agresión mucho más poderosa que los mismos golpes porque a lo mejor un hijo que era golpeado y dominado por sus padres, llega a esta edad en calidad de fragilidad, vulnerabilidad y dependencia, sin fuerza física”, explica.
El adulto mayor no puede agarrar a bastonazos a los hijos, pero sí decirles cosas que los lastiman o les tratan de mover fibras de culpa para mantenerlos a su servicio.
“Si una persona está en estas características de dolor y agresión tipo cascarrábica, lo importante es que el familiar que le provee el cuidado principal pida ayuda a otro familiar o pagar a un cuidador para que de vez en cuando se tome un respiro”, sugiere.
De no hacerlo, existe el riesgo del colapso del cuidador.

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