Ambos llegan con buen envión anímico. Pero Boca Juniors está en vilo por un virus que marginó a dos jugadores, mientras River Plate aguarda el clásico por el torneo Inicial de Argentina en la fecha 10.
“Xeneizes” y “Millonarios” acechan la cima con cuatro y seis puntos menos, respectivamente, que el líder Newell’s Old Boys.
El partido no tendría su habitual marco ruidoso, colorido y de virulencia verbal, salvo el que le den los fanáticos de River en el Monumental. Los visitantes tienen prohibida la entrada en todas las categorías para evitar incidentes entre hinchadas rivales, algo usual dentro y fuera de las canchas en este país.
Aunque con su confianza inmune, Boca está en alerta roja por un virus que el miércoles dejó fuera de combate a Pablo Ledesma y al defensor suplente Alan Aguirre.
Por más que en público se predique juego limpio, en un Boca-River hay que ganar como sea. Es un partido diferente a todos, ya que una derrota es como un castigo de lo más despiadado para el que la sufra. Los hinchas del perdedor prefieren ser tragados por la tierra antes que ir el lunes a sus trabajos y los jugadores evitan por unos días mostrarse en lugares públicos.
Se vislumbra una partida de ajedrez en el mediocampo, en el que para contrarrestar la creación de Riquelme y Gago, el técnico de River Ramón Díaz se toma todo su tiempo ya que solo confirmó a Manuel Lanzini y Carlos Carbonero, un motor de ida y vuelta por el sector derecho.
El “Che” Carbonero será uno de los tres colombianos titulares en River, junto con el defensor Éder Álvarez Balanta y el atacante Teófilo Gutiérrez.

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