Buenos días. Con este artículo termino los comentarios relativos a la construcción de la historia de esta calle que desde su cruce con la calle de Terán cambia de nombre: hacia el norte, Vallarta y hacia el sur, Altamirano, en el cual relaté algo de la historia de los dos personajes que otorgan su nombre a ellas, así como de las familias que vivían en su perímetro, y algunos de los elementos o circunstancias que las particularizaron. Ahora continuo con otros datos. Ya comentado algo de la calle de Vallarta, ahora continúo con el último tramo, el de la Calle Altamirano. Enseguida de la casa de los hermanos Herrera, Don Aurelio y sus dos hermanas, había una panadería muy conocida, ‘Las Novedades’; la particularidad era que desde muy temprano los panaderos, así los veíamos, con camiseta blanca todos, trabajaban la masa para ablandarla, golpeándola sobre sus espaldas sudorosas y que le daba un sabor muy especial, a sal, por su sudor…le seguía una casa, creo que era bodega, propiedad de la familia de don Luis Arredondo, existente todavía, con un espacio abierto muy bien trabajado propiedad de una hija doctora, Carmen Arredondo; continuaba otra casa habitada por la familia Castro, esta familia era muy conocida igualmente, entre otras razones porque, al menos una de las hermanas era telefonista y la casa sede de la compañía, creo que Ericsson, se encontraba donde actualmente se levanta el edificio de la ‘Compañía de Teléfonos de México’, y su fachada a la calle Berriozábal la cubre el Mural de ‘Los Orígenes’ realizado por el Maestro muy estimado Salvador Almaraz, nombre que le otorgamos a ese mural cuando, entre los años 1984-85, siendo presidente municipal el Ingeniero, muy recordado, Sebastián Martínez Castro, me pidió que realizara la obra ‘Plaza de los Fundadores’ la cual, entre mucho otros elementos formando parte de ella, le otorgamos el contrato al maestro Almaraz para que realizara ese mural, de ‘Los orígenes’; y como telefonistas junto con las hermanas Castro trabajaban dos hermanas Mata Malacara y el gerente de la sucursal era el papá de ellas, Don Ponciano Mata; otro hermano, ‘el cacahuate’, fuimos amigos y acólitos del Santuario de Nuestra Señora de Guadalupe del Centro. Esa casa la demolí, siendo superior local de los Misioneros del Espíritu Santo el padre Jesús Medina, para construir la casa de esa comunidad. Le sigue el Santuario (templo) mencionado, con una historia muy interesante en todos sentidos -y larga-, por lo que reservo su historia para otro artículo.
Cruzamos la calle Altamirano en su esquina con la Avenida Revolución. En ella se encuentra una edificación notable en todos sentidos. Hace muchos años era utilizada la planta baja como bodega de granos y semillas. En su fachada a la actual Avenida Revolución rentaba un cuarto el señor Emigdio Chávez con una sucursal del Banco Agrícola del Bajío; en la planta alta vivían sus propietarias, las hermanas Clementina y Lucita Rivera, muy estimadas. Lucita fue durante años secretaria de Don Pepe Tomé. Las cocheras funcionaron durante muchos años como Colegio de las Madres Adoratrices. La casa era muy muy agradable pues era –es-, una construcción de estilo que se conoció como porfiriano, es decir, muy europeo; constaba de un patio central, techado en su doble altura, con una cúpula de vidrio soplado o cristal cortado, y con corredores en la planta alta, apoyados en columnas de fierro fundido de importación europea; durante varios años, en la época navideña, en la planta baja el Padre Salvador Martínez Sosa, Misionero del Espíritu Santo, con honda huella dejada en varias familias de Irapuato, realizaba las tradicionales posadas navideñas que fueron conocidas como ‘cacahuateras’ con hondo sentido religioso; a ellas asistían principalmente un gran grupos de jóvenes amigos, los que formaron un grupo autonombrado como ‘los niños nylon’ (¿’Chicos fresa’?), entre otros y sin poder recordar todos los nombres: Susana Jones, Concha Herrera, Malena Garmendia, Monina Toriello, Tere Tazzer, mi hermana Arcelia y eventualmente Lola mi otra hermana; Güicho, Andrés y Margarita del Moral; Beatriz Gómez, Lourdes Zuloaga, Arturo Díaz, el Güero Chico Göerne, Fito Nieto, Eladio Acalde, Elisa Covarrubias, Elena y Lupe Alfaro, Mala, Paz y Tere Hernández Pelayo; Lourdes Cervantes, Martha y la Güera Albo Moreno, Tony, Mayo y Lupe Cortés; Chiquis Araujo, Bebé Chico Göerne, Silvia y María Elena Origel, Ernesto Velasco, Ernesto y Ramón González Orejas, Agustín y Arturo Origel, Salma Nassar, Juan, Paco y Miguel Irastorza; la Güera, Sergio y Arturo Cruz, y otros más que se escapan de mi memoria. Esta casa la compró tiempo de después el licenciado Eugenio Albo Moreno, la que restauró en muchas de sus áreas y la planta alta fue la sede de su Bufete y colaboradores. Actualmente es ocupada por la firma comercial ‘Sanborns’. Reservo para otro artículo, la presencia en esta casa y en Irapuato de Don Agustín de Iturbide, trascendente para Irapuato y la Independencia de México.
Le seguían casas que fueron habitadas por otras familias que hicieron historia en Irapuato, por cuanto a que todas pusieron -o lo continúan haciendo-, un grano de arena para construir la historia común de nuestro Irapuato. Seguía una casa que fue propiedad de don Patricio Cuadra; le seguía una casa muy muy pequeña donde vivía el señor Contador Donato Sánchez, persona muy trabajadora siempre caminando con sus muletas, con su muy numerosa familia; a un lado se conserva todavía un negocio de venta de vidrios, ‘El Cristalazo’; enseguida, otra casa habitada en diferentes épocas por familias muy conocidas como las de, primero, el señor Ignacio Porres con su señora Concha Porres, luego fue habitado por don Samuel W. Jones con su familia; enseguida por la familia Cabria, y en la actualidad, permaneciendo únicamente la fachada, funciona como la ‘Escuela Flores Magón’ dirigida por nuestro amigo el profesor Ezequiel Soto; continuaba la penúltima casa, habitada por otra numerosa familia y muy estimada, Castro, entre ellos, otros miembros de esa familia fueron, ‘Lupe’ quien tuvo dos neverías muy conocidas en Irapuato, ‘Koldy’, una en la calle Guerrero frente la ‘Cine Club’ y otra en la avenida Álvaro Obregón; Felipe, agente viajero vendedor de medicinas, chaparrito gordo, simpático, extrovertido y extraordinario narrador de chistes de todos colores; terminaba esa cuadra con la construcción, en su esquina con la calle Allende, donde el Licenciado Julio Amado Martínez tenía una imprenta de la cual ya lo comenté en mi anterior artículo. Con esta información termino la historia de esta calle con dos nombres esperando sea del interés para los lectores de esta escrito.
Para terminar, comento un poco sobre la festividad ya próxima del ‘día de muertos’, y que ampliaré en mi siguiente escrito. Por ahora señalo que, siendo una costumbre-recuerdo, de la conmemoración de los muertos que, en algunas, no todas, las culturas americanas dadas en la región que conocemos como Mesoamérica –de la mitad de Centroamérica y hasta los Estados del sur de la Unión American aproximadamente-, realizaban para convivir con los ya idos, pero existentes en alguno de los trece cielos o los nueve inframundos, según las creencias de varias de esas culturas, materializándose ese encuentro un día al año, no todas en los panteones, ni en los atrios de los templos, ni, menos, levantando túmulos sobre lugares donde no estaban los restos de sus muertos. En mis próximos comentarios platicaré sobre este punto e, igualmente, sobre, así lo siento, la falta de respeto, por abuso, a esta costumbre de nuestros ancestros y validada cristianamente por la Iglesia Católica.
Como siempre, acepto críticas constructivas para este trabajo.