Había que verlo de cerca, tenía que pisar su suelo, debía meterme en el horizonte del valle y saber cómo era la tierra del lago. La obra sigue ahí y avanza. Así que llamé a Roberto Vallejo, delegado de la Secretaría de Comunicaciones en Guanajuato. Le pedí una visita. 

El martes 20 llegamos a la cerca perimetral del Nuevo Aeropuerto Internacional de México que dista unos 12 kilómetros del Aeropuerto Benito Juárez. Son 33 kilómetros de malla en su perímetro.

El tamaño de su primera parte de construcción asombra. El terreno disponible son 5 mil hectáreas, unos 50 millones de metros cuadrados, espacio amplio y suficiente, comparable sólo con las grandes extensiones de los aeropuertos de Dallas, Atlanta o Denver

Los llanos arcillosos y húmedos que dejó el lago con residuos salitrosos no sirven para la agricultura y eran sólo un gran basurero al sureste de la ciudad. 

El lugar perfecto para el nuevo aeropuerto, cerca de la urbe, con espacio suficiente para el desarrollo de la obra más importante de infraestructura en cien años. Y un “hinterland” o área de influencia que pocos aeropuertos del mundo pueden tener.

Vista área de la obra del NAIM. Foto: Especial

Inicia el recorrido

Abordamos un autobús con un grupo de profesionistas del Colegio de Arquitectos de México. En el camino a la construcción de la Torre de Control nos ilustraron cómo se construyen las primeras dos pistas. 

Tienen 5 kilómetros de largo por 60 metros de ancho, suficientes para la operación de los aviones más grandes a peso completo como los Airbus 380. A kilómetro y medio su distancia paralela es suficiente para operar vuelos al mismo tiempo.

La tierra arcillosa era de un lago que acumula un 70 por ciento de agua entre sus partículas. Un enorme panqué húmedo donde no se podía construir con los métodos tradicionales como se hizo en el actual aeropuerto que se hunde año con año.

Con la más avanzada ingeniería de México y del mundo se diseñó un modelo único. Después de excavar, se colocó una carga de piedra de basalto para exprimir el suelo con drenes laterales y horizontales. Cuando la tierra se secó, se retiró el basalto para colocar la base y los pavimentos de las pistas. Con más de 500 medidores a lo largo y ancho de la pista, se verifican las correctas medidas al milímetro.

Hundimiento parejo

El diseño es tan complejo que se preveía usar 19 tipos de pavimento, cada uno adecuado para las diferentes calles de rodaje y las pistas. Los cuentos de que el suelo no era útil, de que se lastimaría la ecología del lugar eran sólo mentiras y propaganda provenientes de la ignorancia de los nuevos funcionarios que promovían la alternativa de la Base Aérea de Santa Lucía

La arquitecta Claudia García narra la odisea de la construcción que lleva ya 3 años más 2 de planeación y diseño. Explica que, “el nuevo aeropuerto es 6 y media veces más grande que el Benito Juárez”. Y dice, “en estas tierras arcillosas con agua más salada que la del mar sólo crecen pastizales y arbustos”.

La obra ha sido una bendición para los pueblos aledaños por el empleo y el movimiento económico. Tan sólo en obras preliminares se construyeron 48 kilómetros de caminos, hay siete plantas concreteras y docenas de contratistas que se dividen las tareas. 

La obra ya llega al 37 por ciento de avance, si se toman en cuenta los proyectos y la inversión en ingenierías. 

El proyecto lleva 3 años en construcción, más 2 de planeación. Foto: Especial

Solución para más de 50 años 

Quien viaja a la CDMX sabe que es imposible predecir la puntualidad de los vuelos. Sabe que con 44 millones de pasajeros al año y sólo dos pistas que no pueden usarse simultáneamente, el tráfico está condenado a la insuficiencia.

Desde el sexenio de Vicente Fox, hace 16 años, se había querido construir el nuevo aeropuerto, pero las condiciones políticas no fueron sorteadas por la emergente democracia. 

Finalmente, con un buen trabajo político se convenció a los lugareños de Atenco y Texcoco de los beneficios inmensos de la obra. 

Sería la obra del sexenio, la obra del siglo, “la catedral de nuestra época”, decía el arquitecto mexicano Fernando Romero, ganador del proyecto junto con Norman Foster, el creador del aeropuerto más grande del mundo en Beijing, China

En la torre 

La arquitecta García nos acerca a la torre de control, un edificio que en sí mismo es un logro espectacular de arquitectura e ingeniería. Con 90 metros de altura (unos 30 pisos), albergaría las oficinas, el radar y todo el instrumental para la navegación aérea. 

Para evitar que un terremoto la tumbe, se contrató al mejor experto del mundo en ingeniería sísmica, el cubano americano Víctor Zayas. Su empresa de San Francisco Cal. diseñó bases de fricción. Cuando tiembla la enorme estructura se deslizaría sobre bases de fricción, contrarrestando la energía de un terremoto de más de 9 grados. 

Un ingeniero civil del Politécnico nos explica los detalles. 

No resisto las ganas de preguntarle,  ¿qué siente que su trabajo y el de sus 16 mil compañeros se vaya a destruir? Serio y casi adusto sólo dice que cumple con su tarea. 

De nada servirán los 480 pilotes de 16 metros, de nada el invento de Zayas y sus 3 péndulos antisísmicos. De nada servirán los equipos ya en contenedores listos para instalar. 

Proyecto contaba con sistema para prevenir hundimientos y sismos. Foto: Especial

La terminal

La terminal no sólo es una construcción ingeniosa, amplia, sustentable y digna puerta de México para la recepción del turismo extranjero, en sí misma es una gran obra de arte.

Soportada en 21 “foniles” o columnas como árboles que se expanden, está diseñada con claros de hasta 170 metros. Los foniles más altos son más grandes que el Palacio de Bellas Artes. Diseñados y construidos con tubos de acero que se envían desde Veracruz, dan una sensación orgánica al conjunto, a una membrana luminosa como techo.

Sí, es una obra cara, como en su tiempo lo fueron todas las grandes obras de infraestructura en el país, pero sin duda es la más importante en la historia de México, la más importante en construcción en Latinoamérica y una gran X arquitectónica que marcaría una época de renacimiento económico y cultural del país. 

Según la descripción del proyecto, esta “inspirada en la cultura, el mundo natural y el clima de México, la estructura tecnológicamente avanzada y sustentable que proponemos, será un poderoso símbolo de la capital del país y una expresión de optimismo en el futuro”.

México en el mundo 

Para el futuro, el NAIM representa la voluntad creativa de gobierno y particulares; la confianza intrínseca de quienes aportaron los recursos para su realización, desde las Afores y el ahorro de los trabajadores, hasta los inversionistas del mundo que aprobaron el proyecto y sus frutos.

Como negocio, sería uno de los más rentables para el Gobierno, que recibiría una tasa de retorno del 15 por ciento anual de su inversión.

Para los 70 millones de viajeros sería un “Hub” o centro de distribución cómodo y moderno. Para la competencia aérea de México sería un formidable adversario de Miami y Panamá

Nunca, en ningún país del mundo se ha destruido una obra de tal magnitud en tiempos de paz.

La inconcebible decisión de destrozarlo tiene ya el efecto contrario de su construcción: la desconfianza de propios y extraños en el futuro del país. En pocas semanas la devaluación del peso y el alza de las tasas de interés para tratar de contener la fuga de capitales debilita las cuentas públicas y privadas. De un plumazo nuestro PIB en dólares decreció el 10 por ciento y es seguro que en 2019 no habrá crecimiento económico

La gran X  que servía para marcar el futuro de la nación, la aspiración de crecer y desarrollarnos, la utilidad para crear más y mejor empleo, la puerta para competir en el turismo mundial, se convertirá en una X que marcará el declive económico de la nación en las primeras décadas del Siglo. 

Será la X una marca de barbarie política y económica, una locura inconcebible en el mundo moderno. Imposible desligarla de lo que es una metáfora inicial de las desgracias por venir.

 

El precio de la ignorancia o la demencia

Pagaremos más de 100 mil millones de pesos por destruir lo que se ha invertido, aparte de las demandas internacionales, además del precio de demolerlo. Pagaremos en tiempo y dinero la broma de Santa Lucía, pagaremos más caras nuestras hipotecas, nuestras tarjetas de crédito, nuestro crecimiento económico. Pagaremos con angustia y desesperanza el precio de la barbarie.

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