Antonio Attolini pasó de ser una especie de “líder universitario” o si lo quiere llamar, una voz fresca del ámbito político y la comentocracia tras la irrupción del llamado Movimiento #YoSoy132, -surgido de la visita de Enrique Peña Nieto a la Ibero en plena campaña presidencial en 2012-, a un simple porrista del gobierno de AMLO.
Peña fue repudiado y su equipo de campaña minimizó la protesta estudiantil en la que se le acusó por su plataforma de campaña y su desempeño como gobernador, en particular por hechos ocurridos en Atenco, donde hubo violaciones a los derechos humanos. El entonces candidato ultrafamoso tuvo que esconderse en el baño.
Los estudiantes no resistieron ser minimizados y publicaron un video, ampliamente difundido en redes sociales, con lo que generaron una especie de resistencia que terminó por crear un movimiento llamado #YoSoy132, todo a partir del incidente en la Ibero, y desató que se propagara por universidades de toda la Ciudad de México- públicas y privadas- y del resto del país.
Antonio Attolini se ostentaba como el representante de la asamblea del ITAM, una de la instituciones académicas más prestigiadas del país, de la que egresaron, por ejemplo, Luis Videgaray y José Antonio Meade, entre muchos otros.
Recuerdo que en ese tiempo a Attolini se le abrió un espacio en ADNPolítico, el sitio de política de Grupo Expansión. Quien escribía, coordinaba los artículos de opinión de CNN México. Nunca lo publicamos en esa plataforma, pero Attolini fue hábil para cobrar protagonismo mediáticamente. Llegó después a la emisión Sin Filtro, de Foro TV, conducido por Genaro Lozano y que tenía de panelista al vocero del ITAM, lo que se le cuestionó porque después de ser crítico de Televisa, se convertía en panelista de la televisora. Argumentó, palabras más, palabras menos, que intentaría cambiar el sistema desde adentro.
Luego ya no le entendí, pero me queda claro que también en los “jóvenes talentos” cabe el oportunismo.
De alguna forma, Attolini se convirtió en asesor de Zoe Robledo, exsenador por el PRD que renunció a ese partido para integrarse a las filas de Morena y ahora es subsecretario de Gobernación en el gobierno de López Obrador. Zoe Robledo es hijo de Eduardo Robledo, exgobernador priísta de Chiapas.
Pero de forma paralela, Attolini era también ¿asesor/consejero/influencer? digital del exgobernador de Morelos, Graco Ramírez, junto con el conductor y tuitero ‘Callo de Hacha’, -este último muy cercano al Gobierno de Peña Nieto- y con quien solía crear polémicas estériles para llamar la atención y generar discusión en redes sociales. Imagino -no lo puedo confirmar- que para eso les pagaba Graco Ramírez, para influir en la conversación en la vida digital y que de alguna manera se hablara positivamente de Morelos.
Después, en la campaña presidencial del pasado julio, Attolini se convirtió en el vocero juvenil de AMLO. Él era el responsable de decir lo magnífico que sería el gobierno de López Obrador, que todo sería maravilloso, como el paraíso. Un matraquero, desde mi óptica. Carente de matices y sin espacio para la crítica, como sí lo ha hecho, por ejemplo, Tatiana Clouthier, la mismísima coordinadora de campaña de López Obrador.
Attolini es el síntoma de un grupo de personajes incapaces de poner la lupa en aquello sobre lo que se debe de poner la lupa. Así lo deja ver en cualquier espacio, en su cuenta de Twitter o en un espacio llamado ‘La Tanqueta’, donde pregona señalar las cosas como no se dicen en los medios de comunicación.
Hace unos días, criticó que el colectivo Seguridad sin Guerra se manifestara en una mesa de análisis del Legislativo porque a ese grupo nadie le había votado, luego entonces, no tenían derecho a manifestarse. No pensó lo mismo cuando él se manifestó contra Peña en el #YoSoy132, siendo que por él tampoco había votado nadie.
Tal vez simplemente está esperando un hueso. Attolini, el síntoma del oportunismo. Ya que para personas como él no existen los matices… Attolini con el dedo.
El autor es Director Editorial de Quinto Poder y colaborador de AM en la Ciudad de México.
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