La abeja más grande del mundo, tiene el tamaño del pulgar de una persona adulta. Es hembra y vive en las Molucas del Norte, unas islas poco exploradas de Indonesia.

Es “un bulldog volador“, son las palabras del fotógrafo de historia natural Clay Bol, quien después de casi 40 años logró capturar imágenes de una especie de abeja gigante que los científicos daban por desaparecida.

Los exploradores que la encontraron después de varios días de búsqueda la bautizaron Wallace, en homenaje al naturalista británico Alfred Russel Wallace, quien la describió en 1858.

En 1981 un grupo de científicos encontró varios ejemplares de estas abejas gigantes, pero desde entonces no se habían vuelto a ver.

“Ver realmente cuán hermosa y grande es, escuchar el sonido de sus gigantescas alas mientras volaba por mi cabeza, fue simplemente increíble”, dice Bolt.

¿Cuáles es su tipo de vida?

La hembra hace su nido en montículos de termitas, usando su gran mandíbula para recolectar resina de árbol pegajosa para alinear el nido y protegerlo.

La especie depende del bosque primario de tierras bajas para obtener resina y los nidos de las termitas que habitan en los árboles.

El naturalista Wallace, quien codesarrolló la teoría de la evolución junto a Charles Darwin, describió a la abeja como “un gran insecto negro parecido a una avispa, con mandíbulas inmensas como las de un escarabajo ciervo”.

Se tienen muy pocos ejemplares de abejas gigantes como Wallace.

Despierta la esperanza

Este descubrimiento despierta la esperanza de que los bosques de la región aún alberguen a uno de los insectos más raros y buscados del mundo.

Actualmente, no hay protecciones legales respecto a su comercio.

Luiz Jordans, el apicultor que fabrica con miel de abejas el combustible para su auto

Eli Wyman, integrante de la expedición y experto en abejas de la Universidad de Princeton, EE.UU., dijo que espera que el redescubrimiento impulse futuras investigaciones que permita una comprensión más profunda de estas abejas y guíe esfuerzos futuros para protegerlas de la extinción.

“Al convertir a esta abeja en una insignia de la conservación, confiamos en que la especie tenga un futuro más brillante que si dejáramos que se recolectara de manera silenciosa”, dijo Robin Moore, del grupo ambientalista Global Wildlife Conservation, que apoyó la búsqueda de la abeja.

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