Nos encaminamos lentamente hacia la recesión económica. No es pesimismo, simplemente que los indicadores macroeconómicos del País lo comienzan a mostrar. Al dar a conocer esta semana el INEGI (Instituto Nacional de Estadística y Geografía), los resultados del comportamiento económico del 2018, vemos que con datos del cuarto trimestre el año, la economía se encamina a crecer poco en el 2019: hacia el 1.5% anual. La actividad económica de México consiguió una expansión de 2% promedio anual en el 2018, con cifras desestacionalizadas, según la estimación oficial, aunque el tercer trimestre fue de nulo crecimiento (octubre a diciembre). Esto es, la “empresa México” se está estancando en crecimiento económico.
De acuerdo con estos datos, el desempeño de nuestro Producto Interno Bruto (PIB) quedó (como siempre pasa) abajo de los pronósticos del mercado y de los organismos internacionales, esto es, en el piso del rango estimado por el Banco de México, que era de 2 a 2.5%. El Fondo Monetario Internacional calculaba una tasa de 2.1%, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos y el Banco Mundial esperaban 2.2 %. Lo mismo sucede con sus estimaciones para el 2019 que nos sitúan en rangos del 1.5 al 1.7 apenas.
Otro hallazgo del reporte es que los componentes más dinámicos de la actividad económica en el 2018 fueron las actividades terciarias, servicios y comercio con un incremento anual de 2.8%. Le siguen las actividades primarias, que incorporan a la agricultura y ganadería con un aumento anual de 2.4%. Pero el problema está en las secundarias, que integran la industria minera, de la construcción y manufacturas, prácticamente detenidas en un 0.2% en el año. Estas son malas noticias, pues en el sector de transformación es donde se genera mayor valor.
La “empresa México” requiere sí, controlar gastos (republicanos y casi franciscanos como dice AMLO), pero más que eso, requiere facilitar que México venda, que exporte, que facilite, que estimule a los emprendedores y empresarios.
Es decir, primero está la facturación y después el gasto. Las políticas públicas de repartir riqueza son necesarias y buenas, pero primero debemos “crear la vaca para después sacarle leche”, no al revés. Con buenas intenciones, el Gobierno de la República quiere ayudar a quienes menos tienen y bajar gastos, pero su enfoque no está en generar riqueza.
Considero que nuestra comparación con otras experiencias en el mundo, como Singapur y Corea del Sur es necesaria. Corea hace 20 años tenía el mismo tamaño de la economía de México. Su estrategia para crecer se basó en la meritocracia y en desarrollar tecnología propia creando el mejor sistema educativo del mundo. Los “tigres de Asia” se dieron cuenta pronto que era con un sector de manufactura y de alta tecnología es como dominarían el mercado al ser competitivos.
Si olvidamos como prioridad incremental la productividad y tener competitividad, la economía se seguirá desacelerando, pues el PIB se explica por el consumo, la inversión (nacional y extranjera) el ahorro y la balanza comercial. El primero es el que nos mueve, la inversión extranjera se ha detenido, la nacional se incrementará con la confianza en el gobierno, el ahorro se mantiene estático y la balanza sigue siendo negativa. Urge que el gobierno acelere el gasto público y dinamice la economía.
Si el Gobierno federal no aplica inversión en los sectores que generen mayor competitividad, si los recursos públicos se regalan en las calles convirtiéndose en consumo y no en capacidades productivas, pronto los indicadores macroeconómicos reflejarán caídas en la productividad. México pasa de un modelo económico neo liberal a uno neo keynesiano; cambió la política económica a lo que los economistas llaman un modelo “endógeno” que crece con la inversión, el consumo y el ahorro interno y esto supone un fuerte enfoque a priorizar el mercado nacional.
Juan Enríquez Cabot, un mexicano exitoso en tecnología, ha mostrado que los países líderes en innovación dominarán el mundo el resto del siglo. Muestra que los coreanos desarrollaron tecnología en reversa y los mexicanos tenemos ya una tasa decreciente de generación de cerebros. Los indicadores de si el nuevo modelo económico funciona, es que el PIB crezca, que nuestra clasificación en ranking como el WEF (World Economic Forum) mejore y que nuestros resultados educativos en pruebas como PISA dejen de caer, aunque todo indica lamentablemente que no será así. La “empresa México” requiere que su CEO (el Presidente) se enfoque en generar riqueza y después repartirla, no el revés.
* Director de la Universidad Meridiano
[email protected]