Mientras Wall Street se derrumbaba y el sistema financiero del mundo entraba en su peor crisis desde 1929 y era urgente cuidar el dinero, el gobernador Juan Manuel Oliva Ramírez hacia dispendios millonarios para seducir la imaginación de los mexicanos y vender la visión de un estado con el mejor “Gobernador del país”.
En sus extravíos, él se soñaba presidente de la República; por lo tanto, era importante crear la aureola mágica del candidato a la Presidencia y alimentar la fantasía, que no conoce límites& Gobernar es hacer creer, dicen algunos políticos.
Rumbo al Bicentenario de la Independencia y el Centenario de la Revolución, el yunquista, entonces gobernador de Guanajuato, montó su teatro para hacer creer que reverenciaba a los héroes liberales, traicionando a sus héroes conservadores.
Pero, atrás de la pantomima, todo era un quid pro quo por el beneficio político hacia la sucesión presidencial del 2012. Las celebraciones en el teatro de la política, fueron con actores de pacotilla: Oliva para la Presidencia y Mosqueda a la Gubernatura. Imposible distinguir entre la realidad y la ficción&
Más allá de la razón y también en contra de ella, Oliva impuso su sinrazón. El Parque Guanajuato Bicentenario fue producto de la corrupción, engendrada ésta por sus sueños de grandeza. El Parque quedará como un monumento a la soberbia y los excesos del “Hubris”, que los griegos consideraban la enfermedad del espíritu.
Generalmente esta enfermedad era fruto del deseo, del apetito que el hombre vulgar no puede contener, porque el deseo lo posee, lo envuelve y lo arrastra, dice Ortega y Gasset.
El Parque fue inaugurado el 17 de julio de 2010, su costo fue de 2 mil millones de pesos, aunque el presupuesto era de 750 millones de pesos. La Expo fue un fracaso desde el principio, Oliva pregonó que visitarían el Parque 14 millones 600 mil visitantes, lo que ni siquiera sucede en Disneylandia; pero, esto fue otra de sus pifias, porque entonces solo acudieron 2 millones ochocientas mil personas, niños con entrada gratis y servidores públicos acarreados&
El desglose del saqueo es escandaloso, desde los estudios y proyectos que costaron 56 millones. El terreno, un cerro pelón donde pastoreaban chivas, en el ejido El Capulín, costó 75 millones de pesos, aunque, según el comisario ejidal del lugar, un predio contiguo valía solo 25 millones.
En fin, una cadena interminable de desvíos, maquinaciones y beneficios personales: Un fraude, que nos sigue constando mantenerlo, 50 millones al año; en diez años, ha costado 500 millones para que no se caiga, para hacer creer que sirve de algo, para mantener las formas y no emane el nauseabundo olor de las entrañas de la corrupción.
El Parque se encuentra abandonado; en ocasiones, un domingo asisten alrededor de diez personas, está deteriorándose sin remedio; la escultura, de 43 millones de pesos, de La Victoria Alada se agrieta, aunque en los mentideros políticos aseveran que el autor cobró una cantidad muy menor al costo oficial& En fin, “Está para llorar”, dice Eduardo Bujaidar Muñoz, de la Asociación de hoteles.
El costo de oportunidad, el costo de dejar de hacer algo, fue altísimo socialmente hablando. Con el dispendio del Parque Bicentenario, pudo construirse una supercarretera que comunicara la Ruta de la Independencia, infraestructura y equipamiento para el corredor histórico, señalamientos, paradores, plazas cívicas, remozar los auténticos testigos de la Historia.
Un aeropuerto entre Dolores Hidalgo y San Miguel de Allende que generaría un valor agregado a esa zona y se quedaría en el tiempo para futuras generaciones& Los lugares auténticos donde aconteció el inicio de la Independencia existen en nuestro estado, son nuestros, ahí están y no admiten sustituciones ni burdas réplicas.
Mientras tanto, esos lugares de la Historia, cargados de dramatismo, con sus mensajes graves y cifrados, parecen desfallecer ante la indiferencia de las autoridades que los han condenado al olvido.
Este desdén ha contribuido al encriptamiento de las causas y símbolos de la Patria, de la religión laica de los valores de nuestro pasado que actualmente tanto se necesitan, símbolos que promueven la solidaridad, la fraternidad y la cohesión social de los mexicanos.
Como puede constatarse, a la sociedad le vienen mejor los hombres guiados por las ideas que los impulsados por sus apetitos y creencias, dice Ortega y Gasset & Oliva quiso volar tan alto, tan alto, que como al legendario Ícaro de la mitología griega, al acercarse al Sol sus alas de cera se derritieron y se desplomó hasta llegar a la nada, a la vacuidad. ¡Qué pena que se dilapidaran 2 mil millones de pesos para construir lo efímero, el monumento a la corrupción y el testimonio de las ambiciones desmedidas de un hombre!
Algunos distinguidos políticos critican acremente al Presidente por no sentar en el banquillo de los acusados a los ex presidentes. Pero, por qué estos críticos no sentaron a Oliva en el banquillo de los infames. La ocasión sirve para que, de una vez para siempre, no vuelva a haber un monumento a la corrupción como el de Oliva.
Que deje de ser monumento y se convierta en el mausoleo donde se entierre para siempre la corrupción, la falta de transparencia, los egos insuflados, las vanidades del poder, el nepotismo, la soberbia y junto con todo esto a los que se sienten La Casta Divina para gobernar.
En este Guanajuato libertario, todavía hay muchas alhóndigas por incendiar, existen reivindicaciones por atender, niños por educar, enfermos que curar, trabajos que procurar y seguridad por brindar.