Si usted tiene la esperanza de que el recibo de la luz le llegue más barato, permítame bajarlo de su nube.

Le voy a contar dos de las razones por las que eso no ocurrirá, al menos en el corto plazo, y no tiene que ver con los medidores ni con el personal de la Comisión Federal de Electricidad (CFE), de lo cual hablaré después, cuando tenga elementos para hacerlo.

Todo empezó cuando Enrique Peña Nieto anunció el 12 de agosto de 2013 que si se llevaba a cabo la reforma energética bajaría “el precio de la luz y el gas”.

Su administración tomó dos decisiones muy relevantes: la primera, echar a andar una red de gasoductos, compuesta por al menos 24 tubos, que abastecerían de gas natural a centrales de la CFE para generar electricidad a través de ese combustible, y la segunda, el Centro de Control de Gas Natural (Cenagas), provocó que los plazos de recuperación de la tarifa que le cobran a usted o a mí, volvieran financieramente ineficaz a la Comisión.

Explico el primer punto: los 24 gasoductos nos cuestan a los mexicanos 846 mil millones de pesos, a pagar hasta el año 2043. El problema es que (los que funcionan), en conjunto, apenas operan al 8.18% de su capacidad, pero la CFE le paga a los contratistas el 100% de su valor. Esto se podría ejemplificar así: es como si el Gobierno pagara la construcción de una carretera de 10 carriles, pero sólo le entregaran uno y aún así debe pagar los 10. Eso fue documentado por quien esto escribe en una investigación publicada por Quinto Poder y Código Magenta.

Personajes como Enrique Ochoa, exdirector de la Comisión, ya han salido a decir, en entrevistas con Ciro Gómez Leyva o Joaquín López Dóriga, que todo está bien, que los ductos son una maravilla, que no se pierde nada.

Sólo le digo algo, para que dimensione lo que ocurre: con los pagos comprometidos para la CFE por esos gasoductos, a menos que el Gobierno de AMLO negocie esos contratos, se habrían podido construir cuatro aeropuertos como el que se tenía proyectado en Texcoco. No uno, CUATRO.

Explico ahora el segundo punto: los gasoductos públicos dejaron de estar bajo el control de Pemex, también tras la aprobación de la Reforma Energética, y quedaron en manos del Centro de Control de Gas Natural (Cenagas).

En la capital del país, sobre todo donde operaba Luz y Fuerza del Centro (LyFC), los plazos de cobro de la luz son bimestrales, y a su vez, los plazos de cobro a la CFE eran a 60 días, pero cuando Cenagas asume el control de los gasoductos, empieza a cobrar a la CFE a 12 días.

En consecuencia, si la CFE cobra en la Ciudad de México y el Valle de México a 60 días, y en el resto del país a 30 días, pero a la Comisión le cobran a 12 días, ¿usted cree que existe posibilidad de que sea financieramente viable su supervivencia si tiene desfases de más de 18 días con los pagos?

Es como si a usted, en la escuela de su hijo, le dijeran que pague la inscripción y la colegiatura de su hijo del primer mes de la escuela, pero que lo lleve hasta el segundo mes de clases, ¿financiaría usted a la escuela privada? Pues por contrato, a la CFE la obligan a hacerlo. Son los llamados contratos “leoninos”, pero no son uno ni cinco ni diez meses, son 300. ¿Se imagina?

Eso pasa en la Comisión, que tras la Reforma Energética, es llamada Empresa Productiva del Estado, y por eso el precio de la luz no va a bajar, a menos que ocurra una negociación milagrosa.

 

El autor es Director Editorial de Quinto Poder y colaborador de am en la Ciudad de México.

 

Twitter: @memocrois

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