En una llamada telefónica que hoy ya no son de larga distancia, cierto antiguo colaborador de mi dirigencia (nueve años) nacional sinarquista, me pidió le diera el nombre de quien fallecido o de los que aún permanecen de pie, pudiera ser homenajeado u homenajeada.
Inclusive me proporcionó dos nombres de viejos militantes que no han muerto. Tres de los que expiraron ya.
Le aclaré y lo reitero que puse punto final a mi militancia en la agrupación cuando los estultos, rapiñeros y ahora carroñeros, quisieron fulminar, por así decirlo, mi honra cívico-política a la que, por cierto, no le tocaron ni una fibra.
Pero no se trata de darnos, a ese propósito, baños de pureza. Lo que se requiere o demanda es una opinión.
Me resistí; pero cedí luego de profunda meditación, a proporcionarla. Aquí está.
Los héroes son seres de carne y hueso, sin edad propiamente dicha o establecida; que abrazaron un ideal de grandeza viendo hacia el prójimo, vecino, amigo, pariente, compatriota.. Todo ello amalgamado en conceptos de dignidad, grandeza y libertad.
Para mí los que merecen, en primer lugar, corona de lauros son quienes fueron sacrificados para alcanzar la gloria del martirio.
José Antonio Urquiza, fundador, a quien uno de sus labriegos le disparó por la espalda en Apaseo, Gto. Sin ser letrado había definido la palabra griega, (sin: con; argé: orden), como “el bien que quiero para mí, lo deseo para todos los demás”.
José Trinidad Mata, acribillado en Puebla por el “delito” de rendirle honores a la Bandera Nacional. Cuando se exaltaba semi oficialmente la roji-negra. Eran los tiempos del cardenismo. Hoy se ufanan de la 3T (tercera transformación) que creen sin apego histórico, impulsó Lázaro.
Presunción escasa de sustento.
Por la misma época, en Santa Cruz de Galeana, (Juventino Rosas, Gto.) una partida de agraristas, alcoholizados y armados, disparó contra quienes luego de homenajear a la Tricolor, recorrían las calles pueblerinas.
En Juan Martín (Celaya) por igual “delito”, fueron muertos sencillos labriegos, hombres y mujeres. Al día siguiente, cuando los llevaban al panteón, los criminales saciaron su odio disparando primero contra la vanguardia para liquidar a la abanderada, Teresita Bustos. Luego más saña y sangre hacia un puñado de patriotas.
A unos días de la matanza, Cárdenas presidente cruzó por la estación del ferrocarril. Una multitud le impidió el paso para exigir justicia. Lázaro la prometió, pero jamás llegó. Por el contrario los cabecillas de esas ruindades fueron ascendidos y premiados.
Rafael Deveze, por pregonar la idea sinarca fue encarcelado en Tabasco. Tres meses a pan y agua.
Dominaba ese estado Tomás Garrido Canabal, quien mandó saquear templos y arrastrar imágenes.
Clausuró el culto hasta que un “fanático”, -así le calificaría el oficialismo- organizó al pueblo para recuperar esos recintos. ¿Su nombre? Salvador Abascal.
Vale la pena recordar que cuando dominaba Tabasco Garrido (quien luego dirigiera una mataza de calólicos en Coyoacán, D.F.) fue visitado por Tata Lázaro a quien le presentó a los obreros y escolares como milicianos al estilo de la Unión Soviética.
El Presidente exclamó, dicen que emocionado: “así quisiera tener a todo México”.
Casi 200 mártires en esa ruta histórica, sin que se diera el más mínimo asomo de justicia.
Y los signos de un idealismo gigante, sin paralelo, si recordamos que nadie, más que los propios militantes pagaban las movilizaciones. Cargaban sus “yuntas” -tortillas con chile y frijoles-, para acudir a la cita.
En las asambleas, congresos, juegos juveniles, concursos de oratoria, cada quien aportaba lo suyo. ¿De su miseria? Sí, de sus magros recursos. Fue admirable y grandioso ver que en Tantoyuca o Santa María Ixcatepex, de los cerros bajaban compañeros y compañeras con un tercio de leña y una bolsa de huevos envueltos en hojas de maíz, para que no se quebraran.
Allí el cacique mandó matar, al día siguiente de una reunión pública, al dirigente Crispín Juárez.
Es de imaginar cómo quedaban los deudos, viudas, hijos. En el dolor y la misería abatidos.
¿En dónde está la Tercera Transformación del Cardenismo (3T) que hoy se pregona?
Imposible ubicarla como un suceso grandioso cuando se bañó el suelo nacional con sangre inocente, de patriotas. Y peor si contemplamos que del ejido ya no quedan más que reminicencias lastimeras. Era sistema para controlar a los labriegos.
Hoy se les ha ido poco a poco despojando con argucias legaloides. Si la asamblea aprueba que venda, lo hace para ir, con ese dinerito, a convertirse en lumpen, paria que habita las periferias de las grandes ciudades.
Los frutos de la decantada, cacareada, expropiación petrolera han beneficiado a una partida de vivales. Fue una decisión que impuso la justicia,sí; pero mancillada por la rapiña.
Cárdenas, Tata Lázaro, inauguró la residencia oficial de Los Pinos, hoy por determinación de AMLO, convertida en campo de recreación.
¿Eso es lo que se aplaude y festeja de la 3T?
Ya está dicho a quien hay qué rendirle honores y darle tributo: a los héroes, hombres y mujeres que lo entregaron todo sin exigir a cambio nada.
Cuando se realizaban las grandes manifestaciones en León, una dama del Coecillo, sencilla, humilde, reunía lo que podía y alojaba en su patio a 300 asambleistas. Les proporcionaba un petate para dormir , cena y almuerzo. Humilde alimento sí; pero muestra de amor humano. ¿Cómo lo hacía? Sólo ella supo. ¿No es de admirar su entrega?
Pero igualmente es de entender que en toda humana agrupación, de la índole que se quiera, hay ideólogos, poetas, músicos, líderes, caudillos; aunque no se puede negar que, como hongos, aparecen también los vivales, rufiancetes, como lobos con piel de ovejas. Hoy succionan de lo que queda, incluso arañan ladrillos de los bienes inmuebles.
Se generan también en todo organismo los narcisistas que se quieren a sí mismos y buscan el pedestal y los aplausos. Esos sujetos y sus aduladores que medran incluso con despojos, ahora reclamarán los vivas y la efímera gloria; pero como la vida, la historia y eso que se llama verdad siempre relucen, pondrán, tarde o temprano, a cada quien en su lugar para que el aplauso y la eterna gloria, se tributen a los espíritus gigantes que escalaron a las alturas en una senda de entrega, sacrificio y, en no pocos casos, de muerte.