Hacia 1969 era muy difícil la aceptación social de los homosexuales como una opción de preferencia sexual respetada o al menos considerada. Su rechazo y represión era inmediata en todos los ámbitos, lo que provocaba su ocultamiento y disimulo.

Recuerdo la segregación y discriminación que sufría un puberto como de 11 o 12 años en la escuela primaria federal “Miguel Alemán” (ya desaparecida por la apertura del Eje López Mateos), donde estudié los grados 3º y 4º de Primaria, pues era notorio su comportamiento afeminado, pero además se sumaba otro factor de minoría que agudizaba su aislamiento: profesaba una religión distinta a la Católica, cuando todos los demás sí eran católicos, él era “protestante”.

Así es que por una o por otra causa, era motivo de burlas, bromas y hostigamiento constante que ahora denominamos muy rimbombantemente “bullying”. Se referían a él como “el jotillo protestante”. Esto sólo para vislumbrar el panorama histórico-social de nuestra comunidad leonesa.

Pero volviendo a 1969, recuerdo que fue en el cine “Vera” ubicado en la calle 5 de Mayo, casi frente a donde se ubican las oficinas de la CFE, y hacia el lado sureste estaba la Zapatería Destroyer, famosa como aquellas otras marcas, Gecesa y Fanacal; donde exhibieron la película “Midnight Cowboy” (Vaquero de Medianoche), que rompió esquemas de entonces, pues se abordaron en escenas atrevidas, temas prohibidos entonces como la homosexualidad.

En ese papel se caracterizaba “Ratso” Rizzo, interpretado genialmente por Dustin Hoffman, después de haberlo visto en “El Graduado” refocilándose con la Sra. Robinson (Anne Bancroft), pues sí que resultó un gran giro en su capacidad histriónica interpretativa. Miembro de esa triada de actorazos de su generación como Al Pacino y Robert De Niro.

Esa actuación al lado de Jon Voight, actor “revelación juvenil”, en ese año, en un ambiente neoyorkino invernal, donde cojo y con una afección pulmonar (tísico o tuberculoso) “Ratso Rizzo” termina en el regazo del joven texano, frustrado gigoló, Joe Buck (interpretado por Voight), sin confesarle su preferencia sexual y su enamoramiento, pero sí un gran ejemplo de amistad, solidaridad y ayuda mutua para sobrevivir en la gran urbe.

Se incluía la música de John Barry donde suena una armónica con violines de acompañamiento, proyectando una atmósfera de tristeza y de nostalgia; como solo él podría hacerlo con exactitud pasmosa para conmover al espectador. También se incluía el tema de Harry Nilsson “Everybody”s talkin” at me”, exitazo de entonces.

En la Preparatoria era un escándalo comentar esta película, invitando a verla, por el tema de la homosexualidad explícita y que identificaban a algunos maestros y alumnos, ocultándolo de plano o al menos insinúandolo.

Ahora, todo pareciera haber cambiado en casi 50 años después, pero nuestra conservadora sociedad se resiste al cambio, a la tolerancia y a la aceptación de esa comunidad LGBTTI, especialmente las autoridades, y la realidad es engañosa, pues no se han autorizado las uniones homosexuales, las que se logran sólo mediante juicios de amparo; ni la rectificación de actas de nacimiento para cambios de nombre y género, sino mediante juicios de tres instancias. 

La represión a estas minorías continúa, y pese al bombardeo mediático en telenovelas, películas, programas de radio y otras manifestaciones culturales que aparentan notoriedad y aceptación, lo cierto es que continúa el rechazo social e institucionalizado. No somos aún tan civilizados, ¿Verdad?

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